EDITORIAL. Espiral de la justicia | El Nuevo Siglo
Foto archivo El Nuevo Siglo
Domingo, 20 de Agosto de 2017
  • Gigantesca expectativa nacional
  • Entre corrupción y democracia

LA única manera que se tiene de recobrar en algo el optimismo frente a la tragedia que significan los escándalos de corrupción, que esta semana tuvieron una escalada inusitada, es permitir que las instituciones operen para que se haga justicia. Las dramáticas circunstancias nacionales, con dos expresidentes de la Corte Suprema implicados en investigaciones de magnitud impensable, de las que podrían derivarse coimas gigantescas a objeto de demorar y confundir los fallos del máximo tribunal, han estremecido hasta los tuétanos al país. Si a ello se suma la compra de sentencias y otros procedimientos similares sobre aforados, del más alto nivel posible, la situación es todavía más gravosa. Al mismo tiempo el ambiente de la nación, a partir de lo que rodea todo lo que tiene que ver con la tenebrosa situación de Odebrecht, es igualmente dramático. En esta semana aparecieron nuevas evidencias e indicaciones del tamaño gigantesco de la operación que demuestra una concertación entre altos funcionarios estatales y la empresa dedicada a los sobornos. En principio, se pensó e incluso se dijo que, frente a la América Latina, Colombia era de los países de menor afectación. Esto, por el contrario, se ha venido demostrando una falacia ya que no solo el monto de los sobornos ha subido a $84 mil millones, sino que a partir de lo sabido en estos días, ya no es sólo la Ruta del Sol II y el otrosí para la vía Ocaña-Gamarra la licitación que se presenta anomalías, sino igualmente la Ruta del Sol III. Es decir, que la más importante obra de infraestructura del país está infectada por todas partes como, por igual, ya ocurrió con Navelena y el proyecto para la navegabilidad del río Magdalena.

En ambas circunstancias, y otras más, se espera una acción muy rápida y definitiva de la justicia. Y en ese mismo sentido es indispensable que la Comisión de Investigación y Acusaciones de la Cámara entre lo más pronto posible a resolver el caso de los exmagistrados. Sobre ello ha dicho la Procuraduría que está dispuesta a colaborar en toda la línea y está bien que así sea, porque así como hay autonomía entre las ramas del poder público, igualmente debe haber colaboración entre ellas. No hay pues lugar a las dilaciones ni a las rémoras, sino que el Congreso tiene una oportunidad gigantesca de demostrar su serenidad y su capacidad para tomar determinaciones judiciales. Ello, a no dudarlo, debe tomarse como una operación de salvamento de la democracia. Cualquiera sea el sentido del fallo, por la inocencia o por la responsabilidad, debe dictarse dentro del término de la distancia y dentro del debido proceso. Igual acontece, claro está, con los senadores implicados que, entre otros, serán llamados por la propia Corte Suprema de Justicia.

No menos apremio existe alrededor del caso de Odebrecht. Los Principios de Oportunidad aceptados por la Fiscalía General de la Nación permiten avizorar que la investigación puede desarrollarse rápidamente. Y de la misma manera sería central para el desenvolvimiento democrático que la justicia pudiera actuar con la celeridad del caso.

Para todo lo anterior no es menester convocar asambleas constituyentes o revivir la fracasada reforma a la justicia. Por el contrario, es el momento de demostrar la fortaleza de las instituciones a partir de la acción efectiva, dentro de los cánones constitucionales, de los operadores judiciales. Mal se haría, desde luego, que se sigan suspendiendo las audiencias y se utilicen recursos dilatorios para impedir el avance de los organismos jurisdiccionales.  

La única y mejor manera de atacar la corrupción no es ciertamente creando más instituciones, cláusulas e incisos, sino permitiendo el flujo jurídico de lo predeterminado. Está claro, por lo demás, que el Consejo Nacional Electoral también tiene que actuar decididamente sobre lo acontecido en las dos últimas campañas presidenciales. La expectativa no es, pues, solo ante el infausto fenómeno que se introdujo en las obras más importantes de la nación, sino igualmente en cuanto a sus derivaciones políticas. En esta semana varios testimonios de los mismos implicados se dirigieron hacia allí y en ese sentido es lógico que se esperen decisiones prontas y efectivas.

Al momento, pues, no pareciera que las instituciones estén en vilo por cuanto la operación judicial, en todos los casos, sigue el curso correspondiente. No obstante, es perfectamente claro que el país espera decisiones eficaces que permitan recuperar la credibilidad y la confianza en las ramas del poder público, hoy en crisis, de acuerdo con todos los sondeos y las encuestas. Hay, entonces, un punto de inflexión. De para dónde tome la corriente depende, en mucho, el futuro del país.

 

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