La eliminación de los ceros | El Nuevo Siglo
Sábado, 3 de Marzo de 2018

Si a los países se les hiciera un examen psiquiátrico por medio del cual se pudiera establecer cuál es la manera de actuar colectivamente, al nuestro,  Colombia, bien se le   podría atribuir el de que su temperamento es conservador, no desde el punto de vista político, pero si a través de esa expresión, bien puede decirse que se trata de un cuerpo social que no es del todo amigo de los cambios y menos si estos son bruscos.  Remitámonos a nuestra Constitución, que nos duró desde 1886 hasta 1991, más de cien años; claro que en ese período hubo algunas modificaciones pequeñas para acomodar lo que se había previsto en el siglo anterior; pero como la vida es dinámica, hubo necesidad de armonizar nuestra ley básica a ciertas condiciones  que imponía el temperamento y las costumbres de los ciudadanos que la tuvieron como su norma de conducta ciudadana. En los últimos años durante los cuales duró vigente, fue respetada. 

Pero bueno en 1991, quienes se supone que saben de estos temas resolvieron convocar una constituyente cuya meta era revisar y corregir de acuerdo a factores nacionales e internacionales, la Constitución llamada con mucho orgullo y satisfacción del 86, nos dimos entonces la  del 91 que es nuestra ley básica de hoy. En su elaboración participación  las facciones políticas  vigentes en esa época.  Uno de los presidentes fue  Álvaro Gómez Hurtado cuya inteligencia y sano criterio hemos extrañado en esta época de tanta desorientación de la opinión pública, cuando su recto criterio hubiera servido de sana orientación. Siempre nos dijo que las normas que nos regían eran tan buenas y sanas que solamente era necesario aplicarlas con buen criterio. El constituyente del 86 fue sabio y previsivo; de lo contrario su vigencia no hubiera  traspasado un siglo.

Se nos han ocurrido estas reflexiones a propósito de la iniciativa de modificar el valor de nuestro papel moneda que no es otra cosa que la de cambiar la denominación de los billetes haciendo que éstos, que no son otra cosa que instrumentos respaldados por el Banco de la República, cambien la denominación. Sin olvidar que  junto con la bandera,  el escudo y el himno nacional son la  imagen de la soberanía. Un billete de cincuenta mil pesos, de acuerdo con lo propuesto, se convertiría en otro de cincuenta pesos. Así la práctica de guardar los billetes sería menos complicada. La dispersión de moneda quedó organizada a partir de la famosa misión Kemmerer, en 1923,  siendo Presidente Pedro Nel Ospina  y quiérase o no, una, de las consecuencias de la regeneración. Hace prácticamente un siglo que el patrón peso habilitaba al poseedor de un billete a pedir al Banco de la República su redención por el equivalente en oro. Hoy esto ha cambiado puesto que el patrón oro  ha sido complementado  por la riqueza nacional.

Queda abierta a la imaginación de los colombianos sobre este tema. La controversia que, seguramente incluirá, el cambio del nombre de la nueva unidad monetaria.