La macondiana tierra del Nobel | El Nuevo Siglo
Viernes, 31 de Enero de 2014

Marcela Madrid Vergara

Especial para El Nuevo Siglo

Aracataca

 

 

“Estuve visitando a don Gabriel García Márquez y me contó: ‘Gaspar, me fui en el buen viaje del señor presidente, en el avión de la bella durmiente, y cuando viajaba pude mirar con ojos de perro azul la hojarasca y los espantos de agosto que se dieron el pleno otoño del patriarca’”. Así inicia el cuento con el que un profesor de Cartagena les enseña a sus alumnos las obras de Gabriel García Márquez. Ese es su homenaje para el Nobel, un homenaje que se robó las risas y los aplausos del encuentro inaugural del Hay Festival 2014: ‘Regreso a Macondo’.

 

En Aracataca, Magdalena, donde ‘Gabo’ vivió hasta los ocho años, se reunieron varias figuras para hablar de su obra: Juan Gabriel Vásquez, uno de los escritores jóvenes colombianos más reconocidos internacionalmente; Conrado Zuluaga, editor y experto en la obra de Gabriel García Márquez; Kate Horne, quien adelanta un documental sobre la vida del Nobel; y Jaime Abello, cofundador de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI).

 

En la calle Monseñor Espejo, donde vivió el Nobel y que hoy es concurrida por la casa museo en su honor, se habló del legado y la trascendencia de su obra, pero también del Gabo que conoció cada uno de los asistentes. “Cien años de soledad es el libro más influyente de la lengua española después de El Quijote. Sin esa novela no existe la obra de Salman Rushdie o del último Nobel chino”, aseguró Juan Gabriel Vásquez.

 

Conrado Zuluaga, quien ha coleccionado 35 ediciones de la galardonada novela en los diferentes idiomas de cada país que ha visitado, recuerda: “Faulkner decía: ‘yo no hago literatura, soy un campesino que cuenta cuentos’. Así, García Márquez decía que solo era el hijo del telegrafista de Aracataca”.

 

Pero fueron los cataqueros, desde el público, quienes más se emocionaron al hablar de su paisano. En medio de la charla, mientras los panelistas recitaban de memoria algunas de las frases más recordadas de su obra, no tardaron varios en levantarse para hacer lo propio: “El coronel destapó el tarro de café y comprobó que no había más de una cucharadita”, narró uno… “el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados”, declaró alguien más… “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”, coreó el público.

 

Por momentos, la espontaneidad de los pobladores convirtió el encuentro en una especie de concurso por demostrar quién sabía más sobre Gabo. Algunos preferían mencionar al Gabo periodista, o al escritor, otros al Gabo familiar, pero la documentalista británica Kate Horne trabaja para revelar su esencia en la pantalla: “De día era mediador entre gobiernos, narcos y guerrilleros, pero de noche tocaba vallenatos en París para vivir”.

 

El desparpajo de los asistentes siguió causando sonrisas, con preguntas como “bueno, y al fin ¿por qué fue que Vargas Llosa le empujó la mano a García Márquez?”. A lo que Juan Gabriel Vásquez respondió con una historia inédita que revela cómo esa famosa disputa quedó en el pasado: “Vargas Llosa le da una calificación de 1 a 20 a cada novela que lee, escribiendo el número en la última página. El 20 se lo reservaba a Flaubert y a Víctor Hugo, pero yo vi esa última página de ‘Cien años de soledad’ con un 20”.

 

También se preguntaron si Macondo era el reflejo de Aracataca, o la suma de varios lugares geográficos. Si ese pueblo, que en cada esquina hace honores a su personaje más ilustre, con lugares como la ‘Biblioteca Remedios la Bella’, la ‘Tienda La Hojarasca’, o ‘El patio mágico de Gabo y Leo Matiz’, era la inspiración del escritor. Ese pueblo donde sobreviven, a pesar de su deterioro, varios monumentos al Nobel. Donde el alcalde declara: “Gracias al Presidente de la República, Rafael Santos”. A pesar de las diferentes opiniones, el presente del pueblo demuestra que sigue siendo el reflejo de Macondo, de un mundo tan fantástico como real.