Fútbol, violencia y muerte | El Nuevo Siglo
Martes, 27 de Marzo de 2018
  • Otro confuso y doloroso caso en Nariño
  • Urge redoblar esfuerzos pedagógicos

La nueva tragedia ocurrida el fin de semana con cuatro aficionados del América de Cali que murieron al caer a un profundo abismo, en horas de la madrugada del domingo, en medio de confusos hechos ocurridos en la vía Panamericana, entre Pasto y Popayán, pone de presente de nuevo si debe permitirse que las hinchadas de los equipos visitantes viajen a las ciudades en donde sus equipos tienen que jugar.

Las informaciones sobre lo ocurrido son muy contradictorias. Lo que se sabe es que tras el partido del sábado en la noche entre Pasto y América, la Policía estaba escoltando los buses en que volvían a Cali el grueso de los hinchas del cuadro rojo. Hacia la una de la madrugada algo pasó en uno de los automotores, lo que obligó al conductor a parar abruptamente. Los efectivos del Escuadrón Antimotines reaccionaron de inmediato, generándose un confuso enfrentamiento, en medio del cual algunos hinchas corrieron hacia la orilla de la carretera y saltaron en busca de refugio, creyendo que existía un barranco, pero por la oscuridad de la noche no se percataron de que, en realidad, había un abismo profundo, lo que produjo el referido desenlace fatal.

Tanto la Policía como otras autoridades y entes de control anunciaron ya sendas investigaciones para establecer la veracidad de lo sucedido y determinar las responsabilidades del caso. Cualquier señalamiento o conclusión tempranera es arriesgada y especulativa.

Pero más allá de este hecho puntual, es evidente que el viaje de las hinchadas de determinados equipos para los partidos de visitante se está convirtiendo en un problema casi de orden público por los desórdenes que protagonizan en las carreteras y ciudades, en especial las llamadas “barras bravas”, dejando muertos, heridos graves y pérdidas económicas.

La solución más obvia es la promoción de un fútbol en paz. Sin embargo todas las campañas al respecto no han dado los resultados esperados. Si bien en algunas ciudades se ha logrado que las hinchadas se comprometan a no agredirse, esto funciona parcialmente en las tribunas y alrededores de los estadios, pero las ‘barras bravas’ se citan y desafían en otras zonas en donde protagonizan  batallas campales. A ello se suma que a diario se conocen casos de personas, sobre todo jóvenes, que son agredidas por el solo hecho de portar camisetas u otras prendas alusivas a equipos de fútbol.

Como este tipo de tragedias viene en aumento, ya muchos alcaldes han tomado la decisión de no permitir el ingreso a sus jurisdicciones de las barras de los equipos visitantes como medida preventiva para evitar enfrentamientos y otros actos vandálicos. Sin embargo, esa no es la solución definitiva. Como tampoco lo es la agravación de las penas para quienes maten o hieran a otro por motivos derivados de una desviación criminal de la pasión futbolística. Ya el Código Penal contempla condenas lo suficientemente altas para los homicidas, con agravantes igualmente drásticos cuando las víctimas son menores de edad o personas en estado de indefensión. Pero aun así la violencia alrededor de este deporte no disminuye.

En varios sectores están esperanzados en que funcionen medidas adoptadas por la cúpula del fútbol profesional colombiano, como la orden de carnetizar a todos los aficionados y así controlar su ingreso a los estadios y facilitar la identificación así como las  sanciones penales, disciplinarias y administrativas a los aficionados violentos, incluyendo la prohibición de por vida para entrar a los escenarios. Este proceso va a medio camino, al igual que la instalación en los estadios de cámaras de alta tecnología para vigilar las tribunas y detectar a los desadaptados, así como a las personas que venden drogas e ingresan elementos prohibidos a las gradas.

Todo lo anterior lleva, entonces, a la misma conclusión: lograr que el fútbol se juegue en paz pasa no solo por las medidas sancionatorias o prohibitivas, sino principalmente por un esfuerzo pedagógico y cultural eficaz y de amplio espectro. Un esfuerzo que no sólo abarque a los integrantes de las llamadas “barras bravas”, sino a las hinchadas en general, asistan o no a los estadios. Incluso podría decirse que debe impactar a toda la población, ya que en el fondo lo que existe es un grave problema de intolerancia.

No es una tarea fácil, como es propio de toda cruzada que implique un cambio sociológico. Ya en Inglaterra, por ejemplo, que se había convertido en el paradigma de la lucha contra los hinchas violentos, hay alertas por el resurgimiento de los llamados  “hooligans”. Sin embargo, es necesario redoblar esfuerzos porque no se puede permitir que semana tras semana se pierdan más vidas por una mal entendida pasión futbolística.