Nagorno Karabaj y la lucha por el status quo | El Nuevo Siglo
Foto Anadolu
Sábado, 3 de Octubre de 2020
Natalia Mariño*

Esta semana, el recrudecimiento de las tensiones entre Armenia y Azerbaiyán por el control del territorio de Nagorno Karabaj, han vuelto a acaparar la atención de los medios. Más de treinta años de conflicto persisten en el Cáucaso Sur, una región montañosa que colinda con Irán, Turquía, Georgia y Rusia.

Uno de los legados de la Unión Soviética y su disolución, fueron diferentes territorios con minorías étnicas que quedaron como enclaves dentro los nuevos Estados que se formaron con la independencia de las repúblicas socialistas soviéticas. Este es el caso de Nagorno Karabaj, una región de mayoría armenia y cristiana, autoproclamada como república independiente, pero que durante la época soviética fue parte de Azerbaiyán.

La guerra entre Armenia y Azerbaiyán, que tuvo lugar entre 1988 y 1994 y que dejó un millón de desplazados y alrededor de 30.000 fallecidos, inició cuando Nagorno Karabaj proclamó su intención de ser parte de Armenia. Azerbaiyán luchaba contra el movimiento separatista que obtuvo más fuerza con la celebración del referendo de independencia en 1991, el cual fue aprobado por una mayoría del 99% y apoyado por Armenia.

Desde el cese al fuego en 1994 acompañado por el Grupo de Minsk de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo de Europa (OCDE), Nagorno Karabaj es un estado de facto bajo el control de Armenia, pero reconocido internacionalmente como parte de Azerbaiyán.

Geopolítica

En estos treinta años de tensiones e intentos de negociaciones, el conflicto persiste. Esta vez, los enfrentamientos comenzaron en julio en la frontera entre Nagorno Karabaj y Azerbaiyán, y desde el domingo pasado se ha visto una escalada que hasta el momento ha dejado 95 personas fallecidas, entre ellas, 11 civiles.

Como en la mayoría de los conflictos, las potencias regionales y los actores involucrados juegan un rol determinante tanto en el aumento de las tensiones, como en facilitar una mesa de negociación. Azerbaiyán, cuyas raíces turcas permiten entender el fuerte lazo histórico y actual con Turquía, tiene una población mayoritariamente musulmana. Los turcos han brindado apoyo político y militar a Azerbaiyán en los enfrentamientos contra Armenia.

Desde la persecución y genocidio al pueblo armenio durante la Primera Guerra Mundial, Turquía rechaza haber cometido dichos actos sistemáticos, generando relaciones diplomáticas prácticamente inexistentes entre ambos Estados. Por su parte, Rusia ha sido un aliado de Armenia, pero también tiene buenas relaciones con Azerbaiyán, por lo que no puede permitirse perjudicar el vínculo con este país, en gran parte, por sus extensas reservas de petróleo.

De igual forma, Rusia tiene lazos de amistad con Turquía y comparten posturas en conflictos como el de Siria. De manera que, si Rusia apoya militarmente a Armenia y Turquía a Azerbaiyán, el conflicto podría escalar aún más e incluso terminar afectando las relaciones diplomáticas entre dichas potencias regionales. Así lo afirma Vesko Garcevic, exdiplomático ante la OTAN y la OSCE y profesor de negociación y diplomacia de la Universidad de Boston, “Turquía y Rusia no quieren llevar la situación a una guerra. Ninguno está listo para asumir ese riesgo por los mutuos intereses en otras partes del mundo”.

Mantener el status quo

En estos nuevos enfrentamientos, el analista Fuad Shahbaz dijo para la cadena Eurasianet, que Azerbaiyán está tratando de expandir su presencia a Fuzuli y Jabrayil. Estos territorios que rodean Nagorno Karabaj, permanecen despoblados y pertenecían a Azerbaiyán antes de la guerra de hace treinta años. De esta manera, con una posición más fortalecida, Azerbaiyán tendría más ventajas para sentarse a negociar.

Garcevic menciona que para llevar a cabo un cese al fuego definitivo y un acuerdo de paz se necesita de una tercera parte que sea de confianza mutua y que además tenga la influencia para hacerlo. En este caso, Rusia cumple con dichos requisitos y sería una oportunidad para imponerse aún más en la región e incluso a nivel global, si logra llevar a cabo una negociación exitosa. 

Sin embargo, dice Garcevic, ¿por qué Rusia buscaría cambiar una situación que le favorece? Los conflictos implican redistribución de poder y el status quo que se venía manteniendo entre Armenia y Azerbaiyán, le beneficia a Rusia para mantener buenas relaciones con ambos Estados y el mantenimiento de sus intereses económicos. De manera que Rusia intervendría militarmente si ve que Azerbaiyán avanza de forma significativa hacia Nagorno Karabaj y los territorios aledaños, con el fin de restablecer el orden.

Aunque se ha reportado esta escalada del conflicto como una amenaza a la seguridad de la población civil en la región, lo cierto es que una guerra prolongada no es la opción más probable sin el involucramiento de Rusia y Turquía. El Grupo de Minsk liderado por Francia, Estados Unidos y Rusia, emitió un comunicado esta semana pidiendo el cese al fuego.

En estas tres décadas, las negociaciones bilaterales y la diplomacia han fracasado en lograr un cese definitivo de las hostilidades y un acuerdo entre las partes, por los múltiples intereses de por medio. En este sentido, como puede verse en diferentes conflictos, ante la ausencia de un acuerdo común entre las partes implicadas, el status quo resulta ser la opción más conveniente, pero a su vez, la menos certera hacia el futuro.

 

(*) Candidata a máster en Asuntos Internacionales con Especialización en Comunicación Internacional de la Universidad de Boston.