CON cifras hasta hace poco impensables de contagios y decesos por covid-19 (este jueves fueron 380 mil y 3.645, respectivamente), India por es el más grande espejo de lo que puede ocurrir en cualquier país del mundo si se relajan las medidas de autocuidado, distanciamiento social y se incumplen los protocolos de seguridad.
El gigante asiático y segunda nación más poblada del mundo, pasó de ser modelo en la lucha contra el coronavirus tanto por mitigar su impacto en la primera ola como por la acelerada producción de vacunas ya que es el hogar del Serum Institute of India (SII), el mayor fabricante de biológicos del mundo. El año pasado, al igual que el resto del planeta, se confinó, extremó los controles sanitarios y prohibió, durante meses, movilizase dentro y fuera del país. Ello le permitió que cerrara el 2020 con un acumulado de algo más de 10 millones de casos y 148 mil decesos por el virus.
Y aunque en números absolutos dichos guarismos son altos, representaban que el 0.7% de su población se había infectado y el 0.01% había fallecido por el covid.
Pero a hoy la situación es muy diferente, preocupante y “más que desgarradora” como lo expresó el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, ya que los niveles de pandemia en lo corrido del año llegaron a 18.690.058 contagios y 207.393 decesos. Es decir, casi que duplicaron los guarismos que registraron cuatro meses atrás, lo que no solo desbordó su precario sistema sanitario, sino que literalmente lo dejó sin oxígeno y medicamentos para atender la sostenida demanda.
De igual forma y pese a que ya tiene vacunados a más de 121 millones de personas, lo que representa el 9% de su población, la otrora ambiciosa campaña de inmunización se ralentizó en grado sumo ya que buena parte de la producción se dedicó, a comienzos de año, por presuntamente tener ‘controlada’ la pandemia a exportar el biológico. Desde hace pocas semanas el Instituto Serum concentra sus esfuerzos en su país, afectando la distribución de dichos desarrollos a nivel mundial, como los acordados con el mecanismo Covax. Vale recordar que el gigante asiático producía más del 60% de todas las vacunas vendidas a nivel mundial, específicamente para 92 países.
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Ante la brutal embestida de la pandemia, que se ha hecho más fuerte desde mediados de mes, y mientras la lucha diaria la enfrenta con donaciones de respiradores, concentraciones de oxígeno y hasta tapabocas, el gobierno hindú tiene planeado que a partir de mañana cualquier residente mayor de 18 años es elegible para inmunizarse. Para ello tiene su desarrollo Covaxin, AstraZeneca y se reforzó con la rusa Sputnik V.
Pero ¿cómo pasó India haber mitigado la primera ola del coronavirus a desbordarse en la segunda?
Las razones son muchas y de diversa índole. Acendrado escepticismo, falsa seguridad tanto por una ‘espectacular’ caída en las cifras del covid registrada los dos primeros meses del año como por la creencia de una inmunidad genética, errores de gestión, relajamiento absoluto de las medidas sanitarias y, sobre todo, la aparición de una variante que conjuga dos poderosas mutaciones del virus fueron el explosivo coctel que tienen hoy a este gigante asiático en cuidados intensivos por la pandemia.
India informó de su primer caso de covid-19 el 30 de enero de 2020 y de su primera muerte a mediados de marzo del mismo año. El número de casos diarios alcanzó un máximo a mediados de septiembre, con algo más de 97.000 contagios y un millar de decesos. Ese fue considerado el pico, de la primera ola y comenzó a descender hasta llegar a una meseta epidemiológica que le permitió al gobierno flexibilizar las restricciones la primera semana de febrero de este año. La situación, reforzada con la vacunación a toda marcha para cumplir con su primera meta de inmunizar a 300 millones de personas a julio al igual la divulgación de estudios serológicos que sugerían que una gran proporción de la población presentaba anticuerpos por lo que posiblemente el país había logrado la "inmunidad colectiva" llevaron a que el uso del tapabocas y el distanciamiento social fueran cosas del pasado.
Los expertos, tanto nacionales como internacionales, emitieron en ese momento una alerta epidemiológica preventiva con miras a una posible segunda ola e inclusive advirtieron que la misma podría verse afectada por las variantes que ya circulaban en Brasil, Reino Unido y Sudáfrica. Aun no se pensaba que los hindúes tendrían la propia que, según los primeros estudios, es más contagiosa y letal debido a sus mutaciones.
A hoy, la denominada B.1.6.17 detectada originalmente en el poblado distrito de Maharashtra, no sólo disparó las infecciones y letalidad a nivel nacional, sino que se expandió rápidamente por el mundo, haciendo presencia en “al menos 17 países”, entre ellos Reino Unido, Estados Unidos, Singapur, Bélgica, Suiza, Grecia, Italia y Francia.
La variante fue un acelerador de una situación que se preveía explosiva desde el mismo momento en que se levantaron las restricciones, ya que se juntaron todas las condiciones para facilitar su rápida expansión. La primera de ellas fue la información de posiblemente la mayoría del país, a pesar de que su sistema de salud es arcaico e insuficiente para su población, había logrado la “inmunidad colectiva” con base en estudios serológicos que detectaron que millones de personas presentaban anticuerpos y, especialmente los jóvenes, que tendrían una mayor resistencia al virus lograda por su constante exposición a otros agentes patógenos.
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La segunda fue el retorno a las gigantescas aglomeraciones que fueron desde marchas de protesta de los agricultores contra las leyes agrícolas del gobierno nacionalista, pasando por los mitines de campaña para las elecciones regionales y finalizando tanto con reuniones familiares como sociales. También fueron de gran incidencia las importantes celebraciones religiosas como Durga Puja o Dussehra y sobre todo el de Kumbh Mela en Haridwar, en el norteño estado de Uttarakhand que congregó a 25 millones de peregrinos desde enero hasta ayer. Esa es la conocida celebración donde se realizan tres baños sagrados de multitudes en las aguas del río Ganges porque ello purifica los pecados y es una ofrenda de salvación.
Aunque vale destacar que desde finales del año anterior se dio la reapertura casi que plena para reactivar la economía, fueron las aglomeraciones de febrero y marzo, sin tapabocas ni ningún otro cuidado, lo que llevaron a la explosión de nuevos casos y fallecimientos. A ello hay que sumar que como en la primera ola se pudo enfrentar con la capacidad hospitalaria instalada y los equipos médicos existentes, no se vio la necesidad de reforzar el sistema sanitario por la creencia común de que la segunda tendría un impacto menor.
Es por eso que ahora, pese a haber reimplantado el confinamiento estricto en varias ciudades, el mundo ha visto escenas desgarradoras como los hospitales de Nueva Delhi atiborrados, decenas de personas buscando balas de oxígeno para atender a un familiar, pacientes cada vez más jóvenes (inclusive niños) infectados y cientos de cremaciones diarias en lugares poco comunes para ello como en parqueaderos, donde las piras se consumen sin presencia únicamente de personal sanitario.
Sin acabar el mes, India ha registrado casi cuatro millones de nuevos casos de covid-19 en abril y 50 mil fallecidos. Como lo dijo recientemente el primer ministro Narendra Modi, “la situación estaba bajo control hace unas semanas y la segunda ola llegó como un huracán”, por lanzó un S.O.S a la comunidad internacional y a sus ciudadanos no solo restablecer sino extremar las medidas de autocuidado y bioseguridad porque “India libra una vez más una gran batalla”. Y de esta batalla es la que se debe aprender.