LA muerte del líder de Estado Islámico, Abú Ibrahim al Hashimi al Quraishi, en una operación llevada a cabo por las fuerzas especiales de Estados Unidos en la provincia siria de Idlib (noroeste) ha sumido al grupo yihadista en un nuevo proceso para elegir quién encabezará la red, si bien la presión militar internacional ha reducido el círculo de confianza del que podría salir el nuevo dirigente terrorista.
Al Hashimi, quien fue nombrado tras la muerte de octubre de 2019 del 'califa' del grupo, Abú Bakr al Baghdadi -también en una operación estadounidense en Idlib-, estuvo poco más de dos años al frente del grupo, periodo en el que no realizó declaraciones ni participó en actos públicos.
La muerte de Al Hashimi genera dudas sobre la capacidad organizativa de Estado Islámico de reagruparse y nombrar a un líder con las credenciales militares y religiosas de los anteriores jefes de la organización terrorista, que tuvieron una especial relevancia en sus capacidades de reclutamiento.
The Soufan Center, el centro de estudios que dirige el exagente del FBI Ali Soufan, ha resaltado que "ante el surgimiento de filiales descentralizadas y ramas en África y el sur de Asia, cómo afecte esto a sus operaciones e ideologías definirá la violencia y el conflicto en muchos lugares clave".
"Si el núcleo de Estado Islámico es incapaz de comunicarse con sus ramas regionales, grupos como Estado Islámico en África Central (ISCA), Estado Islámico en África Occidental (ISWA) y Estado Islámico Provincia de Jorasán (ISKP) podrían centrarse más en asuntos locales o provinciales", ha explicado.
En este sentido, Hassan Hassan, experto en yihadismo y redactor jefe de la revista 'New Lines Magazine', ha apuntado a la especial relevancia de la red conocida como 'qaradish', que aglutina al principal núcleo central y fundacional de Estado Islámico, socavada durante los últimos años de lucha antiterrorista.
Hassan ha incidido en que el grupo ya nombró a Al Hashimi como líder a pesar de no pertenecer a una comunidad árabe -si bien Estado Islámico aseguró que pertenecía a la tribu de los coraichitas, de la que era miembro el profeta Mahoma- en una muestra del debilitamiento de la organización.
El nombramiento tuvo lugar después de que el principal favorito para suceder a Al Baghdadi, Abu Alí al Anbari, con una posición cimentada en el movimiento yihadista internacional, muriera en un bombardeo estadounidense en 2018, privando al 'califa' de su entonces mano derecha.
Al Hashimi fue además diferente a los anteriores líderes debido a que era una figura prácticamente desconocida, en contraste con Al Baghdadi o el yihadista jordano Abú Musab al Zarqaui, quien fundó en 2004 Al Qaeda en Irak (AQI), del que surgiría posteriormente Estado Islámico.
Pese a ello, Hassan ha destacado que los servicios de Inteligencia identificaron rápidamente a Al Hashimi y lograron determinar su paradero, a pesar de no haber aparecido en público o emitido comunicados, algo que habitualmente ha servido para localizar a los sospechosos.
De esta forma, ha dicho que esto fue en parte posible "debido a que el número de candidatos para el Estado Islámico post-califato era extremadamente pequeño", antes de agregar que el hecho de que Al Baghdadi y Al Hashimi estuvieran escondidos en Siria demuestra su frágil situación en Irak.
"Agreguen a estos problemas internos una serie de factores que benefician a sus enemigos, incluida la creciente fortaleza de grupos rivales y gobiernos y el debilitamiento del movimiento yihadista internacional, y queda claro que las posibilidades de recuperación de la organización son escasas", ha argüido.
Los desafíos de un perfil bajo
En esta línea, Colin Clarke, investigador de The Soufan Center, ha dicho que la muerte de Al Hashimi "es un varapalo para Estado Islámico, especialmente si su sustituto es otro operativo de bajo perfil, en lugar de una celebridad visible como Al Baghdadi".
