Capacidad de asombro | El Nuevo Siglo
Lunes, 5 de Abril de 2021

Hace un año, en medio del inicio de la pandemia, cuando se vio en Semana Santa al Papa Francisco en la soledad de la Plaza de San Pedro y a Andrea Bocelli en su concierto virtual, desde la vacía catedral de Milán, se percibía con esperanza que las circunstancias para la siguiente ya serían distintas.

Aunque en algo la situación cambió por el aprendizaje en el autocuidado -no en todos los casos- y por el reciente proceso de vacunación, aún los rebrotes del covid-19 persiguen y se mantiene la pregunta sobre cómo nos vamos a comportar en la normalidad y qué se asimiló de todo esto.

Fueron inquietantes, en este sentido, las homilías del Papa Francisco, en especial de este Domingo de Ramos, donde invita a despertar nuestra capacidad de asombro. Y la pregunta es cómo así: ¿Acaso no nos sorprendemos, no nos inmutamos, ante muchas circunstancias o dónde están los avances?

Se trata, dice, de pedir la gracia del estupor, de dejarse sorprender, tanto en razones de fe como en la capacidad de ver la cultura del descarte o de la marginación: no sólo de individuos sino también de muchos hechos reales. Habla, entonces, de pasar de la admiración al asombro.

En principio, no resulta fácil entender cómo es y por qué hace esa diferenciación entre admiración y asombro, la cual se entiende cuando alude que “hoy hay muchos que admiran a Jesús, porque habló bien, porque amó y perdonó, porque su ejemplo cambió la historia”, pero “el asombro es distinto de la simple admiración. La admiración puede ser mundana, porque busca los gustos y las expectativas de cada uno; en cambio, el asombro permanece abierto al otro, a su novedad”.

Contrasta la capacidad de asombrarse con ese impulso constante por el deseo del tener -dinero, prestigio y éxito permanente- hasta el punto de agobiar las conductas bajo la nube de la felicidad plena.

Dice: “dejémonos sorprender por Jesús para volver a vivir, porque la grandeza de la vida no está en tener o en afirmarse, sino en descubrirse amados. Y en la belleza de amar”, de acoger a los “descartados”, “humillados por la vida”, “rechazados” y dejar de ser “rehenes de la admiración y el éxito”.

Hasta cierto punto hay una especie de creencia en esa felicidad instantánea como especie de hedonismo, que no deja ver, casi por costumbre, los hechos graves que debían tomarnos por asombro, más aún luego de la pandemia. Entre las menciones del Papa al finalizar la Semana Santa del 2021, en su bendición Urbi et Orbi, están el fin de las guerras y la búsqueda de paz en el mundo, la atención a los inmigrantes, la equidad en la internacionalización de las vacunas para combatir el coronavirus, la importancia de la libertad de cultos, la cultura del encuentro en contraste con las relaciones sociales dominadas por la virtualidad  y en especial la mirada a una pobreza que existe,  no sólo monetaria, y a los nuevos pobres que trajo la pandemia.

*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI

atisbosmariaelisa@gmail.com