Un año azaroso | El Nuevo Siglo
Jueves, 7 de Diciembre de 2017

CIERRA uno de los años más azarosos que recuerde la historia reciente colombiana.

Aunque resistimos, no fue un buen año para el grueso de la población.

Pese a que aguantamos el chaparrón, fue un 2017 bien difícil para gobernantes y gobernados.

Si bien el moderado optimismo lleva a sugerir que lo peor ya pasó, la situación podría tornarse aún peor.

El final de este año no supone alegrías ni emociones al interior de los hogares.

La visión que tienen las familias sobre el país, el Ejecutivo, la política y la economía es confusa e incierta.

Aquí se hace lo que se puede, no sobra un centavo. Más bien faltó hacer mucho en el frente social.

Persiste una alta deuda del Gobierno y el establecimiento con las mayorías.

El sentimiento de insatisfacción es visible en la comunidad. La palabra clave es desconfianza.

El primer gran objetivo del Gobierno, la clase política, los gremios de la producción y los empresarios es recobrar la confianza ciudadana.

No creer está de moda en Colombia.

No ser digno de crédito es una constante nacional.

En medio del río de propuestas que inundan campañas electorales, es preciso recuperar la calma y darle nuevo empujón a la economía.

La nación sufre marcadas cicatrices causadas por la corrupción. Las heridas no cicatrizan porque corruptos siguen actuando.

Consumidores continúan saliendo poco de compras debido a dos factores: bajos ingresos y desempleo.

Dos detonantes empeoran panorama: la incertidumbre de hogares frente al aterrizaje de las Farc en la política sin reparar ni purgar sus terribles crímenes y delitos, y la precaria imagen del presidente Santos.

A los colombianos no les suena para nada que quienes cometieron terribles abusos contra población civil ahora asistan inmunes a los estadios de la confrontación política y la democracia, con puestos a dedo, premiando su oscuro pasado.

A ciudadanos no les va para nada la reputación del Presidente Santos a quien miran con dudas y poca cercanía.

Piensan trabajadores y desempleados que durante sus dos mandatos, el Jefe del Estado invirtió todo su capital político en las Farc y puso solo unas monedas en el frente social.

Hay un sentimiento de desaliento y desazón con el Gobierno respecto al enfoque social del país.

Indignación alrededor de poca efectividad en la reparación de víctimas del conflicto.

Para las Farc no es suficiente pedir perdón y al mismo tiempo envalentonarse con una candidatura presidencial arrogante y desafiante con las víctimas.

Al Gobierno no puede bastarle apostar sus cartas al juego de la justicia especial de paz.

El Ejecutivo debe evitar que los árboles tapen el bosque, actuar firme contra  desempleo, desigualdad, pobreza extrema, informalidad, inseguridad, megaobras inconclusas, pésima salud pública, precaria red hospitalaria, carencia de escuelas y colegios públicos en el sector rural y flaco crecimiento de la economía.

Urgente que el cierre de este Gobierno se oriente principalmente a inversión social tangible y real.

Indispensable propiciar condiciones para que empresas se animen a invertir más y crear nuevos puestos de trabajo.

Sabor agridulce pasarán este fin de año muchos hogares por finanzas maltrechas y desempleo.

Que Navidad y año nuevo regalen empleo y un salario mínimo que alcance para cubrir lo que se está comiendo el IVA de odiosa reforma tributaria.