En Boyacá, la producción limpia es el camino | El Nuevo Siglo
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Domingo, 10 de Junio de 2018
Redacción Nacional

Sogamoso hizo parte del Top 10 de los municipios con más problemas de contaminación del aire. Los reportes del Ministerio de Ambiente lo ubicaban en los primeros lugares junto a distritos industriales como Jumbo, en el Valle; el suroccidente de Bogotá y el Valle de Aburrá, en Antioquia.

Hoy la historia es diferente. Según los últimos registros del Subsistema de Información sobre la Calidad del Aire (Sisaire), que administra el Ideam, Sogamoso está por debajo de los índices permitidos por la normatividad nacional y todo gracias al ejercicio de la autoridad ambiental y al compromiso de los sectores productivos que como el alfarero y el calero, en Sogamoso y Nobsa, le siguen apostando a la reconversión.

La Industria Alfarera Verde de Sogamoso (Inalversog) es el mejor ejemplo de esta transformación. Está situada en el kilómetro 3 de la vía que de Sogamoso conduce al Santuario de la Virgen de la O de Morcá y en una valla informativa se lee lo que en otra época era impensable y que para algunos es producto de un suceso milagroso: “Comprometidos con el medio ambiente”.

Se gestó en 2013 cuando Corpoboyacá expidió una serie de resoluciones, entre ellas la 618 del 30 de abril de 2013, en las que le ordenaba a los productores de teja, ladrillo y piedra caliza el uso de tecnología más eficiente. Hasta entonces los hornos artesanales utilizados para estas actividades eran del tipo colmena, horno loco o de llama dormida como se conoce en el gremio. Por sus características, la emisión de partículas al aire eran altas lo que incidía de manera severa en la contaminación del Valle de Sogamoso.

El reto para alfareros y caleros era definitivo: o hacen que su producción sea más eficiente o desaparecen.

Corpoboyacá, en cumplimiento de su responsabilidad, dio pasos decisivos para mejorar las condiciones ambientales de la región y al tiempo generó opciones. Les propuso a los productores artesanales asociarse para implementar tecnología que se ajustara a las disposiciones ambientales, en particular la Resolución 0909 del entonces Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial que estableció “normas y estándares de emisión admisibles de contaminantes a la atmósfera por fuentes fijas”.

“No había otra alternativa, la asociación era el camino”. La frase es de Antonio López Rodríguez, actual gerente de Inalversog, y la pronunció para evocar el comienzo de esta aventura.

Antonio, alfarero de toda la vida, como sus padres y sus abuelos, como sus vecinos y socios, conforma el grupo de trece personas que entre 2013 y 2014 decidieron unirse no solo para construir un horno moderno. Tomaron la decisión convencidos de que podían hacer empresa, generar empleo y mejorar las condiciones de vida de sus familias y de los habitantes de Sogamoso.

Primero se reunieron con el director de Corpoboyacá, Ricardo López Dulcey. Con él concertaron un plazo para el desmonte de sus hornos artesanales. Acordaron que durante los próximos 12 meses cocinarían el ladrillo para construir el horno tipo Hoffman que por su diseño se ajustaba a las especificaciones exigidas por la norma de emisiones.

Compraron un lote en la vereda Buenavista, buscaron a un experto que los orientara en el proceso de montaje y ellos pusieron la materia prima y la mano de obra. Diez meses después el horno estaba listo y la inversión realizada alcanzaba los 900 millones de pesos. “Cuando empezamos no teníamos toda esa plata, ningún banco quiso prestarnos y la gente nos tildaba de locos. Hicimos el horno con el trabajo de todos”, recuerda Antonio López.

Inalversog es una muestra de que lo imposible es alcanzable. Satisfechos y extenuados por el esfuerzo que significó edificar con las uñas el nuevo horno, recibieron una tentadora oferta. Henry Iguavita, propietario de Ladrilleras El Zipa, una empresa ubicada en Paipa, les ofreció máquinas y equipos por 500 millones de pesos, indispensables para la operación de la emergente industria.

“Me la pagan cuando empiecen a producir”, les dijo Iguavita y les hizo llegar el tren de máquinas principal compuesto por molinos, bandas transportadoras, el mesclador, la extrusora y el cortador.

Las buenas noticias continuarían. Ya con los equipos asegurados era indispensable montar el sistema eléctrico que permitiera su operación. Hernán Cruz, de HC Eléctricos Cruz, llegó, vio y creyó. Valoró el esfuerzo de este puñado de nuevos empresarios y les confió una inversión de 200 millones de pesos que costó la instalación de la red de alimentación eléctrica. Cruz emuló a Iguavita: “Me pagan cuando empiecen a producir”.

Corpoboyacá también aportó lo suyo. Como Inalversog debería estar sujeta a las estrictas normas de regulación de emisiones, la entidad facilitó los equipos necesarios para la inyección del carbón, una técnica que permite la completa combustión del mineral y que reduce el volumen de partículas que anteriormente se emitían al aire.