Libro para creyentes firmes | El Nuevo Siglo
Sábado, 7 de Septiembre de 2019

La lectura no deja de ser una de las entretenciones culturales más señaladas como una de las fuentes importantes de la cultura.  La alfabetización comprende la enseñanza de la lectura y obviamente la escritura para poder leer los escritos que transmiten lo que está sucediendo; los historiadores quieren dar cuenta de lo ocurrido cuando escriben o rescatar lo ya escrito, Los relatos de historia suelen ser una percepción fiel de cómo quien los escribió, los entendió. De ahí es que no es aventurado decir que lo que realmente sucedió, no se podrá conocerse porque lo que nos relatan no es más que lo percibido y entendido por quien lo escribió. Por tal razón lo narrado no suele ser cosa diferente al evento que se pretende narrar, bajo la percepción de quien los registra.

Sobre los acontecimientos del 20 de julio de 1810, por ejemplo, existen toda clase de versiones con respecto sobre lo que pasó y por qué pasó. La historia que nos han enseñado es que el pueblo se levantó en contra de las arbitrariedades del virrey ordenadas por lo lejana corona española. Es lo que hemos aceptado; esa la versión que ha recogido como verdadera la historia. No le haca mal nadie. Así se da inicio a toda la campaña para lograr librarnos del yugo español, hasta el siete de agosto 1819, nueva años después cuando se dio la batalla que nos liberó de España.

Pero bueno, esta observación que encuentro válida para comentar el libro Poder y Escándalo en el Vaticano, Sodoma, escrito por Fréderic Matel, periodista francés a quien  no se le puede calificar como historiador, sino más bien como una persona que se dedicó, por el término de cuatro años, a escudriñar  la vida de la Iglesia Católica y la de quienes la han regido en los últimos años, para hacer una serie de observaciones, basadas en sus impresiones de peregrinaje por todos los vericuetos de la iglesia y así expresar conclusiones que no son precisamente las de un observador objetivo.

Este es un libro que puede leer quien tenga sus principios de fe católica muy firmes. Sea lo primero hacer notar que, sin tener pruebas que le permitan afirmarlo, dice  que quienes ingresan a los seminarios, en donde se forman los sacerdotes, son homosexuales que conocedores de las normas que rigen el ejercicio sacerdotal con respecto a la sexualidad son rígidas para el ejercicio del sacerdocio y de ahí concluye que la mayor parte de los jerarcas religiosos son homosexuales, si no activos, por lo menos simpatizantes o como lo dice a través del libro son “gay-friendly” y así toleran que la homosexualidad campee en todos las escalas de la iglesia, las de dirección por lo menos. De sus observaciones y entrevistas personales, deduce conclusiones de carácter general que dejan de ser objetivas. No se escapan papas y claro tampoco los cardenales, ni los obispos, ni los sacerdotes, tampoco los fieles. Capítulo especial dedica al cardenal Alfonso López Trujillo, ya fallecido.