Refundarse | El Nuevo Siglo
Martes, 12 de Junio de 2018

“Jóvenes se separan del Jurasic Park liberal”

Las elecciones del 27 de mayo de 2018 fueron en el fondo un terremoto político en contra de los partidos tradicionales, pero especialmente en contra del otrora Gran Partido Liberal que fue reducido a una lánguida votación de apenas casi cuatrocientos mil votos.

De ser el partido mayoritario en los últimos 50 años, el que lideró el más importante cambio Constitucional, el de 1991, y el que imponía presidentes de la República con el mero ondear de las banderas rojas, pasó a ser una organización alineada con las peores prácticas políticas que olvidó sus propuestas sociales para dedicarse exclusivamente a tramitar asuntos de naturaleza burocrática.

De los grandes hombres que identificaban el Partido Liberal se pasó a pequeños politiqueros sin ningún arraigo popular y sin ninguna imagen de estadistas. Alfonso López Pumarejo, Alberto Lleras Camargo, Carlos Lleras Restrepo, Jorge Eliécer Gaitán, Virgilio Barco Vargas y Luis Carlos Galán, son nombres que el Partido aportó a la galería de estadistas del país. Gente que agitaba ideas y arrastraba seguidores en pos de una vida mejor.

Pero hubo un par de momentos históricos que terminaron arrastrando al Partido Liberal en un despeñadero moral y de imagen del que jamás se ha recuperado. El primero fue el proceso 8.000. Injusto o no con Ernesto Samper, quién nunca fue condenado judicialmente por ello, es lo cierto que toda la responsabilidad política del ingreso de dineros originados en actividades de narcotráfico a su campaña, quedó en cabeza del Partido.

No importa que haya sentencias judiciales que declararon el hurto perpetrado por funcionarios de esa campaña de parte de esos dineros o que se hayan conseguido sin el conocimiento del candidato beneficiado, el daño político fue inconmensurable. Le costó la presidencia de la República a Horacio Serpa contra Andrés Pastrana y llevó a muchos parlamentarios, la mayoría del Partido Liberal a la cárcel.

El segundo fue la parapolítica. Un tema cien veces moralmente peor que el del 8.000. Se trató de ni más, ni menos, que de aceptar la sectorización de ciertas regiones del país a favor de algunos políticos para elegirse con el respaldo de los paramilitares que a punta de masacres, desplazamientos y violencia pura y dura rediseñaron los distritos electorales de sus zonas de influencia. Nuevamente la mayoría de los parlamentarios involucrados fueron del Partido Liberal.  

Desde entonces no han aparecido figuras nuevas, carismáticas y sobre todo con una imagen fresca y moderna. Tampoco el Partido ha evolucionado, Su vieja autodefinición de ser una “coalición de matices de izquierda” se quedó en el papel.

Por eso resulta esperanzador que los Galán y otros jóvenes del Partido decidan hacer toldo aparte para separarse del Jurasic Park ideológico en que se ha convertido esa organización. Son ellos los tienen que intentar recuperar las banderas perdidas de las luchas sociales y volverse a poner del lado de los más debiles, como ocurrió, por ejemplo, con la Ley de Víctimas.

Puede que desparezcan burocráticamnte, pero es mejor ingresar a la historia que a las nóminas.

@Quinternatte