Con marcianitos verdes, Nona evoca la dictadura chilena | El Nuevo Siglo
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Martes, 24 de Abril de 2018
Claudia Beltrán

Una mirada desde sus recuerdos de infancia y adolescencia, los que mezcla con la cultura pop e investigación para evocar y criticar la dictadura de Augusto Pinochet es, en síntesis, lo que hace Patricia Paola Fernández en cada uno de sus libros.

Esta escritora chilena, más conocida como Nona Fernández, fue la ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara por “La dimensión desconocida”, obra que relata la historia de un agente de la policía secreta quien, en plena dictadura, entrega su testimonio sobre la misma a una periodista de una revista opositora.

EL NUEVO SIGLO habló con esta invitada a la Feria del Libro de Bogotá.
EL NUEVO SIGLO.- ¿Este punto de vista de los niños en los que narra las historias de sus libros busca evocar recuerdos de su infancia?

NONA FERNÁNDEZ.- Yo creo que tiene que ver con una vivencia. Yo nací en dictadura, bueno yo nací en el 61 y el golpe fue en el 73. Así, mi infancia y mi adolescencia las viví en dictadura. Para cualquier autor o persona, esas son épocas fundacionales y en términos creativos son súper importantes. Para mí fue un imaginario especial, dictatorial y relativamente complejo. Entonces, claro, el punto de vista de los niños tiene que ver con mi propia vivencia, con tratar de recuperar la mirada de mi generación, ahí, en ese escenario.

ENS.- ¿Por qué escoger el videojuego “Space Invaders” como tema del libro?

NF.- El videojuego es un juego ochentero, que era parte de nuestra época, el cual jugábamos bastante. Es muy curioso porque trata de matar a alguien y en algún momento de escribir el libro encontré una gran metáfora de ese tiempo y que era sobre cómo esos niños éramos un reflejo de los marcianitos, cómo eso niños de izquierda podíamos ser como esos marcianitos que los terrícolas querían eliminar, cómo a las grandes marchas a las que asistíamos, terminábamos mojados, golpeados y hasta encarcelados. Así, de alguna manera, éramos extraterrestres que eran mal mirados por el mundo terrícola. Esta metáfora que era muy interesante, muy generacional, me iluminaba el libro.

ELN.- Usted cree que el Centro de Memoria Chileno no honra a las víctimas, ¿Por qué?, ¿Considera que por eso se siguen presentando los cacerolazos y las marchas como una forma de apropiarse de ese sentimiento?

NF.- Yo siempre lo digo, aplaudo el Museo de la Memoria chilena. Encuentro que es una gran iniciativa y siempre he pensado que está bien que exista, pero claro las curatorías de los museos son particulares y personalmente siento que es una escogencia que tiene que ver con el mundo de la transición chilena, con la concertación y yo no comulgo con esa mirada. Frente a eso tengo mi visión crítica. Insisto que lo aplaudo, es un museo de reparación para las víctimas y es muy importante que este ahí. Pero es una parte de la historia que está contado con un guion que yo lo encuentro cuestionable por cómo se han dado las cosas. Pensemos que el cambio chileno fue algo pactado con los militares y que la democracia es algo acordado y que la clase política que hizo los acuerdos y que desarrolló la transición chilena, que es la que abre ese museo de la memoria. Sin embargo jamás reconoció su propia relación con el golpe y lo que pasa después de la dictadura. Y ahí es donde yo me pongo crítica. En mi libro “La dimensión desconocida” hago una crítica de este museo.

También porque soy muy recelosa de las versiones oficiales. Creo que son lugares de memoria que tienden como anquilosar la memoria en vez de mantenerla activa y creo que la memoria deber ser un monstruo que debe estar activo siempre para que nos esté cuestionando y haciendo reflexionar. Por eso siempre soy un poco suspicaz de los museos, de los relatos de historias, creo que siempre hay que mirarlos como una parte de la realidad pero no como la realidad completa. Además, lo interesante de los lazos de la memoria histórica es que es debe ser una memoria construida entre todos para que sea efervescente, muy viva y hecha con retazos de relatos de todas las partes.

ENS.- ¿Cómo cree que esa memoria está creciendo en las nuevas generaciones?

NF.- Yo creo que hemos pasado por muchas etapas. Cuando se vivieron los 40 años del golpe militar hubo una especie de merchandising de la memoria, una casi comercialización de la remembranza de la que quedamos completamente abrumados de programas, de libros, de documentales, de todo. Se nos dio de alguna manera permiso para recordar todo aquello que no nos habían permitido durante muchos años. Se abrió la compuerta e hicimos mención. Yo creo que la sociedad chilena vive en una especie de continuo ciclo de recordar y olvidar.

A partir de los noventa, el pacto con los militares tenía una de las patas, que era el olvido. Mantener la fiesta en paz, sigamos para adelante y no cuestionemos la barbarie, pues todos queremos mirar hacia el futuro y que Chile fuese un país tranquilo. Pero claro, los hechos del pasado, salvo algunos casos emblemáticos que se pactó que fueran a juicio, aquellos casos más particulares, menos conocidos, sin embargo hay muchos que hasta hoy la justicia no  ha esclarecido.

Y aunque tuvimos un proceso de ecuanimidad importante, hay cantidad de sucesos que ya no se van a resolver porque los responsables y los cómplices murieron. Eso es historia perdida y eso es lo que nos preocupa en el tema de la memoria, por ello tratamos de ponerlo en el tapete constantemente para no olvidarla, no como una manera de homenaje, sino como una manera de estar cuestionando nuestra propia realidad.

ENS.- ¿Cómo la cultura pop tiñe sus libros?

NF.- Cuando yo hago el ejercicio de recordar, todos lo que tiene que ver con esa época está ligado a la televisión y a la cultura pop. Tiene que ver con el imaginario de ese tiempo y en el momento de poner en escena, esas imágenes se cuelan en mí y en mis relatos. Lo otro también es que cuando he empezado a tomar conciencia de que eran historias bastante feroces, que tenían que ver con esos tiempos, me di cuenta que esas historias que yo las había escuchado, siempre eran muy serias y muy solemnes porque eran y son muy fuertes. Yo sentía que había que desordenarlas de alguna manera, porque esa etiqueta dejaba a los que escuchábamos un poco afuera y sentía que, en rigor, debía apropiarme de esa época y de esos relatos, con mi propio imaginario que tiene que ver con la cultura pop en la que fui criada, con la televisión, ya que fueron tiempos en donde no se salía tanto a la calle y los medios presentes con su chatarrería. Por eso están ambientadas con el “Space Invaders”, “Twilight Zone” y “Los caza fantasma”.