La del Congreso, campaña sin ideas | El Nuevo Siglo
Miércoles, 21 de Febrero de 2018
  • Mutismo sobre menú de reformas pendientes
  • Candidatos ni partidos buscan diferenciarse

La cuenta regresiva para las elecciones parlamentarias se agota rápidamente. Quedan dos semanas y media de actividad proselitista y ya se puede concluir que entre las grandes características de la puja por el Senado y la Cámara de Representantes está no solo el hecho de que primó la desgastante mecánica electoral para la confección de las listas sino, después, la afanosa búsqueda de votos puerta a puerta. Por lo mismo, lo que menos se ha visto son los debates programáticos, la emulación de propuestas y recetas para solventar las problemáticas nacionales más urgentes o estructurales. La falencia se acrecienta porque los partidos tampoco se esfuerzan por posicionar y diferenciar sus plataformas programáticas y menos incentivan a sus avalados para que las remarquen en sus discursos e interacción con los electores.

Distinto a anteriores campañas, en donde una que otra idea de los candidatos generaba controversia y permitía marcar algunas distancias ideológicas entre los partidos políticos, en la actual contienda los aspirantes se han dedicado más a reaccionar por redes sociales sobre los debates del día, fueran estos o no importantes. Sin embargo, propuestas de fondo, serias y sopesadas poco se han visto. Hay en lugar de ello, un alud de promesas reiterativas y generalizantes sobre cómo enfrentar el rebrote de la violencia, los picos de corrupción, la crisis institucional, los altibajos económicos y las falencias coyunturales y estructurales del país. Esa pobreza argumental es la que impide a muchos colombianos diferenciar a los mejores prospectos de aquellos ya desgastados y contaminados por muchos vicios de la política tradicional. Se habla a cual más del voto de opinión, olvidándose de que este emerge, precisamente, cuando las ideas se distinguen en medio de la torre de babel proselitista. Es más, la confusión llega a tal punto que en determinados momentos es difícil encontrar coherencia ideológica entre los aspirantes al Legislativo y los candidatos o precandidatos presidenciales que dicen respaldar.

Es claro que la opinión pública y muchos otros sectores políticos, económicos, sociales, gremiales e institucionales del país esperaban una campaña distinta, con más capacidad propositiva e, incluso, enfocada en la voluntad de enmienda y renovación de un Congreso que hoy por hoy tiene uno de sus peores índices históricos en materia de desaprobación y desconfianza ciudadanas. La crisis es tal que -una mácula ya de por sí muy grave- en algunas encuestas la criticada guerrilla desmovilizada llegó a tener una incipiente imagen positiva mejor a la del Senado y la Cámara.

Esta semana ha publicado este Diario dos informes sobre la gran cantidad de reformas que el Congreso saliente, ya fuera por deficiencia propia o por falta de voluntad del Gobierno, no pudo ni quiso concretar. Reformas por demás urgentes dado que son problemáticas  sobrediagnosticadas. En ese maremagno de candidatos al Legislativo, compuesto por más de dos mil aspirantes, poco se ha escuchado sobre cuáles deben ser las bases de las reformas a la justicia, sistema político, educación, salud, código minero, régimen de tierras, sistema general de participaciones presupuestales, regalías, corporaciones autónomas regionales, legislación penal y laboral, estatuto anticorrupción, contratación estatal y marco medioambiental…

En fin, toda una reingeniería estatal en la que el papel del Congreso es determinante, más allá de cuál sea el mapa político que señalen las elecciones del 11 de marzo. Sin embargo, el escaso nivel argumental y propositivo de la campaña impide vislumbrar si quienes salgan electos podrán estar a la altura de semejante desafío institucional.

Si bien es cierto que faltando apenas dos semanas y media para la cita en las urnas ya hay poco tiempo para que se dé el esperado debate programático, mejor es tarde que nunca. El país urge escuchar de sus candidatos al Congreso qué piensan del amplio menú de reformas pendientes, cuáles deberían ser los énfasis y las prioridades, cómo avanzar acuerdos políticos al respecto y, sobre todo, la ratificación del compromiso de voluntad política de concretarlas si llegan a salir electos. Sólo así la esperanza de una renovación del Legislativo empezará a abrirse camino en medio de un ambiente marcado por la apatía electoral, los vicios políticos de siempre y la consecuente desconfianza ciudadana.