Lo emocional vs. Lo importante | El Nuevo Siglo
Lunes, 15 de Octubre de 2018

El imperio de las emociones en el público estadounidense quedó crudamente expresado durante el proceso de confirmación de Brett Kavanaugh como juez del Tribunal Supremo, en el Senado de EE.UU.

El escrutinio del Senado debió servir para valorar la profesionalidad del candidato, su carrera judicial, su independencia y su modo de aplicar la Constitución, pero todo esto se oscureció por la exacerbación de la emotividad y la ideologización. Lo cierto es que en la opinión pública quedó la idea de que lo más importante fue lo que ocurrió o no en una fiesta juvenil hace 37 años, si hubo o no un intento de abuso sexual, y hasta qué punto un episodio juvenil define la idoneidad de un candidato a juez del Supremo.

El FBI demostró que se trató del típico caso de “tu palabra contra la mía” y que las acusaciones de Christine Ford carecían de pruebas. Las cuatro personas que mencionó como asistentes a la fiesta negaron haber estado allí o ser testigos del asalto. Aunque dijo haber temido por su vida, no lo contó a sus padres, ni a los profesores ni a la Policía. Durante más de treinta años Ford no mencionó el nombre del joven Kavanaugh como el agresor, aunque ahora estaba segura. En fin, lo que pidió fue que se le creyera. Pero lo mismo pidió Kavanaugh.

Claro está que las audiencias de confirmación de un candidato a juez no son un juicio penal (el delito, haya o no ocurrido, había prescrito) pero sí exigen reglas de justicia. En este caso, Kavanaugh tuvo que enfrentarse a las acusaciones de Ford y después de otras dos mujeres, con imputaciones aún más etéreas, que no pasaron del nivel de declaraciones periodísticas. El punto es: ¿cómo se defiende alguien de acusaciones que al cabo de muchos años intentan presentarlo como un depredador sexual, sin aportar pruebas y en medio de un clima de enfrentamiento político?

Otro síntoma de la justicia emocional es que no se vio al acusado como persona individual sino como integrante de un grupo. Así, se intentó descalificar a Kavanaugh como hombre blanco, alumno de escuela de élite, de ambiente privilegiado, es decir de un tipo de hombre que se cree con derecho a todo. De esta manera se difumina la responsabilidad personal, para hacer énfasis en una “indiscutible culpabilidad de grupo”.

El soslayo de la responsabilidad personal se observó también en la pretensión de convertir el asunto en reivindicación simbólica de un grupo ofendido. “Si no crees a Ford, estás contra las mujeres que tantas veces son víctimas de abusadores sexuales”. Lo decisivo era que el #MeToo pudiera cobrarse otra pieza, y más en este caso que se trataba de un juez que puede inclinar la balanza del Supremo hacia posturas conservadoras.

¡Qué paradoja! la revolución sexual empezó protestando contra el puritanismo y la represión, y hoy día la acusación más temible contra un personaje público en EE.UU. es la de “conducta sexual inapropiada”.

@CarlosAlfonsoVR