Adoptar mecanismos de lucha contra la corrupción es una de las promesas de todo político en campaña, que luego se incluye en planes y programas como principales propósitos que algunos intentan lograr. Sin embargo, la efectividad de estas estrategias no ha sido la esperada por los mandatarios comprometidos con esa causa y mucho menos por los ciudadanos, quienes han perdido confianza en sus instituciones, según encuestas.
El anterior fue el contexto general en materia de corrupción confirmado en el IV Foro Internacional sobre Probidad y Transparencia, evento liderado por la Universidad Nacional de Colombia, con el apoyo de la Procuraduría General de la Nación.
Responsabilidad compartida
Dicha Universidad, como ente estatal formador de las nuevas generaciones de líderes, y la Procuraduría, como organismo de control, garante del adecuado desempeño y comportamiento de los servidores públicos y en general de los derechos de todos los colombianos, desempeñan un papel fundamental en la promoción de la probidad y la transparencia para la consolidación de un país libre de corrupción.
En tal sentido, tanto la Nacional como la Procuraduría han venido preparando un espacio académico abierto a la reflexión y la construcción de soluciones para la promoción de la integridad, la ética y la transparencia. Se trata de la Cátedra Colombiana: “Ciudadanía y Lucha contra la Corrupción”, que tiene como objetivo articular esfuerzos de actores internacionales, nacionales y locales para propiciar un análisis integral y crítico de ese fenómeno, construir estrategias para derrotarla y comprometer a las nuevas generaciones en este urgente propósito.
En la Cátedra se abordará el contexto mundial y nacional de lucha contra la corrupción con una perspectiva holística, enriquecida desde diversos enfoques y experiencias de la comunidad académica, tomadores de decisiones, diseñadores de política, sector privado, servidores públicos y la ciudadanía en general.
Atendiendo la importancia de dicha iniciativa, el pasado 27 de agosto se llevó a cabo el lanzamiento oficial de la Cátedra en el marco del IV Foro Internacional. El evento fue instalado por Dolly Montoya, rectora de la Universidad, y Fernando Carrillo, Procurador General, quienes destacaron el trascendental papel que juega la educación para promover ética, probidad y transparencia en la cultura de la sociedad y la necesidad de hacer foco en las víctimas de la corrupción, como parte de una renovada visión para evitar y resarcir los daños que ella genera.
Repensar las estrategias
Durante el foro, los expertos Roberto de Michelle, del BID; Manuel Villoria, del CLAD; y Frederic Boehm, de la OCDE, coincidieron en la necesidad de adoptar medidas integrales y repensar algunos enfoques y medidas adoptadas en la lucha contra la corrupción, esperando obtener los resultados y avances esperados.
Coincidieron los expertos intencionales en el diagnóstico y en varias de las medidas recomendadas e implementadas en distintos países. Recomendando algunas: (i) el papel fundamental de los servidores públicos en la promoción de la integridad, la relevancia del mérito, la capacitación y reconocimiento; (ii) implementar más estrategias de promoción de la integridad, ética y transparencia, ya que el enfoque punitivo no es suficiente; (iii) la lucha contra la corrupción y la generación de la confianza de la ciudadanía involucra un conjunto de medidas de tipo estructural planeadas, controladas y evaluadas para medir su impacto.
Ante la difícil invitación a escoger una sola estrategia que, en su opinión, fuera la más importante para recuperar confianza, manifestaron la relevancia de prestar servicios de excelente calidad; atender la corrupción en los temas electorales y el servicio civil, y modificar los mecanismos de financiación de la política.
¿Hay camino?
A pesar de nuestra larga y sólida tradición institucional, en Colombia tenemos problemas que compartimos con los países, no solo de la región, sino quizás de todo el mundo. Contamos con un robusto marco normativo, todo tipo de entidades, instancias, comisiones, consejos, programas, proyectos, políticas y herramientas; propiciamos la transparencia, la participación ciudadana, rendimos cuentas... Podríamos decir que hace varias décadas hemos aplicado todas las fórmulas y adoptado todos los canales tradicionales para construir confianza. Sobraría decir que esto no ha sido suficiente
Efectivamente, el Estado tiene una gran responsabilidad, pero no puede solo. Está en el vértice superior de lo que hemos llamado “el triángulo de la integridad”; debe fomentar la participación y las veedurías, contar con órganos de control eficaces y autónomos, con entidades que trabajen no solamente “para resultados”, sino con valores. Y, por supuesto, el Estado debe contar con la corresponsabilidad de empresarios, academia, gremios, veedores y la ciudadanía en general. Y, desde luego, con unos servidores públicos íntegros, orgullosos y enaltecidos que protejan los recursos públicos y garanticen el orden constitucional y los derechos humanos.
Pero definitivamente no se lograrán resultados si no se da un verdadero cambio cultural. Es decir, una modificación de comportamientos y prácticas corruptas, a través de la generación de hábitos distintos enfocados en la transparencia y la rectitud. Una armonía entre reglas formales (la ley), las informales (la cultura) y la moral, como lo ha sostenido Mockus. El desmonte de los vicios de sistema político, el compromiso de muchos actores especialmente de las nuevas generaciones de profesionales, son fundamentos de la Cátedra que ha lanzado la Universidad Nacional.
Así las cosas, un gran reto del esperado cambio cultural debe enfocarse en nuestro sistema político. Acabar el clientelismo en la administración pública, vigilar y gestionar los riesgos en los mecanismos de financiación electoral y garantizar la transparencia en esos escenarios, son algunas de las tareas por adelantar en las que los líderes no solo tienen que parecerlo, sino serlo.