El 9 de septiembre de 2009, Andrés Del Castillo, un abogado bogotano de raíces samarias, llegó a París para iniciar su maestría sin contactos que le recibieran ni dinero para pagar un alquiler.
Llevaba consigo unos pocos euros guardados entre sus ropas y una reserva de Couchsurfing, que le aseguraba dormir gratuitamente un par de noches en el apartamento de un desconocido.
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Un error en la reserva hizo que coincidiera con un exsoldado afgano, con quien tuvo que compartir cuatro noches en el mismo sofá-cama.
En una de las muchas conversaciones que tuvieron sobre las guerras de Afganistán y de Colombia, el anfitrión de ambos, también colombiano, soltó unas palabras que el abogado recuerda todavía: “Cuando te vas, es como si fueras un árbol arrancado. Siempre tienes pedazos de tierra en las raíces que te recuerdan de dónde vienes, así te planten en cualquier otro lugar".
Después de una década Del Castillo, que comenzó ganándose la vida en Europa cuidando adultos mayores y niños, como guía turístico y escritor de artículos de viajes, fue involucrándose poco a poco en el mundo de la cooperación internacional y los derechos humanos.
Sin embargo, admite que aunque su camino, como el muchos migrantes no ha sido sencillo, encontró las puertas abiertas.
Desde 2012 reside en Ginebra y es abogado senior del Center For International Environmental Law (CIEL), donde lidera esfuerzos en el seno de las Naciones Unidas para negociar un convenio que respalde la lucha contra la contaminación por plásticos.
Previamente, trabajó también en la capital suiza por la defensa de derechos humanos de pueblos indígenas en distintos países. Algo que parecía imposible cuando a sus 21 años tuvo que empeñar un reloj Swatch por 90 mil pesos para sacar su primer pasaporte.
“Cuando te vas, es como si fueras un árbol arrancado. Siempre tienes pedazos de tierra en las raíces que te recuerdan de dónde vienes, así te planten en cualquier otro lugar"
Vocación más allá
Catalina Aristizabal, una bogotana de 29 años y comunicadora de la Universidad Javeriana, halló su lugar en el mundo.
Aunque siempre había sentido una profunda conexión con la naturaleza, fue a través de sus estudios que pudo trasladarla a un escenario de trabajo concreto: dedicarse a los documentales de vida salvaje.
Sin embargo, a pesar de vivir en el segundo país con mayor biodiversidad del mundo, las perspectivas eran estrechas en el país.
“Decidí hacer mi tesis estilo documental. No tenía experiencia en irme a buscar ballenas ni nada parecido. Mis asesores de tesis no le tenían mucha fe al proyecto” recuerda.
Antes de graduarse, halló la maestría de Wildlife Filmmaking de la Universidad del Oeste de Inglaterra (UWE) en Bristol, un programa desarrollado en asociación con la BBC. “Solo aceptaban 15 personas a nivel mundial. Hice todo lo que pude para llegar y fui la única de Sudamérica”, revela.
Llegó al Reino Unido en 2017. Fue “aterrador” apostarlo todo por un proyecto tan específico.
Sin embargo, Catalina halló piezas de sí misma que desconocía y desarrolló como tesis de maestría el documental Land of the Outcast sobre la crisis ambiental derivada de los hipopótamos que Pablo Escobar importó a Colombia en los años ochenta, dejando dos décadas después, la población de esa especie invasora más grande por fuera de África, afectando con ello el ecosistema local.
A raíz del documental surgió The Hunt for Escobar’s Hippos, desarrollado por el Smithsonian Channel y dirigido por Andrew Graham-Brown.
“Solo aceptaban 15 personas a nivel mundial. Hice todo lo que pude para llegar y fui la única de Sudamérica”
“Me planteé hablar de Escobar como de verdad fue y no como un héroe. Y creo que se logró, mucha gente cambió por completo la idea que tenía de él y de Colombia, a una totalmente desligada de las drogas” relata.
