Comienzo de Gustavo Petro (II) | El Nuevo Siglo
Jueves, 30 de Junio de 2022

Los partidos tenían tres meses, según el Estatuto de Oposición, para declararse en oposición, independencia o como oficialistas (de gobierno o coalición). Bastó apenas una semana para que tomaran lugar e inclinaran la balanza hacia la mayoría de gobierno, sin al menos anteceder en la convocatoria una proposición mínima de puntos de referencia a temas de alto interés público.

Es lógico que un presidente recién elegido busque tener gobernabilidad y mayorías, sin embargo, esta conquista se vuelve todo un espectáculo político cuando sus directos contrincantes se suman sin más ni más.       

El Acuerdo sobre lo Fundamental de Álvaro Gómez Hurtado, que se ha venido mencionando, fue una propuesta específica en el momento de inscribir su candidatura en el año de 1990, “para cumplir un deber de conciencia” puesto que “no debía dejar expósita su propuesta…”

Como tal, el acuerdo sobre lo fundamental tenía que ver, en palabras de su líder, técnicamente con un “patrimonio común” y la “palanca del futuro”, que tenía cinco asuntos inalienables (aún vigentes para Colombia): la primacía de la ley, la recuperación de la moral, la justicia sin impunidad, la planeación para el desarrollo de un modelo económico como motor de “redención social” siempre ceñido a la economía de libre mercado y la preservación del medio ambiente (ecología se decía entonces). 

No se trataba, pues, de un acuerdo transitorio para asegurar una gobernabilidad, como se ha afirmado en varias ocasiones en esta casa editorial sino en la línea de acuerdo sobre esos y sólo a esos asuntos cardinales.

Respaldar la agenda legislativa que propone el gobierno que inicia, como fue la declaración de varios congresistas del Partido Conservador Colombiano, es un apoyo más irrestricto, así se supedite a la conveniencia de los colombianos, los principios de la Constitución y el respeto por la propiedad privada y las libertades individuales y pasa el espectro de la independencia, que no se especifica, para asomarse a la coalición. Algo parecido a la participación conservadora en la unidad nacional del presidente Juan Manuel Santos, circunscrita más a la bancada que a la misma base.

La oposición como la independencia no necesariamente implica que siempre tienen que discrepar del gobierno. Incluso los partidos podrían arrepentirse por una sola vez de la posición tomada.

En entrevista el candidato electo como presidente, Gustavo Petro, ha dicho varias cosas que hacen deducir que el acuerdo nacional está en construcción. El enfoque es distinto, más cercano al gusto de las bancadas: primero la gobernabilidad, las mayorías, los respaldos y los olvidos de campaña. Segundo, el “modo diálogo” con los líderes de las organizaciones políticas e incluso el presidente Uribe, su polo opuesto y tercero, un plan de desarrollo y una reforma tributaria que lo financie, que finalmente será el real asunto de acuerdo.

Ambos, el plan de desarrollo como la reforma tributaria, tienen un techo complicado: al primero se le deben sumar todas las intenciones en palabras para después poder llevarlas a proyectos y políticas públicas: si no queda ahí consignado queda por fuera, sus metas deberían ser razonables y no de difícil cumplimiento y la segunda, puede llegar a ser tan ambiciosa que toque la raya de ser confiscatoria.

A las alianzas les puede llegar a tocar el momento del freno, siguiendo el dicho al hecho, del que mucho abarca poco aprieta. El nuevo ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, es consciente de los esfuerzos hechos por anteriores gobiernos para superar la pobreza y que la senda tiene sus límites.         

*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI

atisbosmariaelisa@gmail.com