Las musas del “matador” Francis Bacon al descubierto en París | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Miércoles, 11 de Septiembre de 2019
Agence France Presse

De Nietzsche a T.S. Eliot, grandes autores alimentaron el universo trágico de Francis Bacon, como demuestra por primera vez una muestra en París sobre el trabajo de sus últimos 20 años, los mejores según el genial artista inglés.

Dos eventos en 1971 marcan la vida del pintor, entonces de 62 años, así como el arranque de esta retrospectiva en el Centro Pompidou: la primera exposición parisina que lo consagró internacionalmente, y el suicidio unos días antes de su amante George Dyer.

La muerte de este compañero a quien había conocido en plena noche cuando intentaba robar en su taller lo llevó a trabajar roído por el sentimiento de culpabilidad, a la vez que le permitió acometer una transformación estilística para pintar de manera más simple, más intensa.

En total, 60 obras de entre 1971 y 1992 -año de su muerte en Madrid- se exponen en el Centro Pompidou, en la primera retrospectiva en Francia desde 1996 de Bacon, uno de los principales exponentes de la pintura del siglo XX.

La mayoría de estos lienzos de gran tamaño entablan un diálogo con seis textos literarios, procedentes de su propia biblioteca personal. "Bacon era un lector ávido" y estas obras "nos permiten comprender su imaginario y sus intenciones artísticas", explica el comisario Didier Ottinger.

Además de Nietzsche y T.S Eliot, Joseph Conrad, el dramaturgo griego Esquilo y Georges Bataille y Michel Leiris -estos últimos cercanos a los surrealistas-, conforman el panteón literario de Bacon, todos ellos amoralistas, alejados del idealismo.

El artista y el matador

Así, de Leiris, Bacon compartió la visión del artista como matador, "llamado a organizar el caos del mundo con una coreografía perfecta y una fuerza animal", según Ottinger.

También las Erinias de Esquilo, figuras de la venganza, resurgen con fuerza en su obra tras la muerte de Dyer, mientras la dualidad de Nietszche lo lleva a acentuar el contraste entre sus fondos geométricos y la turbadora inestabilidad de sus figuras humanas.

"No creo que haya nada de horripilante en mis temas", afirmaba Bacon.

Las primeras obras expuestas son nuevas versiones de sus propios lienzos realizados con motivo de la muestra en el parisino Grand Palais en 1971, como "Estudio del papa rojo" a la vez inspirado en el "Retrato de Inocencio X" de Velázquez.

En ese momento, Bacon se "sentía por primera vez dueño de sus propias técnicas para reinterpretar sus obras", según Ottinger.

El artista, que empezó a pintar a los 18 años tras visitar una exposición de Picasso, experimenta con las formas humanas, brutalizándolas, ya se trate de autorretratos, de sus amantes o de figuras que simbolizan la oscuridad vivida en Occidente en el siglo XX.

"En memoria de George Dyer" (1971), bautizado por la prensa inglesa como el "tríptico negro", pese a que no es el color predominante, su amante es deformado, esparcido sobre una mesa, mientras otro tríptico realizado dos años después lo imagina difuminado en el retrete en el momento de morir por una sobredosis de barbitúricos.

Bacon "tenía la voluntad de pasar los cuerpos por orificios, como si quisiera volverlos líquidos", afirma el comisario.

Pese a hacer del ser humano el epicentro de su obra, para Bacon su obra maestra la realizó en 1982: "Agua de un grifo", en el que pinta el agua que emana de un grifo difuminando el lavamanos sobre el que se vierte. Es un lienzo "inmaculado", dijo Bacon al respecto.

"Fue como si pintara sin tocar el cuadro", según el comisario.

La exposición estará abierta al público hasta el 20 de enero de 2020