Ese hito le catapultó hacia la BBC, donde ha trabajado siempre visibilizando su país en tantos proyectos de conservación como sea posible. “Cuando cuento toda la biodiversidad que tenemos, la gente no me cree. Yo amo mi país y me fui porque quiero poder jugar mi parte en cambiar su imagen” dice.
La tierra querida
Cuando Javier Pinzón llegó con 17 años a Stuttgart, suroeste de Alemania, quiso desconectarse de Colombia. Su intención era aprender el idioma local y para lograrlo, pensó, debía mantenerse al margen del español.
En pleno 2002 las posibilidades de conectividad a través de Internet eran exiguas. Eso le llevó a diferir el contacto con su natal Cartagena.
Una vez culminados sus estudios de alemán, inicia un recorrido académico y profesional diverso. Estudia economía en la Universidad de Heidelberg y maestrías en la Universidad de Bonn, en la Universidad Carlos III de Madrid y en la Universidad de Lund.
Eso le permitió tejer sólidas relaciones con el sector empresarial europeo, hermético para muchos. “Aquí es clave el tema educativo. Son sociedades muy jerárquicas en las que el componente académico juega un papel muy importante” señala Pinzón.
En 2012, el vínculo con su país vuelve a palpitar en París trabajando para la OCDE, en donde se aproxima a las oportunidades y desafíos de Colombia en materia económica y social.
Con el Caribe en las venas y los rituales y modos del viejo continente en la cabeza se une a Procolombia, en lo que él mismo define como “un embajador comercial”, primero en Alemania y desde hace tres años en La Haya (Países Bajos).
Colaboración clave
El camino de Catalina Valencia en España ha sido una conjugación de metas concretas y oportunidades inesperadas. Cuando era una adolescente en Medellín, soñaba con vivir en el país ibérico.
En diciembre de 2005 se trasladó becada a Valencia, para estudiar una maestría en Guión Audiovisual, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Su primer trabajo local le llevó a recorrer las calles realizando encuestas para estudios de mercado. Difícilmente exista otro ejercicio tan inmersivo para un extranjero en una ciudad desconocida.
Al poco tiempo ya había viajado a tantos lugares como escuchado personas diferentes. “Si te interesas por la gente, ellos se terminan interesando por ti” dice.
De ahí que Catalina se haya involucrado en el ecosistema del emprendimiento europeo y haya trabajado con la fundación europea para la innovación Finnova, con StartUp Europe Awards y como Community Lead & Events de KMZero Food Innovation Hub, un think tank en el que sus participantes (empresarios, y emprendedores de la industria) se han planteado una pregunta fundamental para el planeta: ¿cómo debería ser la alimentación en el futuro?
“Si te interesas por la gente, ellos se terminan interesando por ti”
Creer en cambiar
Un día, mientras vivía en Bogotá, Carlos Saldarriaga recibió un correo por parte del equipo de reclutamiento de los cuarteles generales de la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos para trabajar en Dinamarca, habilitando a la organización para encontrar y desarrollar a las personas encargadas de crear proyectos de alto impacto en la sociedad.
Con una sólida carrera en la gerencia de recursos humanos dentro y fuera de Colombia, Carlos se trasladó a Europa para asumir como HR Global Business Partner. “Llegar a Dinamarca ha sido maravilloso, es otro mundo. Esto te permite entender las ventajas de ser colombiano y también las falencias de nuestro sistema” señala.
Desde 2019 ha buscado ampliar la mirada de los procesos de reclutamiento hacia el talento del país porque está convencido de que la creatividad, las ideas diferentes, la recursividad y la actitud de sus profesionales son rasgos necesarios y valiosos para afrontar los retos globales que persisten y se agravan.
Sin embargo, aunque reconoce que los colombianos han “comenzado a abrir sus alas y cambiar el espectro de lo que ven posible”, advierte que no basta con eso. Hace falta que los países dediquen esfuerzos al fortalecimiento de la educación, la salud y la seguridad.