Juventud, divino tesoro | El Nuevo Siglo
Lunes, 11 de Julio de 2016

TAN  importante como ser dueño de sí, es adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos, máxime en una etapa de la vida en la que el entusiasmo es el abecedario de la lozanía. Precisamente, he tomado como título de esta columna un verso del inolvidable poeta nicaragüense, Rubén Darío, que tuvo en su tiempo una enorme influencia al considerársele el padre de la poesía moderna en lengua castellana; y que, además, este año se conmemora el primer centenario de su muerte. Seguramente, si volviéramos más a los clásicos, a nuestros predecesores visionarios del arte y del verbo, entenderíamos muchas cosas de las que nos pasan en la actualidad. El tema, en este caso, es una de las composiciones más divulgadas en el mundo hispánico, incluida dentro del libro "Cantos de Vida y Esperanza", en el que nos advierte de la juventud perdida, de la muerte de las ilusiones, de la vida que no vuelve atrás, del paso del tiempo en definitiva. 

"¡Ya te vas para no volver!", dice el creador del Modernismo a esa juventud de divino tesoro, a la que hoy se le cortan tantas alas. Naturalmente, para desgracia de la propia especie humana, es muy triste ver a unos jóvenes perdidos, sin rumbo, más formados que nunca; y, sin embargo, sin expectativa alguna. En 2013, la ONU estimaba el número de jóvenes desempleados a nivel mundial en 74,5 millones, la mayoría de los cuales vivían en países en desarrollo. Según la organización Internacional del Trabajo, la exposición de los jóvenes al desempleo es tres veces superior a la de los adultos. Uno de cada cinco jóvenes, o 125 millones, están trabajando, pero viven en la miseria (menos de 1 dólar al día). Por consiguiente, el problema del desempleo juvenil es una gran preocupación, o debería serlo si queremos tener futuro como linaje, tanto para los países industrializados como aquellos en desarrollo. 

Es un signo esperanzador desarrollar las aptitudes de estímulo, ya que son seres, -los jóvenes-,  que tienen la capacidad de ver la belleza hasta en los espacios más oscuros de la vida. Nos alegra, en consecuencia, que en diciembre de 2014, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptase una resolución que declara el 15 de julio como el Día Mundial de las Habilidades de la Juventud. Me parece tan oportuna como genial la idea, puesto que su objetivo no puede ser más clarividente, lograr mejores condiciones socio-económicas para los jóvenes de hoy como un medio de hacer frente a los problemas del desempleo y subempleo.

Pensemos que los jóvenes, un 18% del total de la población mundial, representan el conjunto del capital humano que ha de estar más ilusionado, siendo la especie más determinante en el cambio social, el desarrollo económico y el progreso técnico. A mi juicio, sus dotes de actividad imaginativa, sus ideales soñadores, sus perspectivas y su energía, son tan ineludibles que resultan esenciales para el progreso de las sociedades en las que viven. Sin duda, son los jóvenes los que han de ayudar a cambiar el mundo a través de una ciudadanía mundializada, contribuyendo a que las Naciones Unidas respondan como una sola familia humana. No es de recibo, por tanto, ver una juventud frustrada. 
Me parece que sería fructífero, que coincidiendo con este Día Mundial de las Habilidades de la Juventud, se propiciase un mayor clima de inversión en el desarrollo de las aptitudes de los jóvenes, a fin de que puedan contribuir a cimentar un porvenir más hermanado que el presente, hoy ferozmente dividido; más justo y sostenible para todos, donde nadie quede excluido por nacer en un determinado lugar, como ahora sucede.