EU, armas y eterno debate | El Nuevo Siglo
Viernes, 16 de Febrero de 2018
  • Opinión pública más polarizada
  • ¿Sería viable un punto medio?

Un joven de escasos 19 años incursionó con un fusil de asalto el miércoles en su antigua escuela de secundaria en las inmediaciones de Florida y allí asesinó a 17 personas, la mayoría jóvenes estudiantes. Se trata, según la prensa estadounidense, del tiroteo número 18 en lo poco que va de este año en instituciones educativas y el caso 291 desde el 2013. Más datos clave: con 19 años en ese país se puede comprar un arma semiautomática aunque se necesita tener mayor edad para adquirir legalmente una cerveza o cigarrillos. No en vano, en la primera potencia mundial se producen más de 33 mil muertes anuales por armas de fuego. Aunque los norteamericanos no alcanzan a ser el 5 por ciento de la población mundial, poseen casi la mitad de las armas de propiedad civil en el planeta. Incluso, la tasa de homicidios por disparos es 25 veces mayor que en el resto de los países desarrollados. El año pasado, por ejemplo, se registraron dos grandes masacres. La primera, en un concierto en Las Vegas, en donde un hombre de 64 años apostado en un hotel disparó indiscriminadamente y mató a 58 personas y dejó heridas a centenares. Pocos días después, en una iglesia de Texas un hombre mató a 26 feligreses. Ambos atacantes se suicidaron tras las masacres. Y un año antes, en un club en Orlando el saldo fatal de fue de 49 víctimas a manos de un seguidor del yihadismo islámico…

Todas esas cifras eran las que ayer se ponían sobre el tapete en un nuevo capítulo del ya eterno y desgastado debate sobre si debe restringirse en Estados Unidos el acceso fácil a la compra y venta de armas. Un debate que se repite cada vez que se presenta una masacre como la ocurrida el miércoles pasado en el instituto en Parkland, a unos 80 kilómetros de Miami. En medio del estupor nacional por la muerte violenta de estos jóvenes y el alud de informaciones sobre el perfil y los antecedentes del atacante, los argumentos entre partidarios y opositores de un mayor control de armas fueron los mismos. Para los primeros es claro que tras la racha mortal de los últimos tiempos la Casa Blanca, el Congreso y hasta la poderosa e influyente Asociación Nacional del Rifle (NRA) no pueden mantener su negativa a mayores restricciones a la compraventa de armas. Pero para los segundos, más allá de ampararse en lo mandado por la segunda enmienda constitucional, la escalada de ataques lo único que evidencia es que la ciudadanía tiene el derecho a defenderse y qué mejor manera de hacerlo que adquiriendo pistolas, fusiles y otros artículos bélicos de forma legal y regulada.

Tanto el gobierno republicano como el propio presidente Donald Trump, que fue apoyado por la NRA en su campaña, no quisieron ahondar ayer en el debate sino que, por el contrario, llamaron la atención sobre por qué un joven que era “potencialmente peligroso”, con claras señales de perturbación mental y sobre el cual incluso llegó a ser alertado el propio FBI, no tenía una vigilancia especial de las autoridades. Pero de inmediato replicaron los críticos que si tuviera que ponerse bajo la lupa a toda persona que posara en fotos, videos y redes sociales haciendo alarde de sus armas, entonces serían millones los estadounidenses bajo sospecha…

Un tercer flanco del debate es aún más complejo, ya que se refiere a si la sociedad norteamericana está bien mentalmente, puesto que la racha de tiroteos, sin importar el número de víctimas y heridos, ya no se puede considerar como una situación aislada. Todo lo contrario, la semejanza entre los modus operandi de no pocos de los atacantes, por más que sus móviles sean muy dispares, no hace más que confirmar que hay patrones de comportamiento que se han ido generalizando.

Como se ve, no será esta grave masacre la que dirima el debate sobre el control armamentista en Estados Unidos. Todo lo contrario, lo sucedido en Florida llevó a que las posturas de lado y lado se ratificaran ¿Es viable un punto medio? Es lo que muchos sectores de la opinión han venido urgiendo en los últimos tiempos pero, hasta ahora, no se ha avanzado nada en esa dirección, y menos se hará mientras el bipartidismo siga eligiendo orilla en la eterna controversia de un país que se desangra lentamente.