“Duele el alma ver la inequidad en el país”
Duele en el alma ver los desastres que causó el agua en Mocoa, los barrios destruidos, los muertos y la gente que lo perdió todo. Pero también, en menor pero no menos grave escala, la gente que habita en las riberas de ríos y quebradas a los que las aguas se les llevaron sus ranchos de palos y tejas, o a aquellos cuyas casas se inundaron y perdieron sus enseres, conseguidos difícilmente y con grandes esfuerzos por su trabajo humilde. Las 100.000 casas gratis no son para ellos.
Dolor del alma ver la situación del Chocó o de los municipios del Pacífico que viven en la miseria, sin servicios públicos, con escuelitas a kilómetros de donde viven los niños, a donde no llegan, porque se los roban, los alimentos que a veces es lo único que comen los niños en el día. Y qué decir de las muertes por inanición de los chiquitos indígenas en La Guajira o los llanos.
Por otro lado, aparecen las cifras inmensas de la corrupción: se roban las platas de los contratos de obras públicas, se hacen contratos en los que un huevo vale mil pesos, se soborna por cifras que el común de la gente no puede imaginar. Afortunadamente, en estos días se ve un esfuerzo de la fiscalía, la Procuraduría y la Contraloría para ponerle coto a este delito y llevar a la cárcel a estos ladrones.
Los bancos ganaron en 2016, 10.3 billones de pesos, equivalentes al 4,6% del presupuesto nacional para 2017. Mientras el Banco de la República baja las tasas de interés para controlar la inflación, la tasa del crédito de usura, que es la que cobran en tarjetas de crédito y en los créditos a los pobres, supera el 30%.
Según la OIT, tenemos uno de los salarios mínimos más bajos de América Latina y un 35% de la población viviendo por debajo del nivel de pobreza.
Mientras la gente pide que reduzca el número de parásitos del Congreso, una flamante comisión gubernamental propuso elevar en 34 (un 20%) el número de representantes que, sumados a los 26 que incluyó el Acuerdo de Paz, elevaría en 60 el total de parlamentarios (22.5% más de lo que hay hoy) que ganarían una cifra superior a 28 millones de pesos mensuales (40 salarios mínimos) y que con sus asistentes le cuestan al erario más de 50 millones mensuales cada uno. En junio del año pasado Santos les subió el salario en un 7.77% retroactivo al 1 de enero de 2016 (¿mermelada?). Lo que nada nos cuesta volvámoslo fiesta.
En cambio, el salario mínimo se incrementó para 2017 en sólo un 7%.
Adicionalmente, el Gobierno ajustó a los colombianos una reforma tributaria que producirá 7.7 billones en 2017. Los principales paganinis serán los pobres porque el Iva subió al 19% y es un impuesto inequitativo y antitécnico. Se dirá que no afecta la canasta familiar, lo que es falso: tengo en mi mano un recibo de un supermercado en el que una bolsa de seis botellas de leche tiene un Iva de $2.726. Hablamos de un alimento básico y no de un diamante.
Por esas razones, somos, como dijo la Cepal en marzo de 2016, uno de los países con mayor desigualdad en el mundo.
De verdad, duele el alma.