Kuczynski, el lamento de un tecnócrata | El Nuevo Siglo
Foto AFP
Viernes, 2 de Marzo de 2018
Redacción internacional
Estudió en Oxford y Princeton y trabajó en Wall Street muchos años, pero PPK, como lo conocen en Perú, nunca convenció a sus electores. Su desfavorabilidad llegó a rozar un dígito, factor, que sumado a la corrupción, lo apartó de la Presidencia, después de 20 meses de haberla asumido

_________________________

SÓLO duró en el poder un año, siete meses y 21 días. Era inminente la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski (PPK), aunque en la política nada parezca ser así. En este caso, como en muchos otros, queda claro que un Presidente no se salva dos veces de un proceso de destitución. No se salvó Dilma Roussef, tampoco pudo Fernando Lugo en Paraguay y lo mismo le pasó a Alberto Fujimori, parte del escándalo que terminó por tumbar a un hombre cuya cara refleja benevolencia, pero sus actos, hasta no comprobarse, son todo lo contrario: se corrompió.

El proceso de destitución de PPK -como lo conocen en Perú- empezó hace tiempo. El 20 de diciembre de 2017, en un largo debate, el Congreso salvó al Presidente de ser destituido, tras apoyar su continuidad, pese a las acusaciones en su contra por su presunta relación con la constructora brasileña Odebrecht. Al final no fue removido del cargo, pero la oposición no se dio por vencida.

Con una popularidad de menos del 15% -el único mandatario que está más bajo es Temer- Kuczynski comenzó el año, confiado en que controlaría a sus contradictores. Intentó todo. A tal  punto que, presuntamente, sus ministros quisieron comprar a algunos congresistas con obras a cambio de votos, en la antesala al segundo proceso de destitución en su contra que tendría lugar hoy en el Congreso. Todo esto quedó grabado en un video.

“Aparecieron grabaciones editadas y selectivas, que daban la impresión de que el Gobierno estaba ofreciendo obras a cambio de votos”, dijo el hasta ayer mandatario peruano, quien defendió su inocencia en la última alocución presidencial.

Esto llevó a que, según algunos medios peruanos, el Presidente desistiera de ir al Congreso y anunciara su renuncia anticipadamente. El vicepresidente, Martín Vizcarra, ahora asumirá el cargo. Si no acepta, empieza un dispendioso trámite.

Versiones encontradas

Kuczynski hubiese podido renunciar el martes o el jueves, pero prefirió el miércoles, un día antes de someterse al escrutinio de un Parlamento –cómplice- que sabía de antemano sus presuntos negocios con la multinacional Odebrecht, cuando era ministro del extraditable Alejandro Toledo, prófugo en Estados Unidos.

Perú vuelve al descalabro institucional, por la corrupción y la ilegitimidad de la clase política. Los ciudadanos, tras la salida del Presidente, no sólo pidieron su judicialización, sino que, además, exigieron que el Congreso sea revocado

El Comercio, de Lima, cuenta que el hasta este miércoles Presidente, tenía todo listo para la moción de destitución en el Congreso, con el propósito de presentar aquellas pruebas que confirmaban su inocencia, la cual fue puesta en entredicho por una “artimaña de demolición en contra del Gobierno”.

Pasó la noche y todo cambió. El gabinete ministerial le pidió en pleno que diera un paso al costado. Si no lo hacía, cuenta el diario, los ministros le presentarían una renuncia protocolaria, sin excepción alguna. Impactado, PPK se vio obligado a dimitir en la mañana del miércoles. Fue tal el golpe que grabó un video previo y evitó dirigirse a los peruanos en directo, como se suele hacer.

Como en los 90

Perú vuelve, como dos décadas atrás, al descalabro institucional, por la corrupción y la ilegitimidad de la clase política. Los ciudadanos, tras la salida del Presidente, no sólo pidieron su judicialización, sino que, además, exigieron que el Congreso sea revocado y se convoque a elecciones inmediatas.

En el medio de todo está el fujimorismo, dividido en dos vertientes, altamente polarizadas. La excandidata presidencial, Keiko, lidera una de ellas, y fue la principal líder opositora durante los 20 meses que duró PPK en el poder. Su hermano, Kenji, cedió ante el ofrecimiento del Presidente de indultar a su papá, Alberto, por “razones humanitarias”, situación que fue criticada por diversos organismos multilaterales.

El fujimorismo, más fuerte que nunca, luego de casi veinte años de oposición, ve en esta coyuntura una oportunidad de oro para volver al poder, sea mediante Keiko o Kenji. Mientras tanto, el APRA, de Alan García, no tiene una fuerza importante en el legislativo, al tanto que la izquierda tampoco es representativa.

Perú, como dice el editorial de La República, de Lima, vuelve a estar frente a un momento “como a fines de los 90, frente a un momento crítico, sublevante”. La salida anticipada de Kuczynski le permite a las fuerzas del expresidente Fujimori ser la principal alternativa, aunque constitucionalmente el encargado de tomar las riendas del país sea el vicepresidente, Martín Vizcarra.

La Constitución, en su artículo, estipula que el segundo al mando debe asumir el papel de Vicepresidente, luego de la aceptación del Congreso. Embajador en Canadá y dedicado a la construcción hasta 2010, cuando saltó a la política como gobernador de la región Moquegua, sur del país, Vizcarra es un hombre conocido por su perfil social, aunque criticado por la oposición por llevar a cabo la locomotora minera, de la mano con el saliente Presidente.

Reforma constitucional

En Perú, ante la inminente salida de PPK,  la idea de implementar una reforma constitucional ha tomado fuerza, para recortar el mandato de Vizcarra, quien, de seguir la Constitución, gobernaría casi tres años y medio.

En 2000, después que Alberto Fujimori fuera destituido, el presidente provisional, Valentín Paniagua, creó una Comisión Nacional para reformar la constitución peruana, que recortó el periodo y llamó a elecciones, en las que ganó Alejandro Toledo.

Muchas voces se han sumado a esta propuesta para salvar al país de la desinstitucionalización, pues Vizcarra, también miembro del Partido Peruano Por el Kambio (PPK), no contará con mayorías en el Congreso y enfrentará un desgobierno marcado por una herencia de impopularidad de su antecesor.