Veneno mental | El Nuevo Siglo
Viernes, 16 de Febrero de 2018

Escuchando a los expertos en discapacidad mental cuando analizan la epidemia que se ha apoderado de ciertos sectores de nuestra población, surgen las explicaciones del por qué la polarización nos convierte en enfermos psicoemocionales.

Según ellos, nuestros genes en desorden engendran serias insuficiencias a nuestras capacidades intelectuales.

Solo eruditos en estos asuntos, avezados y profundos investigadores de los enigmas de la mente, como el profesor Rodolfo Llinás, logran descifrar la enfermedad que lleva a algunos compatriotas, a condiciones de discapacidad mental.

Como es tan difícil manejar semejante misterio, solo podemos hablar elementalmente de los enfermos psíquico-emocionales que nos rodean y cómo la gravedad de la dolencia se acentúa en estas épocas electorales.

Por muchos años, hemos soportado detestables grupos que padecieron y padecen el mal. Nos invadieron con desastres, muerte y desolación. Tal vez nos han contagiado y conducido hasta este callejón sin salida.

Como los malos están vacunados se hace imposible poner en orden sus genes e introducir acertadas medicinas que alivien su discapacidad mental.

El odio, el rencor, el enojo, el miedo, la violencia y la incapacidad de perdón y comprensión, nos volvieron inmunes a cualquier medicamento. Somos enfermos crónicos. En ciertos momentos reaccionamos, pero el menor twitter o conseja de falsos líderes, troleros o farsantes pastores, nos acarrea una recaída.

En esas estamos: entre la calle, la cama, el hospital o el cementerio.

Nos hallamos en la mitad de unas exfarc que más o menos han cumplido, de “buenos” que dilatan el cumplimiento de los acuerdos de paz, de actores de la guerra que creen estar en la fila de los “buenos” y ahora de un Eln con los genes en francachela y en guacherna.

El país pensante, el país convaleciente, el país con deseo de paz, que quiere salir de la hecatombe y transitar por los senderos del progreso, del amor, el bienestar para toda su gente, ve con asombro a los enfermos psíquico-emocionales, tomando pócimas porque cree que así puede envenenar a los adversarios.

Con “inofensivos” huevos, guijarros de todos los calibres, epítetos de gran envergadura y demás barreras, impiden que los “malos”, puedan exponer sus ideas.

Lo más grave es que candidatos a corporaciones y a la presidencia justifican esas acciones.

La enfermedad arrecia, la enfermedad parece no tener cura, mientras sigamos saboreando brebajes para demoler y exterminar al contrincante.

Los genes están enloquecidos y no encontramos un galeno que pueda llegar hasta nuestros cerebros para poner orden en la sala superior, en la unidad sellada, que garantice el desarrollo suficiente de nuestras capacidades intelectuales.

Nuestros políticos no podrán entender los misterios de la mente, porque la corrupción los llama, los vicios los atraen y su ceguera es el velo que desdibuja a esa sociedad que reclama un cambio. Un cambio cada vez más esquivo y arisco…

BLANCO: La ausencia de “uribes” en el próximo gobierno, anunciada por Santos en carta a su sucesor.

NEGRO: El desastre del Transmilenio. Una copia mal hecha.

gabrielortiz10@hotmail.com