Los banqueros del país se aliaron para lanzar en el país el Indicador de Fragilidad Financiera. De acuerdo con Asobancaria, en tiempos de economía difícil es necesario tener un análisis que proyecte el curso económico, para esto fue creado.
Conscientes de la historia económica de la región y dado el contexto actual, se ha creado el Indicador de Fragilidad Financiera de Asobancaria (IFFA) para varios países (Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México y Perú) con el fin de monitorear el estado actual del sector en la región.
El IFFA fue construido con variables homologadas, en buena medida comparables y que siguen los estándares de los acuerdos de Basilea, todas ellas calculadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Para la construcción del IFFA para América Latina se tomaron cuatro indicadores, cada uno con distintas categorías de riesgo. El primero de ellos es la calidad de la cartera (medida como la cartera vencida como porcentaje de la cartera total), que incorpora el riesgo de crédito. El indicador de solvencia, medido como la razón entre el capital regulatorio y los activos ponderados por riesgo.
El tercero, que recoge el comportamiento del mercado, se mide a través de la rentabilidad del patrimonio (ROE).
Por último, como indicador de liquidez se incorpora el coeficiente de activos líquidos, medido a través de la razón entre los activos líquidos y los activos totales.
La historia
En la década de los ochenta y noventa, la economía de Latinoamérica se caracterizó, entre otras cosas, por la apertura y liberalización de los mercados, todo ello en medio de unas mayores fluctuaciones económicas, resultado de los flujos de capital.
Este proceso tuvo un capítulo especial en el sector financiero, pues además de la entrada de nuevos competidores extranjeros al mercado, los flujos de capital influyeron en un auge crediticio en la región en los primeros años de la década de los noventa.
Sin embargo, la crisis del Tequila, gestada en México hacia 1994 produjo una crisis económica en ese país y un periodo de inestabilidad en países como Brasil y Venezuela, lo que terminó materializándose en una drástica caída en la profundización financiera de la región y en restricciones crediticias importantes.
Si bien en países como Colombia, Argentina, Perú y Chile los flujos de capital seguían arribando y la profundización financiera continuó creciendo, la crisis asiática en 1997 y la moratoria de la deuda rusa en 1998 generaron un tenso ambiente en los mercados internacionales, en especial en los países emergentes, lo que llevó a la región a otro episodio de crisis.
De hecho, Colombia sufrió las consecuencias del choque externo y el país presentó, hacia finales del siglo pasado, la peor crisis económica y financiera de su historia reciente.
Una de las enseñanzas de la crisis de finales de los noventa es que si bien la liberalización de la economía facilitó la expansión de los mercados financieros en los países en desarrollo, los marcos regulatorios debían ajustarse por unos marcos que propendieran por una mayor estabilidad del sistema.
En particular, algunos de los países de la región han adoptado una serie de políticas económicas (esquemas de inflación objetivo, tipos de cambio flexible y reglas de política fiscal) que han permitido bajar la inflación y absorber los choques externos de forma menos turbulenta.
En cuanto a las políticas tendientes a darle solidez y estabilidad al sistema financiero, los países han adoptado la regulación proveniente de los estándares internacionales propuestos por el comité de Basilea en su segunda y tercera versión.
Como resultado de lo anterior, los sistemas financieros latinoamericanos tuvieron una mayor resiliencia ante los choques negativos provenientes de la crisis financiera internacional de 2008, en comparación con las crisis de finales de siglo y principios de 2000.