SE ENREDA más la situación política de Luíz Inácio Lula Da Silva como candidato para las elecciones en Brasil que tendrán lugar el próximo 7 de octubre. A pesar que el domingo pasado el juez Rogério Favreto ordenara su liberación apelando al habeas corpus, el juez del caso Lava Jato, Sergio Moro, rechazó dicha decisión y Lula permanecerá en la cárcel.
Noticias como esta han sido constantes en los últimos meses en Brasil desde que se inició un proceso contra al expresidente Lula por corrupción durante su mandato, hecho que terminó con una sentencia de doce años de prisión.
Con Lula tras las rejas, el Partido de los Trabajadores (PT), al que también pertenece la destituida presidenta Dilma Rousseff, ha insistido que el expresidente es el único candidato opcionado para representar a este partido. Con un país dividido y polarizado, el escenario político y social se vuelve cada vez más complejo.
¿Justicia politizada?
El proceso contra Lula Da Silva puede remontarse a 2014 desde que comenzó formalmente la operación “Lava Jato”, uno de los escándalos de corrupción más grandes de Brasil. Esta maniobra consistía en “la existencia de un vasto esquema de corrupción en Petrobras, involucrando a políticos de varios partidos y algunas de las mayores empresas públicas y privadas del país, principalmente contratistas”, asegura Folha de S. Paulo. Varios políticos del gobierno Lula fueron involucrados en esta operación y particularmente él fue acusado de recibir un apartamento en Guarujá a cambio de contratos públicos.
Lula, su partido y quienes lo apoyan, han abogado por su inocencia y reclaman que este proceso es una jugada política para impedir que él sea candidato. “Hay una tentativa casi enloquecida de intentar manchar la imagen de Dilma y de Lula, de deformar todo lo bueno que sucedió en el gobierno”, afirma Lula en una entrevista con Roberto Navarro en su programa El Destape. Comenta Lula que “no se necesita de un delito, lo que se necesita es solamente un deseo político y este es intentar criminalizar al PT y retirar al partido de la disputa electoral de 2018”, sostiene el ex presidente de Brasil.
La justicia ha sido criticada por los seguidores del PT. El domingo 8 de julio el juez Favreto ordenó la liberación del candidato presidencial, aceptando la solicitud de habeas corpus presentada por miembros del PT. Sin embargo, Sérgio Moro, juez responsable del caso Petrobras, declaró que esta decisión no le compete a Faverto y revocó la orden emitida.
“Un tercer juez, João Pedro Gebran Neto, responsable del caso Lula en segunda instancia, intervino bloqueando también la orden de excarcelar al expresidente. Pero Favreto insistió en su decisión y horas más tarde volvió a decretar la liberación del político del PT. Ante este conflicto entre jueces, le tocó el turno al juez Carlos Eduardo Thompson Flores, presidente del tribunal. Thompson, finalmente, decidió el domingo por la noche mantener a Lula en la cárcel”, asegura Rodolfo Borges en el País de España. Este panorama fue titulado por la revista brasileña Veja como una “carnavalización” de la justicia.
Sin embargo, otras posturas demuestran que el sistema judicial ha funcionado en el sentido que se ha permitido judicializar y encarcelar políticos y empresarios que han estado involucrados en casos de corrupción. Además, demostrar que en situaciones como las de Lava Jato sí se puede condenar a los responsables, generando avances en el sistema judicial. “Cualquiera que sean sus defectos y riesgos, el impulso anticorrupción marca un avance. Si los jueces toman decisiones tan trascendentales, se debe en parte a que los políticos las han suspendido, desde la regulación de las apelaciones hasta la reforma política”, dice The Economist.
¿Polarización?
En este contexto electoral la sociedad brasileña está dividida entre quienes apoyan a Lula para que regrese al poder y quienes quieren un cambio tras 15 años de la izquierda en el poder. Actualmente el expresidente Lula Da Silva cuenta con un 30% de favorabilidad, de acuerdo con la encuesta publicada por Datafolha el 7 de junio, seguido de su contendor de extrema derecha, Jair Bolsonaro con un 18%. Sin Lula en el panorama electoral, de acuerdo con el portal Poder 360 a julio 5 Bolsonaro cuenta con el 19,5%, seguido por Ciro Gomes del Partido Democrático Trabajador (PDT) con el 12,5%.
Lula mantiene una alta favorabilidad con la que culminó su segundo mandato en 2010, al haber logrado que alrededor de 30 millones de brasileños salieran de la pobreza. El país alcanzó un crecimiento económico mantenido en el 4% anual y se redujo el desempleo. La realidad actual no es tan próspera con respecto a dicho momento de bonanza.
Lo cierto, sin embargo, es que este no es un panorama desalentador. Según Aldo Olano, profesor de América Latina de la Universidad Externado de Colombia, en diálogo con EL NUEVO SIGLO, “en época electoral las sociedades tienden a dividirse y es normal que surjan opiniones diferentes de cómo dirigir un Estado. Si no hay diferencias, ¿en qué democracia estamos?”.
Mantener el liderazgo
Brasil es la mayor economía de América Latina y la novena a nivel global según el Foro Económico Mundial. Forma parte del grupo de los Brics, el cual está también constituido por Rusia, India, China y Sudáfrica, considerados mercados emergentes que crecieron a un ritmo acelerado y que tienen un liderazgo a nivel mundial. Las cinco economías juntas alcanzan casi lo equivalente al PIB de Estados Unidos.
Brasil ocupa un liderazgo importante a nivel regional y mundial. Sin embargo, existen factores que han impedido tener una mayor proyección en el ámbito internacional. La desigualdad, la violencia y el desempleo en 2017 fue la cifra más alta de los últimos 10 años alcanzando un 12, 8%. Pero enfrentar la corrupción, el uso ilegal de recursos públicos y el descrédito de las élites será lo más importante para devolver la credibilidad de la población a las instituciones y a los políticos.
El quinto país más poblado del mundo necesita un líder que permita alcanzar la estabilidad interna, para mantener su posición a nivel internacional. Brasil tiene todo el potencial de sobresalir, pero está anclado a problemas internos político-sociales que comparte con otros países de la región.
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*Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia. @Nataliamarinop