En el centro de Colombia, a cuatro horas de Bogotá, la capital, está el pueblo de Monguí, un pueblo de arquitectura colonial que a simple vista luce similar a cualquier otro del departamento de Boyacá. 

Pasaría como un pueblo convencional, de no ser por la gran cantidad de balones de fútbol que se ven por todos lados. ¿Qué pasa?, ¿los balones de fútbol crecen naturalmente por aquí? ¿Acaso no se fabrican todos los balones de fútbol en China?” 

Sin embargo estas tiendas no solo venden balones de fútbol, también los fabrican. Todos sus letreros dicen: "Fábrica de balones".

Pronto se entiende que casi toda la economía de este pueblo gira alrededor de las pelotas hechas a mano. 

Monguí, de hecho, es conocida como “La capital del balón”. De hecho cerca de la mitad de los 6.000 residentes del lugar están involucrados en la fabricación de pelotas de fútbol, o en la producción de materiales para tal fin. 

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Monguí tiene su propio ‘Museo del Balón’

Al ingresar a una de estas casas de producción, la cual podría pasar desapercibida de no ser por el sonido de máquinas, más de 20 trabajadores ensamblan, uno tras otro, los balones hechos a mano.

Se trata de una industria local, en todo el sentido de la palabra, con una producción altamente eficiente, a juzgar por la cantidad de balones ya terminados que se almacenan en las casas. 

Cada mes, Monguí exporta más de 30.000 balones de fútbol a países vecinos y a Estados Unidos, además de miles que produce para el consumo interno. 

Durante 60 años, Monguí ha fabricado balones de fútbol en masa. También produjo el que bien podría ser el balón de fútbol más grande que haya existido: una “monstruosidad” amarilla, azul y roja de seis pies de alto.

Y luego se superaron: en el Mundial de Sudáfrica, en el 2010, hicieron uno seis veces más grande.

Monguí se erige como un recordatorio de los beneficios que puede traer la producción manual.