Bolivia decide su futuro | El Nuevo Siglo
Sábado, 17 de Octubre de 2020

* Trascendentales elecciones presidenciales y legislativas

* Pandemia puso en evidencia la cruda realidad nacional

 

Aunque de tanto repetirse ya parece una frase de cajón, sobre todo en el plano electoral y más aún cuando se trata de escoger al Presidente de la República, lo cierto es que mañana los bolivianos se juegan buena parte de su futuro a corto, mediano y largo plazos.

Tras un año en medio de la interinidad gubernamental, luego de la obligada renuncia de Evo Morales al quedar al descubierto el fraude electoral con el que quería perpetuarse en el poder, la nación del altiplano vuelve mañana a las urnas para escoger timonel. Y lo hace en momentos en que Bolivia, al igual que la mayoría de los países, atraviesa por la crisis más grave de las últimas dos décadas por cuenta de la pandemia del Covid-19.

De allí que no solo está sobre el tapete si el próximo mandatario será el candidato de izquierda Luis Arce o el aspirante de la coalición de centro-derecha, el exmandatario Carlos Mesa, quienes encabezan las encuestas entre los siete dirigentes que buscan conquistar el poder. Lo más importante en juego es si Bolivia apuesta por seguir en la senda de gobiernos de tinte populista y socialista, como el encabezado por Morales por más de catorce años, o se inclina por un cambio de dirección, hacia un modelo político y económico más de democrático y de centro. Para lo uno o lo otro será clave también cómo resulte la elección general del Congreso, hasta ahora dominado por el Movimiento al Socialismo (MAS), del renunciado mandatario.

Para no pocos analistas el hecho de que haya transcurrido un año desde las pasadas elecciones y que la figura del cuestionado presidente de origen indígena haya salido (al menos presencialmente) del escenario político diario, así su influencia gravitara desde México (país en el que se refugió inicialmente tras su obligada renuncia) y luego desde Argentina (en donde lleva varios meses tratando de encender a sus bases políticas), le ha permitido a la ciudadanía en todos sus niveles y estratos socioeconómicos tener un espacio para reflexionar sobre cuál debe ser el rumbo del país. En la nación del altiplano, como en el resto del orbe, el impacto de la pandemia ha puesto en mayor evidencia las fortalezas y debilidades en los flancos político, económico, social, sanitario, educativo, ambiental, laboral, gremial, étnico, institucional e incluso en el propio carácter de su población para hacer frente a la grave emergencia. De hecho, el gobierno transitorio de la derechista Jeanine Áñez no marcó mayor diferencia en lo político, ya que la crisis sanitaria concentró gran parte de su margen de acción.

La confluencia de esos dos fenómenos (la ausencia de la figura de Morales que había copado el escenario por tres quinquenios) y la cruda radiografía nacional derivada del coletazo del Covid-19, llevan a que hoy, en la intimidad de la urna, cada boliviano tenga una mayor conciencia de que está votando más que por un presidente, por el nuevo o viejo rumbo del país, con todo lo que ello implica. Con sus puntos fuertes y débiles, es claro que Arce (candidato del MAS) y Mesa, que seguramente irán a una segunda vuelta, representan proyectos políticos e ideológicos muy distintos, con claras diferenciaciones programáticas y de concepción del rol del Estado y el ejercicio del poder.

Para el subcontinente el resultado de los comicios también resulta muy importante. Es evidente que en la última década el llamado “socialismo del siglo XXI”, que nació bajo la sombrilla de la diplomacia de los petrodólares de Hugo Chávez, y la izquierda en general han experimentado un marchitamiento fuerte en Suramérica. Prueba palpable de ello es lo ocurrido en Ecuador, Brasil, Uruguay, Chile y la propia Bolivia, en donde Morales quiso postularse hasta de senador pero la justicia se lo impidió. Sin embargo, en Argentina el kirchnerismo sí volvió al poder, en tanto que pese a toda la presión interna y externa la dictadura chavista se mantiene en Venezuela. Lo que ocurra mañana o en la segunda vuelta de los comicios de la nación del altiplano (29 de noviembre) seguramente moverá el péndulo geopolítico regional.

Visto todo lo anterior se puede entender el carácter determinante de las elecciones de mañana. Hay mucho en juego, no solo en cuanto a la persona y el programa presidencial que finalmente salgan triunfadores, sino en el reto primario que tendrá el nuevo gobierno: superar el marcado clima de polarización que se ha extendido a todos los rincones y franjas poblacionales del país en los últimos doce meses, y erigirse como un líder para todos, con la suficiente capacidad y poder de convocatoria para que Bolivia pueda empezar a afrontar la complicada etapa de la pospandemia con vocación de futuro y eficacia, tanto en lo económico como en lo social.