¿Por qué Raúl seguirá gobernando Cuba? | El Nuevo Siglo
Foto Xinhua
Domingo, 22 de Abril de 2018
Pablo Uribe Ruan
El máximo líder de la isla entregó la jefatura del Consejo de Estado al que fungía como su vicepresidente, Miguel Díaz-Canel, quien estará en el cargo por diez años. A pesar de ello, permanece en el Partido Comunista, controla las Fuerzas Armadas y, Lazo, el Presidente de la Asamblea, es una de sus fichas. Sigue ahí. Sigue presente

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LA INFRAESTRUCTURA de La Habana está intacta, después de 60 años. Bañada en cal y arena, sus edificios muestran que en Cuba el tiempo ha pasado, las grietas entre el concreto han crecido y  la “Revolución” de los Castro se mantiene, empujada por un cambio de cara que no es más que eso: una imagen, por lo pronto.

Para la mayoría de personas, la llegada como jefe del Consejo de Estado y de gobierno de Miguel Díaz-Canel no es más que un relevo para que Raúl Castro mande desde su casa. No más. Antes del miércoles, significaba mucho, pero después del discurso que pronunció en la Asamblea Nacional quedó claro que continuará, como él mismo dijo, con el legado de los Castro.

El continuismo

Era ingenuo pensar que este líder, nacido en Holguín, fuera a decir otra cosa. Frente a él, durante dos días, 605 diputados estaban presentes para confirmar que una nueva cara dijera lo mismo que Fidel, Raúl y toda la “generación histórica”, un grupo de hombres leales a los hermanos Castro que derrocaron a Fulgencio Batista, el dictador que huyó hacia los Estados Unidos.

Los cambios, en países gobernados por un partido único, son lentos, pecaminosos y, ante todo, llenos de traiciones. Herederos de un pasado soviético, Fidel Castro solía decir “Viva la Unión Soviética”, mientras a miles de kilómetros de La Habana se caía una comunidad de países socialistas que experimentó cómo la mala gestión rompía con un modelo de casi 75 años.

Llegó, entonces, el cambio. Pero éste no vino como lo esperaban los viejos integrantes del Politburó (asamblea soviética). Representando nuevos intereses, Mijaíl Gorbachov lanzó un agresivo plan de reestructuración económica que se conoció con “la perestroika”, que no fue más que la sentencia final de la Unión Soviética para los ortodoxos.

“Perestroika” en ruso significa reestructuración y para los cubanos es una palabra en ruso que, aunque no es desconocida por el aparato de propaganda revolucionaria, trae malos recuerdos. Su implementación, en la década de los noventa, fue el inicio del declive de las relaciones entre La Habana y Moscú, que conllevó a los apagones y a la escasez de alimentos, un momento conocido como “el periódico especial”.

El cubano no quiere repetir ese periodo. También se niega a repetir las consecuencias de la “perestroika”. Pero, en su gran mayoría, quiere una reestructuración económica, algo que de manera insípida implementó Raúl Castro y a lo que no se atreve, al menos ahora, Díaz-Canel.

“No hay espacio para una transición que destruya tantos años de lucha”, afirmó el nuevo jefe del Consejo de Estado. “Seremos fieles al legado de Fidel Castro, líder histórico de la Revolución y también al ejemplo, valor y enseñanzas de Raúl Castro, líder actual del proceso revolucionario”

 

AFP

No se transforma

El jueves, después de las palabras de Díaz-Canel, parecía que todo estaba preparado, como siempre lo ha estado. En la isla no conocen lo que es improvisar a lo Günter Schabowski, cuando, el 9 de noviembre de 1989, intentó argumentar lo imposible: la caída del Muro de Berlín.

Un presentador cubano, de esos que llevan años en las cadenas públicas diciendo “imperialismo”, “comandante” y “pueblo”, hizo uso de las nuevas tecnologías (Twitter), restringidas por el régimen, para que los televidentes siguieran el numeral #SomosContinuidad. Muchos esperaban que, al menos, hubiese pedido algo como #Díaz-Canel, #Raúl o #la Revolución.

