De las tasas de interés y la inflación | El Nuevo Siglo
Lunes, 10 de Octubre de 2022

La economía no es una ciencia exacta, ni lo es la política monetaria. Hay muchos hechos y factores encadenados que hacen imposible la precisión de los cálculos a futuro. Pero sí es posible saber, con base en las estadísticas, cómo están los indicadores generales de la economía de un país.

La inflación -el alza desbordada de precios de los productos en el mercado que nos afecta- no es un fenómeno único en el mundo, la sufren aún las economías más desarrolladas y se debe a muchos factores, algunos derivados de la pandemia, pero también del alza de los energéticos, la guerra de Ucrania y otros más.

Los bancos centrales (todos lo hacen y el nuestro no es la excepción) acuden al alza de las tasas de interés como una herramienta, que no es la única, para controlar la inflación. La ecuación es elemental: el alza de las tasas encarece el crédito, a menos crédito menos dinero para alimentar la demanda, a menor demanda bajan los precios y disminuye la inflación. Elementary, my dear Petro. Pero Petro -quien se supone que pasó por una facultad de economía- levanta la voz diciendo que esta verdad económica, no lo es.

¿Será que Petro está descubriendo nuevos fenómenos económicos? Claro que no. Es que es populista y busca producir resultados populares. Dicen que si hay algo peor que un mamerto es un populista. La idea del “cambio” tiene ese propósito.

Por ejemplo, sugerir que hay que crear un control de cambios para evitar la salida de dólares del país hacia destinos más seguros y rentables (los Estados Unidos también subieron la tasa de interés) solamente crea inseguridad y espanta la inversión extranjera, lo que perjudica el desarrollo y eleva la inflación como en Argentina dónde ya pasó del 50%. Es cierto que el minHacienda tuvo que salir al quite, pero no sabemos si logrará calmar la tempestad.

Insistir en prohibir las exploraciones de gas y petróleo, en momentos en que los precios están más altos, en aras de una supuesta contribución al medio ambiente, y sugerir que podemos importar de Venezuela (como si el gas y el petróleo venezolanos contaminaran menos), producirá un empobrecimiento nacional porque los minero-energéticos son el principal componente de los impuestos. regalías y exportaciones lo que, en un país con la balanza comercial desbalanceada, llevaría al caos.   

La reforma tributaria tiene cosas buenas como las referentes a las regalías que no podrán deducirse como gasto o lo que se prevé para las zonas francas, que se idearon para exportar y no para traer materias primas sin arancel para vender en el mercado nacional. Pero se recarga sobre los de siempre y no propone reducir el gasto público, que es un componente de la inflación. Más impuestos para gastar y no para invertir, es una mala fórmula.

De hecho, lo peor de un gobierno es crear expectativas que no puede cumplir y que, en vez de construir sobre lo existente, pretenda arrasar con todo y empezar de nuevo.

***

Coda:  El ministro de Relaciones Exteriores resolvió cambiar el nombre de esa dependencia y añadirle el apelativo “de la Paz”. Este ministerio, llamado también “cancillería”, se creó como una secretaría de gobierno en 1821 y en la Constitución de 1886 se empezó a llamar ministerio. Como toda entidad gubernamental se rige por normas legales, ninguna de las cuales le atribuye funciones relativas “a la paz” ni le ha cambiado el nombre al ministerio. El ministro ha sido parte de varias misiones de paz, pero no tiene facultades para cambiar el nombre.