Los dirigentes de la Unión Europea (UE) aprobaron la implementación de sanciones a funcionarios de Bielorrusia y lanzaron una firme advertencia a Turquía, gestos que generaron airadas reacciones de esos gobiernos, así como por parte de Rusia.
"Hemos decidido aplicar sanciones contra los responsables de la represión en Bielorrusia", anunció el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, en rueda de prensa conjunta con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
Estas sanciones, que serán "efectivas a partir del viernes", congelan los activos en la UE de las personas concernidas, quienes también tendrán prohibido entrar en el territorio de la Unión. Aclaró que el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, no figura en la lista, que no está cerrada.
"Si se complica, no nos abstendremos de poner a Lukashenko bajo sanciones", advirtió por su lado el presidente francés, Emmanuel Macron. La UE no reconoce la "legitimidad democrática" de Lukashenko, ya que desconoce el resultado de las elecciones del 9 de agosto.
Estas sanciones afectan a unos 40 altos funcionarios bielorrusos acusados de represión contra la oposición o de falsificar el resultado de las recientes elecciones presidenciales.
Reciprocidad
Las reacciones no demoraron en surgir. La cancillería de Bielorrusia anunció la adopción de sanciones en represalia.
Ante restricciones de visado a sus funcionarios, "la parte bielorrusa… adopta una lista de sanciones en reciprocidad", anunció en una nota oficial.
El gobierno bielorruso adelantó que no divulgará la lista de funcionarios europeos sancionados, pero amenazó con "consecuencias aún más serias" en caso de que la UE aumente las restricciones.
Por su parte, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, dijo que "en general consideramos a las sanciones como una mala política" y en este caso opinó que se trata "más de una prueba de fragilidad que de fuerza".
No obstante, el Kremlin consideró "positivo" que Lukashenko no haya sido incluido en la lista de sancionados.
La jefa del gobierno alemán, Angela Merkel, afirmó que la UE logró expresar adecuadamente "las preocupaciones de Grecia y Chipre, que naturalmente son compartidas por los Estados miembros, pero también queremos una buena relación estructural con Turquía".
Estas sanciones europeas llevaban varias semanas listas, pero debían ser aprobadas por unanimidad por los Estados miembros. Chipre se negaba a dar su visto bueno si la UE no enviaba primero un mensaje contundente a Turquía para que detuviera las actividades ilegales de perforación en el Mediterráneo.
Por eso, la jornada de la cumbre en Bruselas se centró en el conflicto en el Mediterráneo Oriental, donde Turquía, Grecia y Chipre se disputan yacimientos de hidrocarburos.
Amenazas de sanciones
La UE adoptó un doble enfoque con respecto a Ankara con el compromiso de mejorar una serie de cooperaciones y reactivar la unión aduanera si Turquía detiene sus perforaciones en aguas del Mediterráneo Oriental, explicó Michel.
Por su lado, Von der Leyen adoptó un tono marcadamente más severo: "Si Ankara continúa con sus acciones ilegales, utilizaremos todos los instrumentos disponibles", dijo, en referencia a posibles sanciones.
El primer ministro de Grecia, Kyriakos Mitsotakis, aprobó la firmeza mostrada por la UE, que "envió un claro mensaje de unidad, solidaridad y determinación". "También dejó claro cuáles serían las consecuencias si Turquía continúa su comportamiento agresivo", agregó.
La reacción de Turquía no se hizo esperar y su ministerio de Relaciones Exteriores salió a rechazar esas amenazas.
"El uso continuo del lenguaje de las sanciones no es constructivo. La UE debe comprender ahora que no llegará a ninguna parte con ese discurso", dijo.
Las tensiones con Ankara no se limitan al Mediterráneo. Los líderes europeos expresaron su preocupación por la escalada de las hostilidades en Nagorno Karabaj, escenario de combates entre armenios y azerbaiyanos, y condenaron cualquier "injerencia externa", en una referencia implícita a Moscú y Ankara.
Macron dijo disponer de información sobre la presencia de "300 combatientes sirios de grupos yihadistas" en este territorio poblado en su mayoría por armenios y que proclamó su independencia de Azerbaiyán al final de la Unión Soviética.