Aparentemente, su llamado no buscaba ser viral; le era imposible. Ya que en la isla de 11 millones sólo 11.980 hogares tienen conexión a internet y “una hora de navegación cuesta un dólar mientras el salario medio apenas ronda los 30 mensuales”, según Abraham Jiménez, de El Estornudo (portal independiente en Cuba).

Los esfuerzos del gobierno entrante, como los del presentador, están dirigidos a continuar con lo que se ha hecho. Buscan que el sistema se mantenga con una economía planificada, lejos de liberalizarse y abrir los mercados, y la política esté manejada por un partido único, omnipresente en todas las estructuras del Estado. Ni “perestroika”, ni “glasnot”, como quien dice.

No es la envoltura de progresista, al menos ahora, suficiente para el cambio. Vestido con bermudas, Díaz-Canel, desde que asumió la jefatura de la provincia de Holguín (1993), ha dado la imagen de fresco. Llegaba a su oficina en bicicleta, mientras que charlaba con la gente sin la tenacidad del verbo militar dominante entre las élites cubanas.

Nunca se le ha visto con uniforme militar verdeolivo, como a Fidel, Raúl o Machado Ventura. Pero en el discurso de apertura dejó claro que “Cuba seguirá siendo verdeolivo”, dando a entender muchas cosas, entre ellas, que la estructura militar se mantiene viva, inamovible para cualquier cambio.  

Ramiro Valdés y José Ramón Machado Ventura, dos de los comandantes que derrocaron a Batista en 1958, son las cabezas más visibles del Partido Comunista Cubano (PCC), al que Díaz-Canel le rinde cuentas.

A lo chino, pero sin chinos

La estructura del máximo órgano político de la isla, el PCC, ha sido modificada por Raúl, buscando que haya recambio en los cargos más altos. El jefe del Consejo de Estado, según la última reforma, sólo podrá gobernar dos periodos y los miembros del Comité Central del Partido tendrán que ser menores de 60 años y deberán retirarse antes de los 60.

Con sólo dos períodos, Díaz-Canel evidentemente no tendrá el tiempo que tuvo Fidel Castro para implementar su proyecto socialista. El esquema focalizado en el recambio del poder lo obliga a correr, ser cauto o bajar la cabeza. Lo último, aparentemente, es lo que a corto plazo va pasar. Más adelante, se verá si crea alguna autonomía en sus decisiones.

Si hay nuevo jefe del Consejo de Estado, ¿por qué Raúl sigue mandando? Esta pregunta tiene varias respuestas. La Constitución cubana establece que el PCC es “la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”. En ella, el máximo dirigente es Castro, quien a pesar de dejar el gobierno, mantiene su voz en el partido.

La influencia de Castro, como es apenas entendible,  va más allá de la colectividad. Raúl controla la Asamblea Nacional del Poder Popular –buró- a través de Esteban Lazo, un hombre de su extrema confianza. Este órgano representativo ha sido el encargado de decretar a Díaz-Canel como jefe de gobierno, algo que ya estaba decidido por la cúpula castrista, pero requería ¿un acto de solemnidad democrática?

Además, al tratarse de un régimen castrista –por apellido y por los militares- las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que son leales a Castro, juegan un papel determinante en la estabilidad del gobierno, quien fue ministro de Defensa por 47 años, hasta 2006.

De acuerdo a la BBC,  “Raúl ha nombrado a todos los oficiales con mando y los ha llenado de privilegios. Incluso ha cuidado el destino económico de los amigos jubilados asignándoles puestos en el área dólar, que es la única habitable”. La fórmula que ahora emplea Nicolás Maduro en Venezuela, como ven, no es nueva.

No quiere decir que no existan resquemores dentro del PCC, un partido cuyos miembros siempre creyeron que por línea sucesoral reemplazarían a los Castro. “En este circo revolucionario no hay ningún payaso; ¡todos son fieras!”, le resumió un hombre al periódico El Mundo de España.

Apatía

La apatía le ganó a la expectativa. Eran 59 años de un mismo apellido, pero la ceremonia pareció una más de las que celebra el Partido Comunista cada mes. De aposta o porque le salió así, la llegada de Díaz-Canel no tuvo el interés que se esperaba en los cubanos.

