La región metropolitana | El Nuevo Siglo
Lunes, 14 de Noviembre de 2022

Cuando yo nací, Bogotá tenía 325 mil habitantes. Era una ciudad deliciosa donde los niños podían ir al colegio a pie y salir a jugar y patinar en las calles. Las gentes barrían el andén frente a sus casas y arrojaban las basuras en canecas que recogía el municipio. Circulaban tranvías eléctricos y su límite al norte era la actual calle 85 donde quedaba el Country Club. Desde el 9 de abril de 1948 todo cambió.

Como sucedió en otras partes del mundo, la ciudad fue creciendo por cuenta de la urbanización y hoy se ha convertido en una gran metrópoli con 8 millones de habitantes, la mayoría inmigrantes o descendientes de primera generación de inmigrantes. Hasta se perdió el hablar “cachaco” ¿cierto, ala? Ahora es una ciudad insegura, sucia y peligrosa. Sus habitantes no le tienen el cariño que se le tenía en aquellas épocas y hasta Petro, cuando fue alcalde, hizo retirar del salón principal de la alcaldía una pintura del fundador Gonzalo Jiménez de Quesada, tal vez porque lo consideró esclavista. Ahora hay que afrontar esa realidad.

Muchas ciudades del mundo se han visto enfrentadas a lo que los técnicos llaman “conurbación”, un fenómeno en el que el crecimiento de la ciudad va absorbiendo los pueblos de alrededor y ya no es posible distinguir donde termina una población y empieza la otra. LondresParísRomaÁmsterdamRío de Janeiro, Sao Paulo, Buenos Aires, Santiago, Lima, Quito, México, Nueva York, Boston, Washington, Miami y varias decenas más, son áreas metropolitanas que han integrado a sus vecinos por vías de comunicación, acueductos, alcantarillados y demás. En muchos casos esas localidades urbanas se han convertido en ciudades dormitorio y sus habitantes trabajan en la metrópoli.

Bogotá no podía ser la excepción. En 1954 se creó el Distrito Especial que incorporó los municipios de Suba, Engativá, Fontibón, Bosa, Usme y Usaquén.

La ley 128 de 1994 estableció el régimen de áreas metropolitanas que permitió la creación de las del Valle de Aburrá, Bucaramanga, Barranquilla, Cúcuta, Pereira y Valledupar. Fue derogada por la ley 1625 de 2013 que modificó el régimen político, administrativo y fiscal de las regiones metropolitanas, pero específicamente excluyó a Bogotá y áreas aledañas. Por eso se expidió el Acto Legislativo 02 de 2020,  reglamentado por la ley orgánica 2199 de 2022, que creó la Región Metropolitana Bogotá-Cundinamarca y exigió que el Concejo y la Asamblea expidieran sendos actos de ingreso para que entrara en funcionamiento. La Asamblea lo hizo prontamente pero el Concejo tuvo mil dificultades por la oposición y las demandas interpuestas por Petro y sus áulicos. La actual MinAmbiente demandó el Acto Legislativo, pero perdió la demanda. Finalmente, el 10 de noviembre pasado el Concejo aprobó el ingreso de Bogotá, con lo cual se dio cumplimiento a la disposición legal.

Pero Jalisco nunca pierde y cuando pierde arrebata. José Cuesta Novoa, ex M19, concejal de la Colombia Humana, presentó un proyecto -que fue derrotado- contra el acuerdo de la Región Metropolitana por considerar que pondría en riesgo las fuentes hídricas y la producción agrícola (sic). Ahora dice que (cito) “aparecieron las llaves para detener el proceso de formalización y consumación de la Región Metropolitana. El Acuerdo de Escazú entró a ser parte del bloque de constitucionalidad, entonces es suficientemente claro que este acuerdo, en el caso de Bogotá, viola los artículos tres y siete de Escazú; por lo tanto, no tiene ninguna posibilidad de sustento legal”.

Lo dicho: Escazú, en manos de la izquierda, va a paralizar el desarrollo del país. Primero la politiquería y luego los intereses nacionales.