Eln, barbarie e incoherencia | El Nuevo Siglo
Miércoles, 28 de Febrero de 2018
  • Casi imposible evitar rompimiento del proceso
  • Guerrilla con muchas contradicciones internas

Si algo ha demostrado en los últimos tiempos la guerrilla del Eln es una total falta de coherencia. No de otra manera se puede calificar que apenas unas horas después de que el lunes hubiera anunciado que suspendería sus ataques a la Fuerza Pública y a la población civil entre el 9 y 12 de marzo, con el fin de no afectar las elecciones parlamentarias, un frente de esa organización subversiva haya atacado en la madrugada de ayer a una patrulla del Ejército en Norte de Santander, asesinando a cinco soldados y dejando heridos a varios más.

Cada vez es más evidente que hay fuertes contradicciones al interior del Eln y que el “Comando Central” (Coce) pareciera ser una instancia más de vocería de sus máximos comandantes que una jerarquía de poder y mando vertical. Hay dos líneas de acción: una es la representada por el discurso que manejan los voceros y negociadores insurgentes en Quito, que aún en medio de la crisis del proceso hablan constantemente de buscar fórmulas para reactivar las tratativas. Y, la otra,  es la estrategia militar de varios de sus frentes y bloques en distintas regiones del país, que se han dedicado desde la segunda semana de enero a perpetrar toda clase de ataques terroristas, hostigamientos a la Fuerza Pública y a la población civil. Una ofensiva terrorista sin cuartel que ha incluido asesinatos de militares y policías, cruentos atentados como el cometido en Barranquilla, voladuras de infraestructura petrolera, secuestros, incendio de automotores y hasta un ‘paro armado’. La orden no parece ser otra que la de causar el mayor daño posible, sin importar cuántas víctimas o pérdidas se produzcan. Un monumento a la barbarie.

Paradójicamente, tras el anuncio del lunes en horas de la mañana sobre esa tregua unilateral durante las elecciones, hubo reacciones del Gobierno y distintos sectores políticos, económicos, sociales e institucionales que, aunque cautelosas, pidieron valorar positivamente ese “gesto” subversivo e incluso lo calificaron como un “primer paso real” en la dirección de  descongelar la mesa y retomar rápidamente la negociación en la capital ecuatoriana. Sin embargo ese escenario de optimismo se diluyó apenas unas horas después por cuenta del cruento ataque en Norte de Santander y su alto saldo mortal.

Esa incoherencia entre lo que se dice y lo que se hace es lo que llevó a que ayer las reacciones cambiaran drásticamente y el consenso mayoritario coincidiera en que el proceso de paz con el Eln debe acabarse de forma definitiva y optar única y exclusivamente por una ofensiva militar al más alto nivel. Una ofensiva que, además, debe incluir el retiro de la suspensión de órdenes de captura y circulares de la Interpol contra los voceros y negociadores que están en  Quito, así como el giro de la respectiva orden de extradición contra los cabecillas de la organización que se encuentran escondidos en Venezuela.

Está visto que el Eln, que dice ser el más interesado en mantener la negociación, todos los días atenta consciente y alevosamente contra ese propósito. Es innegable que sabe que al gobierno Santos, que arrastra una alta impopularidad, se le acabó el margen de acción para tratar de mantener esas tratativas, más aún en medio de un ambiente político caldeado por cuenta de la polarización nacional frente a los procesos de paz, un sentimiento que se atizó sustancialmente en esta recta final de las campañas al Congreso y la Presidencia de la República.

¿Qué hacer? El Gobierno no quiere romper el proceso pero la presión de la opinión pública cada día es más alta. La mayoría de los candidatos presidenciales también considera que la incoherencia y accionar demencial del Eln hacen imposible mantener la negociación. Incluso distintas instancias y personalidades que han tratado de mediar para que se reactive la mesa en Quito ya consideran que mientras la guerrilla no se muestre dispuesta a un nuevo cese el fuego bilateral y temporal será imposible destrabar las conversaciones en Quito y la mesa, entonces, desaparecerá por sustracción de materia.

Como se ve, la incoherencia y barbarie del Eln está llevando a que el proceso de paz no tenga futuro distinto al rompimiento definitivo. La cúpula de esa guerrilla lo sabe y todos los días perpetran hechos de violencia que no hacen más que recalcar esa ruta. Una miopía de marca mayor, sobre todo si la estrategia es presionar al gobierno saliente para obligar al siguiente a negociar. Olvidan los subversivos que cualquier candidato que siquiera llegue a contemplar esa posibilidad, simple y llanamente cometería un suicidio electoral.