“La Habana despierta después del "Día D". Nada parece haber cambiado: la gente sale al trabajo para ganar una miseria a fin de mes y la mayoría de mis vecinos asegura no haber visto la televisión en varios días”, escribió la activista Yoani Sánchez.

Bloqueados por el miedo a participar -esta semana fueron detenidos los principales miembros de la oposición-, el cubano no ve la política como algo atractivo, porque, simplemente, si no es del PCC, no tiene la posibilidad de participar. Y si es del PCC, tiene que repetir lo mismo de hace 60 años: imperialismo, comandante, legado.

Desinterés no es; es aburrimiento. El cubano, cansado de que su vida sólo sea política, no puede elegir qué tipo de cine ver o qué libro leer. Eso indispone hasta al más activo de los ciudadanos, como se está viendo.

Ni siquiera los exiliados –conocidos por los isleños como “gusanos”- celebraron la llegada de Díaz-Canel. El día en que murió Fidel Castro “la gente se echó a las calles, a beber y celebrar”, le contó Reglis Laforte a la BBC, mientras se disponía a entrar al Café Versalles, donde se reúnen los opositores en Miami. “Hoy no hay nada de eso”, concluyó. 

La transformación del modelo cubano no es más que un anhelo. Los Castro siempre pensaron que su legado había que blindarlo con el hombre más cauto, hermético y tímido de toda la isla, que, aparentemente, le tiene miedo al “verde olivo”.

 

 

El grupo de Díaz-Canel

El histórico Machado

Además del propio Raúl Castro (86), que deja el Consejo de Estado, su compañero de armas José Ramón Machado Ventura, un histórico de la revolución (88 años) y que era uno de los vicepresidentes también deja ese cuerpo, aunque permanece como segundo hombre del gobernante Partido Comunista (PCC, único). 

Asimismo, sorpresivamente dejan el Consejo coetáneos de Díaz-Canel, quienes se esperaba que tuvieran importantes desempeños: Marino Murillo (57), arquitecto de las reformas económicas de Raúl Castro; y Mercedes López Acea (53), la influyente primera secretaria del PCC en La Habana.

El nuevo vicepresidente primero, Salvador Valdés, un afrocubano de 72 años, es en términos beisboleros un jugador de todas las bases, algunas de ellas opuestas: máximo líder sindical y ministro del Trabajo.

Dos hombres importantes

Aunque sin cargos específicos, permanecerán en el Consejo de Estado los actuales ministros de las Fuerzas Armadas, general Leopoldo Cintra Frías, y de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez. Ambos son miembros del Buró Político del PCC.

Cintra, de 76 años, se incorporó a los 16 a la guerrilla de Castro. Héroe en las guerras de Angola y Etiopía, es muy popular entre los oficiales cubanos por su carácter jovial y sencillez.

Con 60 años cumplidos en enero, nueve de ellos como canciller, Bruno Rodríguez, nacido en México, tiene en su haber dos importantes logros: un acuerdo de cooperación con la Unión Europea y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos.

El médico del equipo

Roberto Morales, 50 años, es el único médico del nuevo equipo de gobierno cubano y se estrena como uno de los cinco vicepresidentes que acompañarán a Díaz-Canel.

Ministro de Salud desde 2016 e integrante del Buró Político del PCC, llegó a la política en su natural Cienfuegos (centro-sur) transitando por las estructuras administrativas de los servicios médicos y del partido. La guardiana de los gastos

Gladys Bejerano, de 71 años, que se mantiene entre los cinco vicepresidentes, lidera además la Contraloría General, que supervisa los gastos del Estado.

Su permanencia en ambos cargos enfatiza el interés del nuevo gobierno por mantener un estricto control de las finanzas estatales y la lucha contra la corrupción pública.

Con apariencia de abuela venerable, Bejerano y sus colaboradores de la contraloría se convirtieron en el verdadero terror de funcionarios públicos corruptos, a quienes ha enviado a los tribunales. 

La mujer del agua

Inés María Chapman, 52 años, que preside el el Instituto Nacional de Recursos Hidraúlicos desde 2011, permanece en el Consejo de Estado, ahora ocupando una de las cinco vicepresidencias.

También afrocubana, Beatriz Johnson se estrena en el Consejo de Estado en una de las cinco vicepresidencias y con 48 años es la más joven de todos