Un político dijo esta semana que ellos, los políticos, deben pedir perdón al país por todos los males que le han ocasionado y cuyas consecuencias estamos padeciendo todo sin excepción. Más vale tarde que nunca. Muchísimas organizaciones e instituciones han aprendido a pedir perdón por sus errores, a responder por ellos y a generar nuevas formas de actuar que les eviten la repetición.
Ese difícil paso lo han dado los Estados, las iglesias, las fuerzas armadas, las instituciones educativas, los colonizadores de ayer y de hoy, el cuerpo médico, etc. Han reconocido con dolor, pero con sinceridad, que han tenido errores muy graves y piden perdón. Se han puesto de frente a sus víctimas para manifestar arrepentimiento y para sanar heridas, si fuere posible. Y, quizás lo más importante hacia el futuro, han creado mecanismos para prevenir que se sigan cometiendo grandes equivocaciones. No se puede garantizar que lleguen a ser infalibles, pero sí certeza en que hay claro propósito y los mejores medios posibles para evitar experiencias injustas y dolorosas para las personas que a ellos acuden.
Nuestros políticos corruptos, los que quepan en este campo, son unos cínicos. Se han tragado el país a mordiscos y son los que nos han llevado a este desmadre anárquico. Han sumado toda clase de acciones delictivas y lesivas para la comunidad colombiana. Deben pedir perdón por todo el bien que han dejado de hacer. Por toda la plata que se han robado. Por la violencia ejercida contra sus opositores. Por todos los amigos y familiares que le han colgado a la nómina estatal y a la contratación pública. Por los sueldos escandalosos de los congresistas. Por el fanatismo que ahora profesan y que tiene secuestrado al 99% de la población colombiana. Por todo lo que se gastan en camionetas costosísimas para pasear sus familias y otros oscuros personajes nocturnos. Por ser tan hipócritas en los discursos que pronuncian y que no son más que racimos de frases engañosas. Casi que por el solo hecho de existir, los políticos y las políticas corruptas debe pedir perdón de rodillas en plaza pública a toda la nación colombiana.
Y como es natural, el acto público de pedir perdón los debería llevar a tener la gallardía suficiente para abandonar la vida política. Y también a devolver lo robado. A aclarar los oscuros recovecos de la corrupción. Son sobre todo ellos, los políticos corruptos, la causa de casi todos nuestros males y mucha gente ya se cansó de esta dictadura del mal. En la crisis actual han brillado por su ausencia y seguramente están agazapados esperando pase el chaparrón para volver a extender sus largas garras sobre el erario y devorarlo sin ningún escrúpulo. Pues ojalá alguien le coja la caña al señor Galán que propuso este acto de pedir perdón a la nación y que pronto veamos en todas las plazas de Bolívar del país a los corruptos políticos diciendo en alta vez: pido perdón, pago mis culpas y me retiro por ser indigno de gobernar a esta nación. Y pueda ser que Dios los perdone, porque de lo contrario les espera mucho dolor allá donde nada está oculto a los ojos del Creador.