Esta semana un nuevo escándalo de corrupción en el gobierno Petro sacudía al país. Los 29 mil millones de pesos -mal- gastados en los carrotanques por la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo, para atender la crisis de agua en La Guajira, y que le costaron el puesto al señor Olmedo López; eran solo la punta del iceberg de un entramado de corrupción que apenas empezaba a descubrirse. Pues bien, el turno para la profundización de la crisis, le correspondió a la hoy ya popularmente conocida “Sneyderpolítica”.
El señor Sneyder Pinilla, exsubdirector de la entidad, prendió el ventilador y empezó a salpicar a varios funcionarios del gobierno y a unos cuantos miembros del congreso. ¿La razón? Siete mil millones de pesos, que supuestamente se entregaron con intermediación de la Consejera para las regiones y militante del partido Verde, Sandra Ortiz; a los presidentes de Cámara, el liberal Andrés Calle, y Senado, el verde Iván Name para, según Pinilla, contar con su colaboración en el trámite de reformas de vital importancia para “el gobierno del cambio”.
No terminaba el país de conocer las fuertes acusaciones del señor Sneyder, cuando la exalcaldesa de Bogotá, Claudia López, una versada lectora de coyunturas -quien recordemos en el 2018 mientras Petro se disputaba la presidencia con el expresidente Iván Duque dio su apoyo a Gustavo y luego en 2022, no solo apoyó el proyecto político petrista sino que celebró el triunfo como el suyo propio con la expresión “¿Carajo, al fin ganamos!”, presentó su renuncia al Partido que según ella, estaba “cooptado y controlado por una minoría petrista que no representa, ni honra los valores que he defendido y practicado en mi vida”
Claudia, para algunos la camaleónica, para otros la coherente, para otros tantos entre los que creo me incluyo, la “no tenemos ni idea ni nunca la tendremos”, en un ataque de conciencia y de sentido de país repentino, tuvo una claridad deslumbrante que le permitió ver al Petro que ya muchos conocíamos de antaño.
En ese estado de iluminación y en medio de una “coincidencial” coyuntura en la que confluyen un acelerado surgimiento de precandidatos con aspiraciones para la carrera presidencial, un pésimo desempeño del (des) gobierno de Gustavo y una favorabilidad bastante debilitada del prócer de Ciénaga de Oro; la Claudia candidata alzó su voz, cuestionó con vehemencia la serie de equivocaciones de Petro y dio un portazo para despedirse, criticándolo además sin ningún tipo de compasión, del partido que por 13 años la había arropado y en el que además su esposa, Angélica Lozano, desempeña un papel determinante como senadora.
Sorprende de una mujer tan avezada en la política, que solo hasta ahora esté atando cabos. ¿Será que Claudia nunca vio el video de 2022 en el que Gustavo Petro aparece recibiendo unas bolsas negras con fajos de billetes de manos de Juan Carlos Montes, el cuestionado directivo del IDRD? ¿Será que Claudia nunca supo de las visitas a las cárceles del país por el hermano de Gustavo, Juan Fernando Petro, en las que al parecer se transaron votos de los presos a cambio de beneficios? ¿Será que Claudia nunca se encontró en campaña con Armando Benedetti, con Roy Barreras, y con toda la “ralea de politiqueros tradicionales” que apoyaban la candidatura de Petro y de quienes despotrica y dice ser su absoluta y total contradictora? ¿Será que Claudia nunca sospechó con cosas como el estrepitoso evento de la “P” que tuvo lugar en Barranquilla en septiembre de 2021, pagado por Euclides Torres, quien hoy tiene contratos por 180 mil millones de pesos con el gobierno? ¿Será que Claudia nunca oyó a Gustavo Petro en 2018 decir, “Mi proyecto es para 10 años o más”? ¿Será que Claudia nunca oyó las propuestas de Petro en campaña, con las reformas que quería tramitar y la visión de país que tenía, que buscaban entre otros, estatizar la salud y expropiar las pensiones de los colombianos? ¿Será que Claudia no supo sino hasta ahora quién es Marelbys Meza, la niñera de Laura Sarabia que fue llevada de forma ilegal al polígrafo y que termina siendo pieza clave de un espeluznante caso que concluye con el sospechoso suicidio de Oscar Dávila, uno de los jefes de seguridad de Palacio? ¿Será que solo ayer oyó los audios de Benedetti que pululan en las redes? Y lo más asombroso, ¿Será que no sabe que su esposa Angélica Lozano ha votado favorablemente todos los proyectos de Ley de este gobierno del que dice estar tan distanciada?
Raro, muy raro, que una mujer con tanto sentido político solo hasta ahora esté descubriendo lo que, para cualquier persona con algo de información sobre la coyuntura nacional, era obvio, incluso, desde antes de las elecciones de 2022. Genera, por decir lo menos, sospecha que alguien tenga esa habilidad para cambiar tan pronto de parecer, o para sentirse tan desilusionada “de repente” por algo que nunca ha sido un secreto, para nadie.
Tal vez Claudia es una camaleona que está quedando en evidencia, tal vez es una incauta, de esas que confió en que ella, con su amor y respaldo podría cambiar las condiciones humanas y políticas de un tipo del nivel de mezquindad de Gustavo Petro. En cualquiera de los dos casos: “Amiga, date cuenta”.