EN los últimos meses, el mundo entero se ha enfrentado a un reto sin precedentes, a una prueba que nos confirma que estamos conectados, que no estamos solos, que somos parte de un colectivo y que para enfrentar las dificultades podemos unirnos con el propósito común de hacerles frente y sobrepasarlas con solidaridad. En este caso, los colombianos nos unimos entendiendo la corresponsabilidad para preservar lo más valioso: la salud y la vida.
Al iniciar la pandemia, en medio del aislamiento preventivo obligatorio, frente al distanciamiento físico imperante, la adversidad y la incertidumbre propias de las circunstancias, quise invitar a los colombianos a unirse a través de un llamado al patriotismo alrededor de nuestra bandera, identificándonos bajo el tricolor para difundir mensajes alentadores como: Cuídate, Te Estoy Pensando, Gracias, Ánimo, Acá Estoy. Motivando a quienes se encontraban en las primeras líneas de batalla y acercándonos a esas primeras víctimas de esta aparición intempestiva del Covid-19.
Solo unidos pensamos que podíamos ejecutar una acción concreta que materializara esos mensajes, con la cual pudiéramos ser un puente entre quienes tenían la voluntad y el deseo de aportar y quienes tenían una necesidad y se podían ver beneficiados. Así nació Ayudar Nos Hace Bien el 24 de marzo, una campaña en la que confluyeron el sector público, el sector privado y los ciudadanos, para salvaguardar desde la unidad nacional y la solidaridad, la nutrición en cuerpo y alma de los colombianos en todo el país que estaban viendo comprometida su acceso a la alimentación por los efectos de la pandemia.
Muy pronto nuestros compatriotas se hicieron sentir generosamente con aportes en dinero y en especie que permitieron consolidar mercados dignos para grupos familiares de tres a cuatro personas para un periodo aproximado de seis semanas y con un principio de balance nutricional. Procuramos no incluir productos perecederos porque nuestro objetivo siempre fue llegar a todo el territorio nacional, a los lugares más remotos, de manera oportuna y con alimentos en óptimas condiciones, con los debidos requerimientos en proteínas, vitaminas y minerales que en varias ocasiones enviamos con mensajes afectuosos para dar ánimo a los colombianos y acompañarlos en la distancia.
Hoy podemos decir con inmensa satisfacción que hicimos presencia en los 32 departamentos y los 1.103 municipios de nuestro país, con el apoyo excepcional de los gestores sociales y de la fuerza pública, siempre dispuesta a servir, quienes se convirtieron en una red logística que iba engrandeciendo los mensajes de apoyo en cada kilómetro recorrido. Nos enorgullece el fortalecimiento de ese enlace entre el Estado y la región y el haber tenido la posibilidad de hacer entregas de manera presencial, en recorridos por el territorio que me conmovieron por las olas de gratitud y las muestras de cariño.
En este proceso, logramos una capacidad de articulación notable, desde el momento en que recibimos la donación y en las subsiguientes etapas de acopio, logística, entrega puerta a puerta, entre otras. Y esto se vio respaldado por el desarrollo de una plataforma en la que usamos con pertinencia Big Data y analítica, con el objetivo de garantizar la transparencia y la responsabilidad, naturalmente esperadas por parte de nuestros donantes. Gracias a ello y al cruce de información de entidades del orden nacional, regional y municipal, pudimos identificar con rigor las familias que realmente necesitaban la ayuda y adicional a eso, se estableció una trazabilidad en las entregas por el registro detallado que se implementó y que fue apropiado en los territorios.
Cada aporte ha dejado una huella indeleble porque ha sido la expresión de la movilización de los corazones de tantos colombianos que han comprendido que cada acto propio puede beneficiar a alguien más. Con contribuciones en dinero, desde cinco mil pesos o en especie, más de 26 mil donantes particulares y 200 empresas, hoy son partícipes del cumplimiento de la meta que nos fijamos de recaudar un millón de mercados que representan más de 68 millones de platos de comida, y también de ese resultado alentador, más no satisfactorio, al que llegamos como país de reducir en más de un 40 por ciento, las notificaciones de muertes por o asociadas a la desnutrición, en niños menores de cinco años. Este no es un indicador menor, es la prueba de que juntos podemos contribuir al desarrollo económico y social de nuestro país, invirtiendo a través de la nutrición en el capital humano de nuestros compatriotas.
Hemos trabajado como un frente multisectorial del que hacen parte: Innpulsa, las Consejerías Presidenciales para la Niñez y Adolescencia, para la Juventud, para las Regiones y para los Asuntos Económicos y Transformación Digital, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), entre otras entidades del Gobierno; la Fundación Solidaridad por Colombia, las empresas, las plataformas digitales, los gestores sociales, la Fuerza Pública, los países amigos, los organismos internacionales y cada ciudadano donante. Todos han obrado con compromiso, fraternidad y responsabilidad, y han sido testigos de que este esfuerzo colaborativo genera un impacto evidente en la seguridad alimentaria y en la mitigación del riesgo de hambre en los colombianos.
Estamos viviendo momentos históricos de reflexión colectiva que no admiten indiferencia ni egoísmo. Esta campaña nos ha permitido activar la empatía de los colombianos y desencadenar conversaciones y acciones positivas dirigidas al bienestar de quienes más lo necesitan. Hemos aprendido a identificar la gratitud en las miradas de pequeños y adultos, en un nuevo lenguaje visual. Nos hemos conectado en la distancia por medio de la unidad nacional, con el corazón desbordante de patriotismo, cobijados con la bandera de la solidaridad, levantándonos los unos a los otros con bondad y mirando el futuro con la ilusión y la esperanza que se desprenden de estar convencidos que, en todo tiempo, AYUDAR NOS HACE BIEN.