Ospina y sus géneros literarios | El Nuevo Siglo
Foto El Nuevo Siglo - Claudia Beltrán
Miércoles, 23 de Mayo de 2018
Claudia Beltrán

CONSIDERADO como el mejor ensayista de Colombia, William Ospina, en diálogo con EL NUEVO SIGLO, cuenta cómo mezcló diferentes géneros literarios como la poesía, el ensayo, la novela histórica y la narrativa en su nuevo libro “El taller, el templo y el hogar”.

EL NUEVO SIGLO (ENS): ¿Por qué hablar de “El taller”, “el templo” y “el hogar”?

WILLIAM OSPINA (WO): Porque tres elementos centrales de las sociedades y de la vida de los individuos son el trabajo, la convivencia y la manera de habitar en el mundo, los cuales están en una gran crisis en esta época. Cuando hablo del taller me refiero al trabajo, el templo es lo que nos desliga y lo que nos hace estar juntos y al referirme al hogar planteo nuestra manera de habitar.

Durante mucho tiempo el trabajo no fue solamente el ejercicio de producción de cosas sino de la realización del ser humano. Cada quien practicaba su vocación, talentos y destrezas. Tenía una disposición estética y no solo práctica, y realizaba su vida de manera que no solo obtenía su supervivencia, sino el orgullo personal, la satisfacción y el aprendizaje de un oficio. Hoy la idea del trabajo es muy distinta, es una labor que enajena, que nos distancia. Hay mucha gente que trabaja en algo que no le gusta y tiene que forzarse y a veces extenuarse, no para ser feliz sino para medio sobrevivir.

El templo no es la función que cumplían las viejas iglesias. Nuestras maneras de estar juntos hoy son muy complejas, las ciudades modernas nos hacen estar cada vez más distantes. En un país como el nuestro estamos cada vez más estratificados, la gente se siente menos igual a los otros, menos cercanos y el relato compartido está cada vez más perdido.

El habitar no se trata sólo del ocupar nuestra casa, también anidamos en la ciudad, en la naturaleza, en el planeta y no siempre la educación nos enseña a hacer de estos no un refugio sino una manera de ser parte. Creo que nuestro habitar es cada vez más nocivo, estamos lejos de la naturaleza, nuestra casa sólo consume y produce basuras.  Además el taller, el templo y el hogar están cada vez más alejados. Yo creo que para recuperar un equilibrio mínimo del orden de la civilización es necesario que nuestra actividad y nuestra espiritualidad estén más cerca de nuestro vivir cotidiano.

ENS: ¿Cómo incentivar el lenguaje para que vuelva a tener el valor como un medio de cohesión de la sociedad?

WO: Yo creo que el lenguaje sigue siendo un factor fundamental de cohesión de las sociedades, somos nosotros, nuestra manera de pensar, de sentir, todo lo hacemos a través de la palabra. Siento que la comunicación humana que parece haberse enriquecido a través de las máquinas y de los mecanismos, en realidad no se está engrandeciendo, creo que en cierta manera se ha empobrecido.

No puedo comparar las viejas cartas, los epistolarios antiguos con los chats o los correos electrónicos, porque la prisa hace que nadie tenga tiempo de escribir; parece que cada día quisiéramos ahorrar más términos para hacerla rápida. Ya no hacemos ni siquiera el párrafo completo, en los chats vamos enviando frasecita por frasecita para hacerlo más eficiente y hasta nuestra conversación telefónica está condicionada por la urgencia. La existencia de los teléfonos celulares demuestra que necesitamos una comunicación inmediata, no podemos dejar nada para mañana, todo lo que tenemos que decir, lo tenemos que decir ya y eso hace que no podamos detenernos.

Voltaire tuvo tiempo de escribir todo lo que sentía, lo que pensaba, lo que veía, de analizar el mundo. Ahora yo no veo que la humanidad tenga tiempo de nada de eso. Una prisa empobrecedora se ha apoderado del mundo y parece que fuera demasiado indispensable un montón de intercambios que no le aportan nada a nadie. Creo que la humanidad se cansa rápido de los juguetes y aprenderá a disfrutar del mundo de una manera más lenta y a reencontrarse con algunos de sus talentos perdidos, si no se extraviará en el hormiguero.

ENS: En su libro habla de varios pensadores.  ¿Usted cree que las teorías de ellos son aplicables a futuro?

WO: Bueno, algunos presentimientos de la humanidad se han cumplido, muchos otros no. En realidad sabemos poco de lo que vendrá, en cambio sabemos mucho de lo que ya pasó. Somos unos seres extraños que creemos estar mirando el futuro pero en realidad siempre estamos mirando el pasado y tenemos el  futuro a nuestras espaldas. Es comprensible, yo puedo ver ahora qué pasó en el Imperio Romano hace 20 siglos; en cambio no sé lo que va a pasar dentro de cinco minutos, eso no está al alcance de mis sentidos y en esa medida el futuro siempre es un enigma. El mundo está misteriosamente diseñado para que el futuro sea incomprensible y eso es lo que hace que sea tan apasiónate, como son tan excitantes las novelas policíacas, porque nunca sabemos cómo va a ser el desenlace.

Entonces los futuristas se equivocaron en muchas cosas y los que más acertaron no eran los que veían el futuro, sino los que sabían ver el presente y analizar los signos de su época. Yo empiezo mi libro hablando de cómo alguien a comienzos del siglo XIX  decía “están envenenando los manantiales”,  a eso yo llamo un profeta, no una persona que ve el futuro sino alguien que sabe ver el presente.

ENS: ¿Por qué la necesidad de contar las historias desde una visión europea?

WO: Porque la visión europea es la nuestra. No quiero decir con esto que nosotros no seamos indígenas o que no tengamos un gran contenido africano; yo creo mucho en el mestizaje y en las virtudes del mismo, además del papel que jugarán estos en el futuro del mundo. Pero sí creo que la globalización en la que estamos inmersos comenzó en Europa y se extendió hasta abarcar el mundo entero. Hoy vivimos bajo el imperio de la civilización occidental, la cual se caracteriza por una cierta capacidad autocrítica y de reexaminar su conducta y su visión.

ENS: ¿Por qué cambiar de un género literario a otro y no enfocarse en uno solo?

WO: Porque no es obligación enfocarse en uno solo, no está establecido y si lo estuviera yo lo transgrediría, porque la literatura no es un género, es una manera de comunicarse, de expresarse, de vivir el lenguaje; y esa relación con la palabra en mi caso no se puede reducir a la sensibilidad y a la musicalidad de la poesía, ni a la reflexión ni a la argumentación del ensayo, ni a la narración o a la fabulación de la narrativa, sino que me parece que se complementan muy bien. Creo que las mejores novelas de la historia las escribieron poetas. Yo creo que tanto el verso, como el ensayo, como la narrativa requieren poesía.