El temor a la llegada de un nuevo fenómeno de La Niña está latente en todos los rincones del país, y no se trata de temores infundados ni de fantasmas creados por el decir popular, se trata de que en todo el territorio se han visto problemas serios y con visos de desastre con unas cuantas lluvias caídas en estos días; sirvan como ejemplo, San Gil y Bucaramanga, entre otras.
El asunto es que hasta ahora no ha caído lluvia más allá de los promedios normales y que el invierno aún no entra en su máximo en el territorio nacional; cabe entonces preguntarnos si estamos listos para enfrentar la ola invernal que se avecina y que está haciendo el país para estar preparado ante un nuevo fenómeno de la niña en un futuro cercano; pareciera ser que la experiencia vivida en la ola invernal 2010-201, ha quedado en el olvido y no estamos aplicando la experiencia para evitar revivir este tipo de situaciones.
Algunas cosas se han hecho a hoy, 7 años después, pero no hay una estrategia definida que permita asegurar que las consecuencias previsibles en una probable ola invernal, se minimicen logrando evitar tragedias como las ya vividas. Podemos agregarle al panorama el hecho de que por los efectos del cambio climático las ocurrencias de eventos extremos son cada día más posibles y que desde esta perspectiva, la exposición al riesgo es cada día mayor.
Dentro de las acciones tomadas a raíz de la ola invernal 2010-2011, se desarrolló el decreto 1640 que ordena a las Corporaciones Autónomas Regionales la elaboración de los Planes de Ordenación y Manejo de Cuencas “POMCAS”, a partir de los cuales se desarrollarían programas para la mitigación del riesgo en los eventos climáticos extremos; la oportuna ayuda financiera del Fondo Adaptación está permitiendo la elaboración de 60 de ellos y algunas pocas Corporaciones están desarrollando otros, pero en el contexto global faltan más de 600 POMCAS por ejecutar, muchos de ellos por falta de recursos.
Los POMCAS que hoy se están haciendo, tienen una limitante que podría llegar a hacer de ellos, unos buenos libros de consulta pero sin ninguna utilidad práctica en la vida real; el asunto radica en que en estos documentos se formulan proyectos y programas que en teoría ayudarán a mitigar el riesgo implícito en las cuencas, pero las entidades no cuentan con recursos suficientes para desarrollarlos en un corto plazo.
Por esta razón los programas, en muchos de los casos, acaban esperando a que ocurra otro evento para conseguir financiación y si a esto le aunamos el hecho de que 7 años después aún no se formulan los POMCAS, no es exagerado decir que podrían pasar quinquenios antes de la formulación de todos los planes y décadas para lograr la implementación de los proyectos asociados.
Ahora bien, la ordenación de las cuencas es un proceso dinámico que va variando de conformidad con las condiciones y el manejo de las mismas y por lo tanto es probable que en una década los planteamientos de mitigación del riesgo en una cuenca ya no sean válidos; de esta manera los estudios deberán actualizarse y no se podrán ejecutar los proyectos, volviendo a comenzar el ciclo y en la práctica enterrando dineros en estudios que no podrán llevarse a la práctica.
Es de máxima importancia lograr un esquema de financiación de los proyectos derivados de los POMCAS y de los POMCAS mismos, de manera tal que sean realmente una solución para el país; esta es otra labor que debe asumir el nuevo Ministro de Ambiente en un muy corto plazo.
@alvaro080255