Las tempestades en la Argentina de Macri | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Sábado, 4 de Mayo de 2019
Giovanni Reyes

 LAS últimas noticias que llegan desde Buenos Aires dan cuenta de una medida evidentemente desesperada del régimen de Mauricio Macri: se trata del control de precios, a la vez que se menciona, aunque no se confirma totalmente, el control de salarios.  No se descartaría, aunque se trata de una medida de mayor calado, una reforma monetaria. 

De momento esto último estaría fuera de la agenda del mandatario Macri, especialmente en medio de un año electoral y de un escenario plagado de incertidumbres.  En efecto, si Macri desea poder influir políticamente en la elección y no ser considerado “perdedor” al no ser capaz de dejar a su seleccionado, debe evitar si aún lo puede, medidas que vayan más en contra de la demanda del mercado interno.

Recuérdese que Argentina con el actual gobierno ha visto retornar casi a 30 por ciento los niveles de pobreza en el país, a la vez que la inflación se trepa a cotas de 34 por ciento.  En todo esto, hay que tomar en cuenta las mentiras abiertas, o el silencio que puede imperar.  Como se recuerda, los últimos años de Cristina Fernández de Kirchner se vieron empañados por no publicar datos oficiales ni de pobreza, ni indigencia, ni inflación en Argentina, lo que llevó a reiterados choques con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Es lamentable lo que ocurre de nuevo con el gobierno de Argentina, su conducción y resultados económicos y sociales.  Más allá de las ideologías, lo que está emergiendo en el país austral, es la carencia de resultados que una vez fueron esperanzadores.

Varios fueron los fallos en la conducción interna del país.  Un aspecto clave fue la baja en impuestos a los exportadores.  Con esto se buscaba estimular la producción, generar divisas y consolidar un rasgo por demás competitivo para Argentina.  Lo que ocurrió estaba demostrado con anterioridad, con base en experiencias históricas de comercio exterior.

La demanda de bienes agrícolas, la soya, por ejemplo, que exporta Argentina, no se estimula tanto en función de la oferta, de la competitividad de los circuitos de producción y distribución de ese tipo de bienes, que por otra parte tienden a tener poco valor agregado.  Lo que ocurrió, y que de nuevo, está plenamente demostrado, es que el factor que estimula ese tipo de producción es la demanda.

Es la demanda la que estimula los circuitos de producción en general.  Por supuesto que las empresas y los empresarios, y los innovadores son imprescindibles, pero es el mercado el que promueve esa producción.

Como se evidencia, fueron los altos precios de las materias primas en cuanto a los productos de exportación de Latinoamérica, los que generaron escenarios dinámicos muy favorables para la consecución de divisas de los diferentes países en particular del período 2003 a 2014. 

Esa marea alta fue la que impulsó los buenos resultados de gestiones de gobierno en Lula, Brasil; Uribe, Colombia; Correa, Ecuador; Chávez, Venezuela; Bachelet en Chile, y hasta cierto punto esa fue la bonanza que acompañó la gestión del matrimonio Kirchner desde Buenos Aires.

 

Esos altos niveles de precios de exportación, favorables a los productores, permitió cierto margen de liquidez para los gobiernos.  Sin embargo, en lugar de disminuir o de amortiguar los de por sí altos niveles de la deuda, estos montos de empréstito en general siguieron creciendo.  Las importaciones se abarataron dado que las monedas se apreciaban, y muchos sectores sociales percibieron una mejora. 

Indiscutiblemente eso ocurrió, pero luego de los “gozosos, siguieron los dolorosos”.  Ahora se trata de enfrentar condiciones que tienden a la desmejora y pagos que se deben realizar.  Cuando más se requiere establecer una modalidad de pacto fiscal, es cuando precisamente el gobierno de Macri -en su desesperación, tratando de salvar algunos muebles con la inundación vigente- pacta con el FMI.  Se trata de unos 50.000 millones de dólares que se han entregado, previa aplicación de planes de ajuste.

Con un mínimo sentido de responsabilidad y pertinencia en el manejo de los asuntos económicos y sociales, nadie duda de que se deben hacer ajustes a los modelos de equilibrio que imperaban.  A efecto de que los niveles de oportunidades y de ampliación de capacidades no decaigan para grandes conglomerados de la población. 

Eso no se discute.  Lo que se debe formular es: (i) la secuencia de aplicación del ajuste; (ii) las compensaciones y los costos que implican las medidas; y (iii) lo más importante y políticamente sensible: quienes pagan por esas etapas de implementación de lo que se espera sean mecanismos correctivos en lo socio-político.

Lo más fácil es irse sin anestesia, con represión abierta y sin paliativos.  Se descarga por lo general, el costo en los sectores asalariados.  Con ello, no se fomenta la formalidad del trabajo, el desempleo continúa siendo alto y se contrae el mercado interno en particular con la ampliación de cuotas de impuestos indirectos o regresivos como el IVA. 

Esto es lo que está ocurriendo en el fondo, en el problema argentino actual, pero es algo que potencialmente, de manera latente, es propio para muchos países latinoamericanos.  Es muchas veces el problema, la equivocada visión de lo social y lo económico, las bases que se tienen para formular el alcance y la profundidad de las políticas sociales. 

La lógica en la vida es inexorable.  En esto de la política económica, también lo es.  Si el diagnóstico está mal, dado que -entre otras consideraciones- los modelos no son propios de la región sino importados, las cosas se tienden a deslizar hacia un despeñadero, como dolorosamente lo está comprobando ahora Macri, desde Argentina.

* Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario. El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna.