“Algo muy grave va a pasar en este pueblo”, dijo esa calurosa tarde el presidente Duque, cuando aún le quedaban 22 días para cobrar su última quincena. Y recordando el cuento de García Márquez, nos ubicamos en la actitud pendenciera del presidente Duque, con quien lo sucederá. Todo lo que va a pasar será grave.
Sus últimos días ejercerá el poder con histeria, arrogancia y revanchismo para cobrar la derrota, exprimiendo nóminas, presupuestos y comprometiendo cosas que corresponden al ganador.
Desaforadamente Duque está aplicando un fast track publicitario para embaucar a sus partidarios con el eslogan de “trabajamos y cumplimos”, cuando la realidad ha sido otra durante sus cuatro años. Las vías -del cacao y del Llano- solo pueden usarse durante 4 o 10 días, antes de que les caiga el derrumbe invernal o surjan los defectos de construcción. Hidroituango no tendrá placa con su nombre. El dólar se le salió de las manos, por falta de acción para enfrentar la inflación.
Todo lo anterior es remediable, pero jugar con el nerviosismo de la gente es una insensatez. Los dirigentes de todos los países tranquilizan a sus gobernados para impedir que se vayan a la ruina. Imprudentemente Duque actuando con infantilismo, ha culpado a Petro de cuanto sucede.
Hay que entender que el insomnio que atormenta, por sus fallas, lo sobresalta y tensiona. Debe explicar las trizas a las que llevó la paz; los dineros OCAD-PAZ esfumados, el desplazamiento interno de nuestros campesinos, el asesinato de líderes, el abandono del campo, el desbarajuste del PAE y centenares de cosas más, muestran lo que requiere Colombia, demostrado con maestría por la Comisión de la Verdad. ¿Por qué permitimos que esto nos pasara?
Casi 23 millones de colombianos votaron contra la corrupción y por un cambio. Sobre esto nada ha dicho Duque en sus alarmantes, imprudentes y desorbitadas críticas al hombre que lo sucederá. Estamos al borde del pánico económico.
El cambio por el que votaron petristas y antipetristas está en marcha con gente de comprobada responsabilidad, manejo adecuado y compromiso para alcanzar una nación sin corrupción, economía sólida y tranquilidad, que impulsen al pueblo hacia la paz, concordia, democracia y equidad.
Durante estos 22 días, Duque debería atender lo que todos piden: optimismo y confianza, que aleje a los colombianos de los dólares caros, de la venta de sus bienes baratos y de irse de su país.
Debe cesar de atornillar a sus preferidos en cargos públicos del nuevo gobierno. Y de perpetuar las juntas directivas de Ecopetrol y otras entidades.
La consigna debe ser: tomar el camino que conduzca a la recuperación, el progreso y la satisfacción por que nada, nada “muy grave va a suceder en este pueblo”. ¡Oídos sordos a los profetas del desastre!
BLANCO: La designación de Luis Gilberto Murillo en la embajada en Washington. Otro gran acierto.
NEGRO: La sentencia absolutoria que el Fiscal profirió sobre la “ñeñe política”. Todos quedaron indultados. Nadie compró votos.