En el corazón del centro histórico de Bogotá, en la esquina de la calle 16 con carrera Séptima, se encuentra la Iglesia de La Veracruz, un tesoro oculto que miles de transeúntes ven a diario, pero desconocen los secretos que este guarda.
Aunque en sus casi cinco siglos este templo se ha mantenido en pie pese a una serie de terremotos en el siglo XVII, el vandalismo al que fue sometido en el marco del paro nacional de este año hizo que el Equipo de Intervención en Fachadas y Espacio Público del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC), comenzara la intervención de su frente el 17 de agosto del año pasado.
Su restauración
Ahora bien, un equipo profesional especializado en conservación y restauración realizó el estudio previo del estado de conservación del inmueble, para conocer el diagnóstico que permitió determinar las actividades a ejecutar generando documentación como el levantamiento arquitectónico, registro planimétrico del estado de conservación, documento técnico de intervención y el plano de intervención.
Se determinó recuperar esta fachada mediante acciones de limpieza, remoción de grafitis tanto en superficies de vinilo como de piedra (el material más delicado) y eliminación de deterioro biológico y enlucimiento por parte de la Brigada de Intervención al Patrimonio, conformada por personal de mano de obra calificada y bajo la supervisión constante de profesionales con experiencia en restauración. Adicionalmente, fue necesaria la autorización por parte del Ministerio de Cultura, un procedimiento que se toma su tiempo.
“La Iglesia de la Veracruz es un inmueble del ámbito nacional y por eso su intervención nos tomó ocho días, pero para ello tuvimos que pasar por todo un proceso ante el Ministerio para poder hacerlo. El 28 de abril comenzaron todas las manifestaciones, han pasado aproximadamente cuatro meses, tuvimos a un equipo de profesionales trabajando para sacar esos permisos y ahí si llegamos a hacer estas limpiezas”, explicó a EL NUEVO SIGLO la coordinadora del equipo de intervención de fachadas del IDPC, Tatiana Moreno.
Añadió que entre la Avenida Jiménez y la 16 hay tres iglesias coloniales que son importantes no solo para la historia y el patrimonio de Bogotá sino del país, y de ahí que cualquier intervención de fachada que se haga, obligue a un trámite de permisos.
En términos generales el objetivo principal de estas acciones es el de resaltar la importancia arquitectónica del inmueble, revitalizar y fortalecer su sentido de pertenencia e identidad por parte de la ciudadanía para la salvaguardia y conservación de las fachadas del patrimonio material de la ciudad, garantizando su transmisión a las futuras generaciones.
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Su historia
Su fundación se remonta a los primeros días de 1546, cuando aún no existían ni las iglesias de San Francisco ni La Tercera, y ni siquiera otros edificios de piedra. Y se mantuvo intacta en su forma original hasta 1631, cuando la hermandad de la Santa Veracruz, una cofradía integrada por los primeros comerciantes santafereños, emprendió la edificación de un templo más amplio y levantó el que hoy existe.
Como bien hizo en expresarlo el historiador Eduardo Posada en su libro Anotaciones (1906), esta modesta iglesia que aparece como arrinconada detrás de San Francisco, y cuyas campanas cuelgan de una humilde espadaña, como si fuera el templo de una aldea, “debe ser altamente venerada por todo colombiano, pues allí reposan, confundidas y olvidadas, las cenizas de nuestros mártires”.
Ahora bien, esta iglesia cuenta con valores patrimoniales al ser una de las primeras construcciones coloniales de Santafé construida a mediados del siglo XVI, y lejos de ser la primera restauración, en ella se han efectuado diferentes modificaciones a lo largo de cuatro siglos.
A este respecto se destaca la restauración de las fachadas por parte de la firma Esguerra Sáenz, Urdaneta y Samper en la década de 1960, con el objetivo de devolver las características originales al inmueble después de la intervención realizada en 1904 por parte del arquitecto Julián Lombana. Esta, la de los años sesenta, fue la última intervención de adecuación que se le hizo.
Las fachadas más afectadas por vandalismo
Moreno aclaró que en el marco de las protestas de este año “la carrera Séptima ha sido uno de los sectores de Bogotá más propensos a que sucedan estas acciones”.
“El eje de la carrera Séptima sufre bastante con las manifestaciones sociales, pero este año, como se han direccionado en diferentes puntos de la ciudad, también hemos atendido varios sectores de interés cultural además del centro histórico. Por ejemplo en el núcleo fundacional de Suba hemos tenido que hacer muchas intervenciónes de fachadas, pero en términos generales el eje de la Séptima ha sido el más representativo y con inmuebles de mayor importancia para el patrimonio de la ciudad y el país”, finalizó diciendo la coordinadora Moreno.
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Siete anécdotas
- Esta iglesia tenía la misión de hacer las procesiones de Semana Santa y de llevar allí el sepulcro de Jesús el Viernes Santo.
- Se sabe que de La Veracruz salió el 23 de julio de 1597 la procesión que llevó a la Catedral los restos de Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de la ciudad, que habían sido traídos desde Mariquita, Tolima, por su albacea Lope Clavijo y que estuvieron guardados provisionalmente en este templo.
- Entre junio y noviembre de 1816 unos 80 próceres de la independencia, fusilados durante la reconquista de Pablo Morillo, fueron inhumados en esta iglesia, puesto que la Hermandad de la Veracruz era la encargada de asistir a los ajusticiados y darles sepultura en su fosa.
- En los libros de cuentas que se guardan en el archivo de esta iglesia hay varias partidas sobre los gastos del entierro de los ejecutados de aquel tiempo: “Por tres pesos entregados al sacristán para que pagase los peones que cargaron y enterraron a Pedro de la Lastra, Antonio Baraya y un soldado llamado Simón Talero, los que fueron arcabuceados el 20 de julio de 1816” (Anotaciones).
- Su estructura fue afectada por varios terremotos en el siglo XVII, y el de 1827 le produjo importantes daños.
- En La Veracruz se guarda un Cristo de gran valor histórico: uno de efigie, de marfil, cruz de ébano y guarniciones de plata, que fue de San Francisco de Borja y que tenía en sus manos cuando murió. Su nieto, Juan de Borja, quien gobernó como presidente de la Nueva Granada, lo obsequió al obispo Piedrahita, quien a su vez lo regaló en 1622 a la iglesia que los jesuitas tenían en el camellón de Las Nieves. Después de la expulsión de estos llegó a La Veracruz.
- A principios del siglo XX se le declaró panteón nacional.