Los dos bandos siguen acusándose mutuamente de las hostilidades que ya han causado unos 600 muertos, 73 de ellos civiles, según balances muy parciales, ya que Azerbaiyán no comunica las pérdidas militares.
Por cuarto día consecutivo, y pese a los reiterados llamados de Rusia y los países occidentales, la tregua negociada con la mediación de Moscú y que debía entrar en vigor el sábado, sigue sin acatarse.
Ayer, Estados Unidos insistió en su pedido para respetar el alto el fuego.
"Estados Unidos pide a Azerbaiyán y Armenia que implementen sus compromisos con un alto el fuego acordado y que dejen de atacar áreas civiles, como Ganyá y Stepanakert", instó el secretario de Estado, Mike Pompeo.
A nivel humanitario, la Cruz Roja advirtió sobre las consecuencias del conflicto en la población.
"Hoy, después de dos semanas de combates intensos, y que lamentablemente se recrudecen... vemos que cientos de miles de personas se han visto afectadas en la región", afirmó el director del Comité Internacional de la Cruz Roja para Eurasia, Martin Schuepp.
Según el responsable, se están manteniendo "discusiones" para llegar a intercambiar prisioneros y los cuerpos de los fallecidos, uno de los objetivos de la tregua acordada.
En el frente, los separatistas del enclave acusaron al ejército rival de haber lanzado una triple ofensiva en el sur, el norte y el nordeste de la autoproclamada república.
Por su lado, Bakú afirmó "respetar el alto el fuego" pero que el enemigo armenio disparaba contra los distritos azerbaiyanos de Goranboy, Tartar y Agdam.
Azerbaiyán parece haber recuperado algunos territorios en algo más de dos semanas de combates, sin haber conseguido no obstante un avance significativo respecto a los separatistas, que controlan las montañas.
"Azerbaiyán registró varios éxitos militares, pero nada espectacular. Bakú está lejos de tomar el control de Karabaj", revela Guela Vassadze, experto en el Centro Georgiano de Análisis Estratégico. El conflicto se encuentra en un "estancamiento diplomático y militar", señala.
Desde Stepanakert, la capital de la región separatista, se podía oír artillería disparando hacia el frente sur.
Nagorno Karabaj es un territorio azerbaiyano poblado mayoritariamente por armenios que proclamó su independencia en 1991, lo cual provocó una cruenta guerra que se saldó con 30.000 muertos. Los combates actuales, que estallaron el 27 de septiembre, son los más graves desde 1994.
Tras casi tres décadas sin avanzar a nivel diplomático, el presidente azerbaiyano, Ilham Aliev, prometió que retomaría el control de este territorio, aunque fuera a la fuerza.
Los dos bandos atribuyen al adversario ataques deliberados a las zonas civiles pobladas, crímenes de guerra y el uso de bombas de racimo, un arma prohibida.
En Ganyá, segunda ciudad de Azerbaiyán donde el domingo un edificio fue destruido, causando 10 muertos, los habitantes depositaban claveles rojos y muñecos de peluche cerca de los escombros.
Además de la posible crisis humanitaria, la comunidad internacional teme que el conflicto se internacionalice. Turquía alienta a Azerbaiyán a pasar a la ofensiva y Rusia tiene un tratado militar con Armenia.
También se ha acusado a Ankara de haber enviado combatientes proturcos desde Siria para luchar junto a los azerbaiyanos, lo que Azerbaiyán niega.
Según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), 119 combatientes sirios de facciones proturcas murieron desde finales de septiembre, de los 1.450 desplegados en Karabaj.
Otro problema que se suma hoy en día a este conflicto es la pandemia del nuevo coronavirus. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los casos de covid-19 han aumentado en la región desde el estallido de los combates.
"La movilización de tropas, el desplazamiento de poblaciones. Todo esto ayuda a que el virus se implante", advirtió el portavoz de la OMS, Tarik Jasarevic.