"Los líderes menos conocidos habitualmente tienen problemas para inspirar a nuevos seguidores y generar una propaganda que resuene entre potenciales reclutas", ha dicho, si bien ha advertido de que "dada la histórica resiliencia de Estado Islámico, hay pocos motivos para creer que el golpe será el mazazo mortal que Estados Unidos desea".
Clarke, en un artículo de opinión publicado en 'Politico', ha resaltado que el reemplazo del líder de Estado Islámico "probablemente será un desafío" para el grupo, "especialmente si el nuevo líder no es alguien con una reputación que iguale a la de los anteriores cabecillas yihadistas, como Al Baghdadi y Al Zarqaui".
"La sucesión presenta a los grupos terroristas con decisiones difíciles. Los líderes carismáticos y de alto perfil pueden ser efectivos a la hora de reclutar, pero también presentan objetivos atractivos a los esfuerzos antiterroristas", ha explicado.
De esta forma, ha recordado que "las transiciones de liderazgo crean además el riesgo de diferencias entre comandantes destacados, abriendo tensiones de larga duración entre facciones que se encuentran en competencia interna", lo que abriría un nuevo frente de crisis para la organización yihadista.
Por contra, Ben Connable ha apuntado en un artículo para el 'think tank' Atlantic Council que la muerte de Al Hashimi "es irrelevante para el esfuerzo general de disuadir y derrotar a los grupos terroristas en el mundo".
"No ha dado un 'duro golpe' a Estado Islámico (...) porque no es el tipo de organización que pierde el paso cuando su líder es eliminado", ha argüido, antes de recordar que el grupo "funciona como una organización paraguas para muchas organizaciones regionales semiindependientes y a nivel de país".
Reorganizaciones pasadas
En este sentido, ha dicho que George W. Bush afirmó tras el anuncio de la muerte de Al Zarqaui que se trataba de "un duro golpe" para Al Qaeda, mientras que sobre el terreno fue reemplazado y se registró un "significativo aumento" de la violencia en Irak.
Connable ha sostenido que Donald Trump describió a Al Baghdadi como "el importante" tras su muerte, si bien Al Hashimi ha encabezado un proceso de reestructuración que llevó a la "expansión" del grupo yihadista a nivel mundial, con un mayor número de combatientes a finales de 2021 que en cualquier momento de las últimas dos décadas, según datos del Wilson Center.
"En lugar de vacilar, Estado Islámico probablemente continuará recuperándose de su derrota operacional en Siria e Irak. Expandirá sus operaciones en Afganistán (...) y seguirá socavando la estabilidad con ataques terroristas en Europa, África Asia e incluso América Latina y Estados Unidos", ha reseñado.
Pese a todo ello, la coalición internacional contra Estado Islámico ha resaltado esta semana que la muerte de Al Hashimi "es otro golpe significativo" a la organización y ha recalcado que "sigue comprometida a lograr una derrota duradera" del grupo.
"Nosotros, como coalición, mantendremos la presión necesaria para evitar cualquier intento de Estado Islámico de reconstituirse o recuperar y mantener territorio en Siria e Irak", ha dicho, ante el repunte de los ataques del grupo durante los últimos meses, incluid el perpetrado en enero contra una cárcel en la provincia siria de Hasaka (noreste) gestionada por las autoridades kurdas, en un intento por tomar las instalaciones y liberar a miles de reos.
Por ello, la coalición ha subrayado que "la derrota duradera de Estado Islámico en Siria e Irak" sigue siendo su "principal prioridad". "Seguiremos usando la experiencia de la coalición para hacer frente a las ramas y redes globales de Estado Islámico y llevando a sus miembros ante la justicia. Usaremos todas las herramientas disponibles en la búsqueda de este objetivo y no descansaremos hasta que Estado Islámico deje de constituir una amenaza", ha remachado./Europa Press
La muerte de Al Hashimi genera dudas sobre la capacidad organizativa de Estado Islámico de reagruparse y nombrar a un líder con las credenciales militares y religiosas de los anteriores jefes de la organización terrorista, que tuvieron una especial relevancia en sus capacidades de reclutamiento.