Contragolpe en “guerra comercial” | El Nuevo Siglo
Martes, 3 de Abril de 2018
  • EU y China se muestran los dientes…
  • ¿Negociación directa, única solución?

Las dos principales potencias económicas a nivel mundial están en pleno pulso comercial. A la decisión de Estados Unidos, días atrás, de imponer un aumento de aranceles a los productos de China, por un monto que llegaría a los 60 mil millones de dólares, respondió ahora la nación asiática con una medida similar, aunque con un costo que no iría más allá de los 3 mil millones de dólares.

Las bolsas y mercados de capitales de todo el mundo se vieron golpeados ayer por la respuesta china, pero cómo aún no está claro el universo de productos, el tiempo de vigencia de las medidas ni tampoco los porcentajes diferenciales que se aplicarán a las importaciones de lado y lado, el impacto  real de esta “guerra comercial” se desconoce.

Los expertos en geopolítica y comercio mundial advertían ayer que las decisiones de Washington y Beijing generan una alta incertidumbre, no sólo por el efecto ‘dominó’ que producen en una economía profundamente interconectada a nivel global, sino porque otras potencias como la Unión Europea, Rusia o Canadá, o las economías de países emergentes, tendrán que tomar precauciones para no verse impactadas por el encarecimiento de miles de materias primas y productos con valor agregado que, incluso, podrían empezar a ser triangulados para saltarse las barreras arancelarias anunciadas.

De igual manera, no se puede desconocer que hay un telón de fondo político en todo este pulso entre Estados Unidos y China, más aún después de lo que está ocurriendo con Corea del Norte y la posibilidad de diálogo de esta con Corea del Sur y la propia Casa Blanca.

Ese particular contexto geopolítico es lo que explicaría por qué las movidas en esta “guerra comercial” no se han dado en el marco de los mandatos de la Organización Mundial de Comercio, como ente regulador global, sino bajo premisas unilaterales y retaliatorias de ambas potencias. Queda, una vez más, en evidencia que muchos de las instituciones multilaterales tienen una limitada capacidad de maniobra cuando se trata de reglar las acciones de los países con mayor poderío. Un caso muy similar al del Consejo de Seguridad de la ONU que no en pocas ocasiones se ha visto desconocido o rebasado por decisiones unilaterales de las potencias.

Es claro que hay un déficit comercial entre Estados Unidos y China que afecta fuertemente a los intereses norteamericanos pero dicho desbalance, superior a los 375 mil millones de dólares anuales, no es nuevo ni mucho menos producto de un hecho coyuntural. Es más, el estimado de los 60 mil millones en sobrecostos a las importaciones asiáticas podría ser mucho menor, según lo han advertido distintos estudios privados en Washington.

Para no pocos analistas, la “guerra comercial” entre Washington y Beijing puede terminar siendo apenas un desafío episódico que daría lugar al inicio de unas negociaciones al más alto nivel para tratar de equilibrar la balanza de importaciones y exportaciones. Esa tesis tiene más piso aún si se tiene en cuenta que ninguna de las dos naciones tocó en sus respectivas barreras arancelarias los productos de mayor peso en su intercambio económico.

También es claro que el presidente Donald Trump ha acudido a estrategias similares  con otros países y bloques económicos como vía para forzar la renegociación de tratados bilaterales o multilaterales, siempre bajo la excusa de que es necesaria la fijación de nuevas reglas del juego en materia arancelaria y de protección de intereses de las empresas y trabajos en su país. De allí que las catalogue bajo la premisa de “seguridad nacional”. La movida más reciente de la Casa Blanca en torno a incrementar los impuestos de importación de acero y aluminio –medida que incluso golpeó a Colombia-, los peros al funcionamiento de la OCDE e incluso la renegociación de tratados como el TLCAN, son una prueba de ello.

Sin embargo, en el caso de China la cuestión puede ser a otro precio, no solo por la fortaleza de la economía asiática y su fuerte penetración en varios rubros productivos norteamericanos, sino porque una parte de ese avance extranjero en el mercado estadounidense se dio por cuenta de medidas adoptadas en el gobierno Obama. Medidas que un Trump más proteccionista y empeñado en equilibrar las cargas comerciales considera negativas porque producen no sólo un mayor déficit sino anomalías en materia de respeto a la propiedad intelectual, reconocimiento de patentes y copiado de tecnología.

Aunque hay que esperar la reacción de la Casa Blanca, lo cierto es que cada vez es más evidente que la “guerra comercial” entre ambas potencias escala en su nivel de hostilidades y sólo una negociación directa puede neutralizarla.