El profesor Abel como era conocido, nació en plenas tensiones del periodo de la violencia después de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán. Y en una región azotada por la violencia, Piedras (Tolima). De origen humilde, pero con el deseo de salir adelante, terminó sus estudios básicos en su pueblo natal y después en Ibagué estudió en la Normal.
Comenzó como profesor en una escuela de Algeciras (Huila), pero su vocación por crecer lo llevó a la capital del país. Ya como profesor normalista pudo contar con los recursos para estudiar en la Universidad Pedagógica Nacional. Desde allí, se convirtió en un líder social, siempre interesado por la calidad de la educación.
Su frase más célebre fue “La educación es la principal herramienta para combatir la pobreza” Así, pronto ingresó a la ADE el sindicado de profesores de la ciudad, y a los 22 años era uno de sus líderes. Su labor política y su férrea defensa de la educación lo llevaron a ser el presidente más joven de Fecode.
Pero no se quedó solo en las arengas o en los intereses económicos. Abel fue desde los años setenta el principal promotor de lo que sería el Estatuto Docente, que buscaba reconocer el mérito como ascenso en las condiciones salariales de los educadores.
Su experiencia como líder conciliador, no agitador, lo llevó primero como concejal de la ciudad y después, a ser unos de los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente que, en 1991, redactó la Constitución política que hoy nos rige. Su labor en la misma estuvo centrada en la educación. En promover el acceso universal, en hacerla el medio para cerrar las brechas sociales que tanto han afectado al país.
Al finalizar su paso por la Constituyente, fue nombrado el primer director del plan decenal de educación, una estrategia para medir los progresos del sector por décadas. Fue el impulsor de la Ley General de Educación que se consolidó en 1994. Y, en la presidencia de Ernesto Samper, es nombrado viceministro de educación básica. No era un tema de aplacar al sindicato, y si lo fue, Abel no se conformó con eso, siempre tuvo desde la dirección de básica la preocupación por mejorar las condiciones de calidad de vida en las instituciones educativas.
En la década de los ochenta y principios de los noventa era común encontrar colegios públicos sin pupitres, sin vidrios en las ventanas, sin las condiciones dignas para realizar una clase.
Después de un periodo donde de nuevo se dedicó de lleno a la docencia, llegó la alcaldía de Lucho Garzón en Bogotá, y fue nombrado Secretario de Educación, su último cargo con mayores logros.
Abel, logró lo que a la fecha no se ha podido hacer, una verdadera revolución educativa en la ciudad para materializar el Derecho a la Educación. Realizó la primera gran transformación en infraestructura educativa. Durante su gestión se construyeron los megacolegios, se hicieron 50 instituciones educativas nuevas en la ciudad, después de casi 30 años sin obras nuevas. Pensó siempre en que los colegios públicos deberían contar con las condiciones de calidad de los mejores privados: laboratorios, teatro, aulas de investigación, instalaciones renovadas. Además, lideró la campaña para la alimentación escolar, la gratuidad en la educación básica y la incorporación de más educadores para los nuevos colegios.
Abel con la experiencia educativa, sabía que los libros de texto eran fundamentales para la calidad de la educación. No logró la compra para todos los estudiantes, pero en su administración se realizaron grandes compras del sistema bibliobanco para los colegios. Un hombre humilde, que escuchaba a todos, que atendía a los interesados en el sector sin la arrogancia que ha caracterizado a otros que llegaron después.
Los grandes avances en educación de Bogotá se deben a él. La ciudad lleva años en mora, en un sector que cuenta con muchos recursos pero que no ha logrado transformar los mismos en calidad, en mejora en los resultados escolares, en el cierre de brechas. Por eso Abel aconsejaba a los demás secretarios. Con la actual Secretaria tenía una relación de escucha, es claro que se quería recuperar su experiencia y conocimiento. No solo de las políticas educativas, también del gremio docente, que siempre tuvo su afecto y apoyo, algo que cuesta mucho construir en la que suelen ser las tensas relaciones entre el gobierno y los sindicatos.
Gracias profesor Abel, ojalá su partida sirva para sacudir de forma positiva un sector que debe ser de nuevo la bandera de la ciudad en propuestas de equidad, calidad e inclusión.