¿Petro podrá ser jefe de la oposición? | El Nuevo Siglo
Foto Xinhua
Lunes, 18 de Junio de 2018
Redacción Política

DEL dicho al hecho hay mucho trecho. Esa máxima popular aplica, sin duda alguna, a lo que será el nuevo reto de Gustavo Petro, quien ayer perdió la segunda vuelta presidencial pese a lograr un poco más de ocho millones de votos.

En su discurso de aceptación de los resultados electorales, el ahora excandidato presidencial envió tres mensajes claros. El primero: que no se sentía derrotado porque sumó más de ocho millones de votos frente a un rival al que acusó de haberse aliado con todo el establecimiento político cuestionado para poder ganarle.

En segundo lugar, Petro dijo que lo más importante ahora era activar de forma permanente la fuerza política de esos ocho millones de votos. Para ello llamó a concretar desde ya una nueva coalición de fuerzas no gobiernistas, independientes, de centro y de izquierda, tanto en el Congreso como en el resto del país, con miras a ganar la mayor cantidad de gobernaciones y alcaldías en los comicios regionales de octubre del próximo año.

Y, por último, el excandidato, aunque confirmó que asumirá la curul en el Senado (que se le da a quien pierde en la segunda vuelta), dejó en claro que la oposición no se realizará desde allí, sino que se centrará en la “movilización” ciudadana y de las ideas en las calles.

Todo ello en pos de un solo y único objetivo: poder competir en 2022 por la Casa de Nariño. De allí que descartó cualquier posibilidad de aspirar el próximo año a la Alcaldía de Bogotá (los 1,8 millones de votos que sacó ayer en la ciudad lo ponían desde ya como un candidato difícil de vencer). El excandidato fue claro: esta vez no llegó a la Presidencia pero “llegaremos”.

Muchos obstáculos

Sin embargo, que Petro quiera convertirse en el nuevo jefe de la oposición no significa que esté en capacidad de serlo. Para cumplir ese cometido necesita superar varios obstáculos políticos de gran calado.

El primero es que habrá competencia para volverse el referente del contrapeso al gobierno uribista. De un lado estará el propio excandidato Sergio Fajardo, que no sólo ya le marcó distancia a Petro y Duque cuando decidió votar en blanco para la segunda vuelta, sino que también aspira a ser el líder de una coalición de centro-izquierda (Polo, Alianza Verde y Compromiso Ciudadano) para las regionales del próximo año.

¿Aceptará Fajardo que Petro sea el nuevo jefe de la oposición si lo que busca el exgobernador antioqueño, que sacó 4,6 millones de votos en la primera vuelta, es consolidarse como una tercería? ¿Podrá Petro convencer a dirigentes radicales del Polo, como el senador Jorge Enrique Robledo (quien no se alió con él y será posible candidato presidencial en 2022), de darle las riendas de la oposición?

Pensar que ahora toda la izquierda –fraccionada a cual más en la campaña electoral- y los partidos que no estarán con Duque se alinearán de buenas a primeras con Petro, o aceptarán que este lleve la vocería de todos ellos, desconoce el escenario político imperante.

Petro sabe que en el Congreso no la tiene fácil y menos con una bancada propia tan pequeña (las tres curules de los “decentes” en el Senado”). Incluso si lograra concretar una coalición con la Alianza, el Polo y la bancada de las Farc, seguirían siendo un bloque muy minoritario, ya que el nuevo Gobierno tendrá una coalición que, además de la bancada del Centro Democrático, podría sumar a conservadores, liberales, MIRA, Colombia Justa e incluso una parte de La U. Si llegara también a algún acuerdo con Cambio Radical, la aplanadora parlamentaria oficialista sería imparable.

El excandidato presidencial ya vio como el propio expresidente Uribe y su bancada en estos últimos cuatro años hizo mucho ruido pero tuvo poca efectividad real en materia de bloqueo o condicionamiento de la agenda legislativa y política en general.

Por lo mismo, Petro decide llevar su ejercicio como posible jefe de la oposición al escenario en donde ha demostrado ser más fuerte: la calle. Ayer planteó que habrá “movilizaciones” de esos ocho millones de votos que no votaron por Duque. Que se les convocará permanentemente para hacer valer sus ideas sobre la paz, el metro subterráneo de Bogotá o la política agraria y social. Reiteró que no hará oposición por oposición, sino como alternativa de poder para llegar a la Casa de Nariño.

Es evidente que Petro sabe que una derrota en el Congreso, por la mecánica de las mayorías, se da fácilmente. Pero si lograr sacar la gente a las plazas públicas esa presión es difícil de aguantar para cualquier gobierno nacional, como ya lo demostró cuando llenó varias veces, en menos de dos  semanas, la Plaza de Bolívar en protesta por la decisión de la Procuraduría que lo sacaba de la alcaldía capitalina.

 

El día después…

Ahora bien, el futuro de Petro era anoche uno, pero es claro que a medida que vayan pasando los días y empiece a quedar atrás todo lo relativo a la contienda electoral, el panorama empezará a cambiar.

En primer lugar, por ejemplo, debe partirse de despejar algunas dudas en torno a si el ahora excandidato presidencial puede posesionarse en el Senado, ya que aparece reportado en el Boletín de Responsables Fiscales por los fallos en su contra por distintas actuaciones suyas como alcalde de la capital del país. Aunque en las toldas de la “Colombia Humana” se dice que no hay inhabilidad alguna, incluso por tener medidas cautelares de la CIDH, otros juristas advierten que no puede posesionarse.

En segundo término es claro que el gobierno Duque tratará de restarle aliados a Petro. Para ello es posible que trate de avanzar acuerdo políticos y de agenda legislativa con la Alianza Verde, que con Fajardo, Mockus y compañía insistirán en ser tercería e independientes, pues también piensan en ser alternativa de poder en 2022 y tienen su propia hoja de ruta para las regionales de 2019, en donde el petrismo asoma como directo adversario.

Y, por último, hay que recordar casos de candidatos presidenciales que tras una buena campaña –así no ganaran- se decía que quedaban en el ‘partidor’ para la próxima, pero luego, con el pasar del tiempo, empezaron a ver esfumarse sus opciones… El mismo uribista Óscar Iván Zuluaga (siete millones de votos en segunda vuelta de 2014) es una prueba de ello.