La frontera del miedo | El Nuevo Siglo
Sábado, 14 de Abril de 2018
  • Aleve atentado contra la prensa
  • Desborde fronterizo de la guerra

El incremento angustioso de los episodios de violencia en nuestro país, desde cuando se firmaron los acuerdos de paz en La Habana y luego se refrendaron en Cartagena y después en el Teatro Colón, contrasta con los esfuerzos de altos funcionarios de la Casa de Nariño por minimizarlos e insistir en que transitamos ya por el posconflicto. Esos mismos funcionarios son los que afirman que en las zonas que estuvieron en manos de las Farc la presencia de los disidentes y otros grupos armados es esporádica y residual. Sin embargo, a la luz de la creciente crisis de orden público es claro que el Gobierno nacional, como consecuencia de su enfoque excesivo en el proceso de paz, afectó el margen de acción y hasta el presupuesto del sector de Defensa y seguridad, lo que ha contribuido al debilitamiento del accionar de las Fuerzas Armadas, que hoy parecieran tener menos capacidad operativa para contrarrestar viejos y nuevos fenómenos de violencia.

Pese a que ya el grueso de las Farc se desarmó, a la Fuerza Pública le está costando mucho trabajo enfrentar la intensificación de las actividades ilícitas del Eln, las bandas criminales, los carteles del narcotráfico, las propias disidencias de la guerrilla desmovilizada y la delincuencia común que azota muchas zonas urbanas y rurales.

Ese rebrote de la violencia no se limita al territorio colombiano, sino que sus efectos y agentes se sienten también en las fronteras de Ecuador y Venezuela.

Precisamente, en esa franja limítrofe sur, en donde gran parte del territorio está sembrado de matas de coca, un equipo periodístico del prestigioso diario ecuatoriano El Comercio había sido secuestrado hace 20 días y ayer se confirmó, en medio del estupor y la indignación, que los cautivos fueron asesinados por sus captores, disidentes de las Farc al mando de alias ‘Guacho’. Según el presidente del vecino país, Lenín Moreno, se evidencia así un proyecto macabro que desde un primer momento contempló matar a los trabajadores de la prensa, pese a que habían pedido ‘intercambiarlos’ por tres capturados por las autoridades de esa nación que serían familiares del señalado cabecilla.

A juicio de algunos expertos, estos grupos armados que se apartaron del acuerdo de paz están poniendo en práctica un plan terrorista para adueñarse a sangre y fuego de muchas zonas colombianas que antes controlaba esa guerrilla hoy desmovilizada. Plan que podría extenderse allende de las fronteras con el objetivo de poner en jaque al gobierno nacional por medio de la afectación de países como Ecuador.

Lo cierto es que los disidentes de las Farc y los frentes de guerra del Eln vienen aumentando sus ataques contra las Fuerzas Armadas y la población civil en distintas zonas del país, lo mismo que atentan contra la infraestructura petrolera, vial y energética casi a diario. Y no sólo es el caso de la frontera sur. En la región limítrofe con Venezuela el Eln y los restos del Epl hostigan a los uniformados, secuestran a funcionarios y particulares, narcotrafican al por mayor y cuando las autoridades se les acercan huyen a sus guaridas en la vecina nación.

El asesinato del equipo periodístico de El Comercio no puede quedar impune. El gobierno de Moreno, presionado por distintos sectores de su país, anunció ayer grandes operativos militares en la frontera, en coordinación con las autoridades colombianas. Ojalá esa vez sí den los resultados esperados. Ya no se puede intentar esconder por más tiempo una verdad irrefutable: la violencia sigue en Colombia y se desborda por sus regiones limítrofes. Alias ‘Guacho’ es un ejemplo de esa peligrosa situación. En diciembre del año pasado por la zona de Tumaco dejó una estela de asesinatos en busca de imponerse por la vía del terror. Trata de mantener el control a sangre y fuego de las zonas cocaleras, como de las rutas de transporte de los alijos de droga.

Es innegable que el gobierno de Colombia ha tratado de retomar el control de la frontera sur. Hay numerosos contingentes en la zona de Nariño y son múltiples los operativos para capturar a ‘Guacho’ y sus hombres. Sin embargo, éste sigue delinquiendo y perpetrando los peores crímenes.

Semejantes episodios de terrorismo en medio de la predica de paz y de la mano tendida oficial, deben motivar a los colombianos de toda condición a despertar y unirse contra los violentos. Debe crearse un frente monolítico de respaldo y solidaridad a favor de la Fuerza Pública, el orden, la legitimidad y la democracia. El Estado continúa siendo desafiado y debe responder con contundencia a los violentos, aplicándoles el imperio de la ley.