Mientras que en 2009 los agricultores utilizaban 19 plaguicidas para sus cultivos de cebolla larga, para 2014 el número de estos productos había aumentado a 107. Afectando al lago de Tota, según un estudio de la Universidad Nacional.
En los suelos de la cuenca del lago se ha encontrado malation, difenoconazol, tebuconazol y clorotalonilo, que pueden afectar a diversos organismos del ecosistema acuático, como los peces, el plancton o la avifauna.
Así lo determinó la estudiante del doctorado en Salud Pública de la Universidad, Adriana Janneth Espinosa Ramírez, quien realizó un seguimiento a las dinámicas de uso de plaguicidas en la cuenca del lago de Tota (Boyacá).
Estas cifras evidencian la alta dependencia a los pesticidas para producir alimentos en el país sin cuestionar las alteraciones que ocasionan en estos ecosistemas, señaló la bióloga.
En su estudio, la investigadora establece que la falta de control en el uso de estos agroquímicos en cultivos de cebolla ha ocasionado la contaminación del lago, generando un conflicto entre los usos humanos y la conservación del ecosistema.
Al reflexionar sobre las implicaciones en la salud ambiental por el uso de estos productos frente a la conservación del ecosistema, la investigadora explica que el lago es vulnerable a los cambios hidrológicos, por las presiones de uso humano y las variaciones en precipitación por alteraciones climáticas.
Tales factores afectan la calidad de agua, de la cual se benefician al menos 300.000 personas de cerca de ocho municipios, quienes la utilizan para consumo y riego de cultivos de cebolla larga.
“Me preocupa que se esté ampliando la frontera agrícola. El lago tiene un volumen muy grande, de hecho sostiene una altísima productividad de truchas, y si hubiera un efecto tóxico agudo, estas serían las primeras afectadas”, observa.
Por otro lado, varias investigaciones señalan las alteraciones en el paisaje, la pérdida de especies nativas del lago y el aumento de nutrientes por uso de gallinaza.
Según una revisión literaria realizada por la investigadora, en esta región del país los pesticidas se utilizan cada ocho días por cerca de cuatro meses para fumigar los cultivos de cebolla; estos, a su vez, quedarían en el suelo o podrían llegar al lago por escorrentía inevitable.
En sus visitas al lago de Tota, ella ha tomado varias muestras de agua y sedimentos que han sido analizadas en el laboratorio Ecotox-Udesa de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, donde trabaja y tiene a su disposición organismos acuáticos y modelos para evaluar toxicidad, entre ellos Hydra attenuata, que le permiten identificar si estos fluidos tienen algún grado de toxicidad.
“Evaluamos muestras de ríos y quebradas que alimentan el lago, y ya se tienen resultados de toxicidad aguda que fueron bajos si se comparan con reportes, por ejemplo para aguas residuales y en algunos casos resultados negativos en agua, pero cuando se evalúan los sedimentos la toxicidad es mayor, principalmente con Hydra comparado con Daphnia magna, el organismo modelo más usado en laboratorios de ecotoxicología”, indica.
Estos niveles de toxicidad alertan sobre la necesidad de prestar mayor atención a la problemática antes de que la afectación ecológica y humana sea mayor, ya que “desde la revisión toxicológica de los plaguicidas de uso frecuente sabemos que algunos son disruptores endocrinos; estas sustancias, capaces de alterar el sistema hormonal de los individuos o de su progenie, aún no están legisladas en el mundo, según reportes de la literatura científica.
“Se pretende continuar con los ensayos biológicos y monitorear esta problemática de manera sistemática, ya que aunque exista una normatividad que prohíbe expresamente el uso de agroquímicos en las rondas de los ecosistemas acuáticos, lo cual no se cumple y por eso me interesa que se adelanten acciones reales que modifiquen el uso de plaguicidas en el país”, concluye.
Cabe señalar que existe un conflicto socioecológico por el desbordado uso agrícola cerca de la cuenca. La revisión de datos del índice de calidad del agua para los municipios abastecidos en el periodo 2007-2016 indica que el área rural recibe agua no apta para consumo humano, por lo cual se requieren acciones para conservar el valor cultural y los servicios ambientales que presta este lugar.