Doctrina Trump choca con la Europa multilateral | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Viernes, 13 de Julio de 2018
Pablo Uribe Ruan
Llamó a la OTAN “tan mala como el Nafta”, paralizó Londres por las movilizaciones en su contra y hoy llega a Finlandia para reunirse con Putin. Una muestra de que está cambiando la política exterior norteamericana

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El presidente Dwight Eisenhower llegó a pensar lo mismo sobre Europa que Donald Trump. Una vez, durante década de los cincuenta, dijo que los “europeos” estaban “sacando provecho “del Tío Sam”.  Años más tarde el Secretario de Estado de Richard Nixon pidió que los miembros de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) gastaran no el 2, sino el 5 por ciento de su PIB en la organización. Igual que ahora.

Sin desviarse un milímetro de su forma de hacer política, Donald Trump le ha pedido a los países europeos que al menos gasten 2 por ciento de su país en la OTAN. Esto no es nuevo, como lo demuestra la historia norteamericana. Tampoco está fuera de contexto, pues los norteamericanos, de cierto modo, han sentido una obligación vertical con Europa.

Lo que sí es nuevo es la forma cómo Trump se está relacionado con sus homólogos europeos. Ante el expansionismo ruso en auge, varios presidentes europeos esperaban un llamado para reforzar la alianza y contener los intereses de Putin en el continente. Sin embargo, ocurrió todo lo contrario, como viene pasando desde que el presidente llegó a la Casa Blanca, a comienzos de 2017.

Esta semana, en Bruselas, criticó a la OTAN y dijo que es “tan mala como el Nafta”. “A veces nuestros peores enemigos son nuestros supuestos amigos”, dijo, en referencia al supuesto poco compromiso de los europeos con la organización.

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La doctrina

En enero de 2017 costaba creerlo. Todavía cuesta. Pero es una realidad. Pese a la fatuta oposición de algunos internacionalistas, es evidente que Donald Trump intenta imponer su doctrina de política exterior reyerta a los principios básicos del liberalismo y la democracia.

Hasta que tengo memoria, la última vez que se habló de un “ísmo” -es decir, de una corriente fundada en la imagen de un político- fue en los tiempos de Margaret Thatcher, cuando los conservadores del mundo defendieron el “thatcherismo”.

Pasada la década de la “dama de hierro”, muchos intentaron construir su propia corriente y fundaron sus propios movimientos, como los “ismos” de los socialistas en Latinoamérica, que tuvieron -¿tienen?- unos rasgos particulares y definibles por la imagen del líder.

La mejor manera de definir lo que significa doctrina en términos internacionales la tiene el internacionalista George Friedman. En un artículo publicado esta semana en Geopolitcalfutures, dijo que “una doctrina es cómo un presidente se ve obligado a operar la política exterior en la realidad en la que se encuentra”.

Sin duda, Trump está intentando gobernar conforme a su doctrina, que es, a grandes rasgos, muy simple: proteccionismo, nacionalismo y ¿anti-diplomacia? Rápidamente ha impuesto sus maneras, rudas y frenéticas, para dejarle claro a Europa que debe invertir más en gasto militar y a China que la “guerra comercial” continúa.

Pocos niegan que la doctrina Trump se esté aplicando. Any Zegart, internacionalista de Cambridge en un artículo en The Atlantic, escribe que el Presidente puede resumir su doctrina “en un eslogan: Make America Weak Again”.

Para otros simplemente el Presidente está cumplimento al pie de la letra sus promesas de campaña, sin dilaciones. Una muestra de ello es que por primera vez en la historia Estados Unidos va aumentar su gasto militar a 18 mil millones de dólares en 2019, una cifra nunca antes registrada.

Hace treinta años, cuando administraba el imperio heredado de su padre, le dijo a una revista que veía “los compromisos de seguridad de la alianza y el libre comercio como amenazas existenciales a los intereses de los EE. UU. Nunca se ha sentido realmente preocupado por la estabilidad geopolítica, etc.” Fortaleza militar, industrial y política, hacen que Trump conciba la política exterior de una manera excesivamente belicosa pero coherente con sus electores y con él mismo.

AFP

Revolcón multilateral

La “Doctrina Trump”, como Friedman ha calificado la forma de hacer política del presidente, ha modificado -debilitado para muchos- cuatro de las “cinco fuentes esencial de poder” de Estados unidos: vecinos, aliados, mercados, valores y poderío militar.

Salvo la enorme suma invertida en el aparato militar, Trump ha ido cambiando la relación con sus vecinos, aliados, con los mercados y, sobre todo, ha relativizado principios básicos como la diplomacia y algunas formas de la democracia.

Es claro que, con una China desenfrenada en su gasto militar al igual que Rusia, la inversión en seguridad juega un rol primordial, pero eso no quiere decir que se dejen de lado otras prioridades. La importancia de los aliados, sobre todo en Europa y Asia, también parecen claves para hacerle frente al auge de otras potencias; Trump, parece desechar esta idea.

El sentido de las alianzas para el presidente norteamericano es visto más “como un bazar”, según Zegart,  que como un juego de contrapesos que muchas veces es vertical, como el caso de Europa.  Washington inició el “Plan Marshall” (1947) para reconstruir Europa y contrarresta el expansionismo soviético en el continente. Setenta años después, la intención de contener a Moscú vuelve a ser una prioridad. ¿Es, distanciándose de sus aliados, la mejor manera para lograrlo?

Trump tiene razón: la UE no cumple con sus obligaciones en la OTAN. De lejos, en 2017, Estados Unidos fue el que más invirtió, destinando 3.6 por ciento del PIB en la organización (686 mil millones de dólares), mientras que los demás países en total le dieron a la organización 271 mil millones.

Esta realidad, que siempre ha molestado a todos los presidentes de Estados Unidos, debe tener en cuenta los avances de Rusia en la región. Por eso, mañana Trump se reunirá con Vladimir Putin en Helsinki, en su primer encuentro oficial (ya se han visto dos veces).

Impredecible desde todos los ángulos, la reunión muestra que Trump cree más en reunirse con sus enemigos que en la función de las organizaciones multilaterales para disuadir a Rusia o China. Abuchada esta semana en Londres y rechazada por los líderes europeos, es la doctrina Trump.