La renuncia presentada por Claudia Blum a la Cancillería se venía rumorando con insistencia en los últimos días. Existía coincidencia en torno a que la titular de Relaciones Exteriores se había desgastado políticamente e incluso mantenía algunas reservas sobre el manejo del Gobierno a algunos temas de su cartera. Es más, ya en los corrillos políticos se escuchaba un sonajero sobre su eventual reemplazo.
Obviamente este nuevo relevo en el gabinete no estaba planeado. De hecho, tras los cambios en las carteras del Interior y Cultura al comienzo del año, no se esperaban más ajustes. Sin embargo, el fallecimiento de Carlos Holmes Trujillo obligó a uno más en enero.
Pero la cuestión no terminó allí. La polémica fuerte alrededor del proyecto de reforma tributaria y el paro convocado por los sindicatos terminaron cobrando la cabeza del zar de las finanzas, Alberto Carrasquilla, hace dos semanas y el presidente Duque designó allí a José Manuel Restrepo, que venía de la cartera de Comercio Exterior, a donde fue enviado el viceministro de Hacienda, Juan Alberto Londoño. No hay que olvidar que esas designaciones de comienzo de año afectaron la paridad de género en el gabinete, lo que ha dado lugar a demandas contra los nombramientos por una presunta violación a la “ley de cuotas”.
Como se dijo, la salida de la Canciller (considerada una cuota uribista dentro del gabinete), si bien se daba como inminente en algunos partidos y corrillos políticos, no estaba dentro de los planes del Jefe de Estado y menos en la difícil coyuntura que está atravesando el país, en donde varios temas internos han tenido mucho eco externo, en tanto que la agenda internacional prioritaria afronta desafíos a corto y medianos plazos.
EL NUEVO SIGLO presenta un panorama de los principales retos que deberá afrontar el sucesor o sucesora de Blum, que ayer al cierre de esta edición todavía no había sido designado por Duque.
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LECTURA EXTERNA DE PAROS:
las marchas y movilizaciones de los últimos días han tenido una lectura internacional muy complicada. La ONU, Unión Europea, OEA, ONGs y otros gobiernos e instancias multilaterales han condenado la violencia en las protestas y advertido sobre una represión violenta a los manifestantes, alertando sobre casi 30 víctimas mortales, decenas de heridos y desparecidos. Si bien la Cancillería salió a replicar ante el cuerpo diplomático, la ONU y otras instancias que no había tal represión ni violación a los derechos humanos o a la protesta social, el impacto de las denuncias en las redes sociales y la prensa internacional ha sido muy negativo para la imagen del Gobierno y las autoridades colombianas. Revertir esa lectura sesgada de la actuación de la Fuerza Pública e incluso del propio clima social y político en el país, que no es tan crítico como lo han querido hacer ver en el exterior, es tarea prioritaria del sucesor o sucesora de Blum. En modo alguno se puede dejar prosperar a nivel mundial esa mala imagen del país, que tiene efectos nocivos en muchos órdenes.
EL “DIÁLOGO” EN VENEZUELA:
Colombia ha sido uno de los principales impulsores del cerco político, diplomático, jurídico, económico e institucional a la dictadura venezolana. De hecho, para no pocos analistas este es el principal eje de la política exterior del gobierno Duque. Un eje que, sin embargo, no ha dado los resultados esperados, no solo porque Maduro y compañía hoy están más aferrados al poder, sino porque la oposición, en cabeza de Juan Guaidó, se evidencia cada vez más debilitada. Mantener la presión a Caracas es preciso en momentos en que el presidente interino abrió la posibilidad de acordar un “Plan de Salvación Nacional” con el régimen chavista, que sería garantizado y vigilado por la comunidad internacional. Como es apenas claro, Colombia debe mantener un monitoreo permanente sobre lo que ocurre en el vecino país, no solo por la evidente amenaza a la seguridad nacional que constituye la dictadura, sino por temas como la regulación de la migración forzada y una barrera epidemiológica para contener la pandemia, sobre todo porque en Venezuela -según la oposición- la crisis sanitaria está desatada por el alto número de contagios y muertes, así como la baja vacunación.
LIDERAZGO REGIONAL:
Colombia tiene en estos momentos grandes responsabilidades a nivel regional, ya que ejerce la presidencia pro tempore de la Comunidad Andina (CAN) así como de la Alianza del Pacífico y Prosur. En cada una de esas instancias hay una agenda muy amplia planteada por el gobierno Duque en el plano político, económico, social, sanitario, comercial, de seguridad y de integración multilateral. Es un asunto clave para el país que los planes en cada uno de esos entes se lleven a cabo. Por ejemplo, en el tema de la migración venezolana y su regulación esos escenarios son importantes, ya que mientras Colombia avanzó un Estatuto de Regulación muy aplaudido a nivel externo, otros países latinoamericanos han implementado medidas de deportación y de negativa de ingreso muy drásticas a esta población. Tampoco se puede desconocer que el escenario geopolítico en el subcontinente va girando más hacia la centroderecha, como lo evidencia el triunfo de Guillermo Lasso en Ecuador y el repunte de la candidata Keiko Fujimori en Perú, de cara a los comicios presidenciales de junio. Reafirmar ese liderazgo regional es una de las tareas inmediatas del nuevo (a) titular de Relaciones Exteriores.
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ATERRIZAR ALIANZA CON BIDEN:
la relación entre el presidente Duque con el titular de la Casa Blanca (que apenas va a completar cuatro meses en el poder) todavía no se ha cimentado. No se puede negar que en los círculos de poder de Washington saben que la Casa de Nariño tenía más empatía con el gobierno Trump que con la nueva administración demócrata, que además también domina el Congreso. Por ahora existe una relación tranquila entre ambos gobiernos pero es necesario cimentar y aterrizar la necesaria alianza bilateral. La política antidroga (con la retoma del uso aéreo del glifosato), la llave contra la dictadura venezolana, la implementación del acuerdo de paz con las Farc, la protección a los líderes sociales y desmovilizados así como otros asuntos geopolíticos requieren de un entendimiento mucho más proactivo y una agenda más concreta, sobre todo a corto plazo, ya que a Duque apenas si le restan 15 meses de mandato.
ONU, FARC E IMPLEMENTACIÓN:
las relaciones entre el gobierno Duque y la ONU tienen continuos altibajos. El ritmo de implementación del acuerdo de paz con las Farc, los llamados a redoblar esfuerzos para frenar el asesinato de líderes sociales y desmovilizados, así como distintos asuntos relacionados con los derechos humanos, la protesta social y temas similares, han generado roces o, por lo menos, desencuentros, entre las partes. De hecho, no pocas veces le tocó a Blum y su vicecanciller Adriana Mejía (ahora ministra encargada) elevar el tono de voz ante instancias de Naciones Unidas para hacer valer las tesis de Colombia al respecto.
VACUNAS Y PANDEMIA:
la agenda internacional del gobierno Duque también se enfoca en estos momentos en empujar una iniciativa multinacional que permita acelerar el plan de contingencia para enfrentar la pandemia del covid-19. Si bien Colombia no se la ha jugado del todo por la propuesta de levantar las patentes de las vacunas, sí ha insistido en la necesidad de una distribución más rápida de los biológicos, esquemas internacionales de créditos y apoyo económico a los planes de reactivación económica nacionales, flexibilización de las notas de firmas calificadoras de riesgo y otros asuntos derivados. La nueva o nuevo Canciller tendrá que enfatizar esta prioridad.