Dinosaurios de coctel | El Nuevo Siglo
Viernes, 21 de Abril de 2017

Las redes se han llenado de mensajes de alerta sobre los demonios  que -camuflados entre el cine y la televisión- amenazan con torcer la moral de  los niños del mundo.  Lo paradójico es que estas producciones catalogadas por algunos  como altamente nocivas, son hechas por  Disney Channel. Sí. El mismo Disney que amamos y sin ninguna prevención les sintonizamos a nuestros hijos, hoy está siendo juzgado por -supuestamente- incentivar en criaturas de 3 a 12 años, conductas homosexuales.

Los mensajes de alerta enviados por los moralistas (¡ojo!: no las películas ni las series denunciadas, sino la intolerancia de los denunciantes) revientan  mi  pacienciómetro. Me impresiona que 17 años después de iniciado el siglo XXI, haya tanto dinosaurio de coctel rondando por ahí, con voz, voto y audiencia.

Apuntar a  que llas nuevas generaciones prefieran incluir en vez de  juzgar, y entiendan que no existe un modelo único  de  familia, no puede interpretarse como una incitación a  la  homosexualidad. ¡A ver, no seamos tan absurdos!

¿Por qué es  aberrante que dos mujeres que adoptan una niña, protagonicen una serie de televisión que invita a no discriminar a los pre-escolares que carecen de padre hombre-macho-varón?

Los denunciantes equiparan la homosexualidad a una patología de pecadores; así es que en vez de rosas y astromelias sembremos helechos gigantes, porque vamos derechito a Jurassic Park.

Me pregunto ¿Cuántos de los moralistas que se dedicaron a armar los videos con las escenas más “pervertidas” de Disney (adjetivo usado por los adalides del  “bien”), son inmaculados, considerados y respetuosos con sus parejas heterosexuales? ¿Cuántos están criando hijos felices, y le apuestan a la cariñoterapia y a la autonomía, más que a las artimañas, al maltrato y a las fachadas impolutas (otra palabra que le encanta, ya sabemos a quién)?

Si Disney se la está jugando al presentar poblaciones reales que existen y tienen derechos no es por retar  ni por sacarse clavos históricos; es para que los nuevos niños no sucumban ante los martillos histéricos de los fariseos. Para que no se cojan a puños ni a tiros, ni los expulsen de las escuelas o se lancen por los puentes, desesperados por el bullyng y la presión.

Discriminar a la población LGBTI es tan bajo y anacrónico como la segregación racial, estética  o religiosa.

Con el mismo sentido de los descendientes del inolvidable Walt, respaldo la nueva publicidad del Banco de Colombia. Han llovido incendiarias babas de tiranosaurio, pero no desfallezcan. Como diría Juanes, "It's time to change", y  celebro que un banco esté liderando esta cambiatón. Le "están poniendo el alma" a desterrar prejuicios y eso es algo tan valiente como necesario.

Algún día reconoceremos el daño que hemos cometido y permitido cometer: El silencio de los inocentes no es sólo el título de una película magistral; es el llamado de la conciencia a repensarnos, sin velos ni artificios, y que no sigamos matriculados en las grandes ligas de la hipocresía.

Si Disney hubiera hecho estas series hace 50 años, probablemente hoy no habría ni más ni menos homosexuales en el mundo; y quizás nos parecerían más censurables  las expresiones de odio, que los distintos códigos que usa el amor.

ariasgloria@hotmail.com